Américo Reyes, amigo extraordinario

ZV
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3 de mayo de 2020
/
12:09 am
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Américo Reyes, amigo extraordinario

Por: Segisfredo Infante

Llegó a mi oficina universitaria allá como por el mes de noviembre del año 1999, sin ninguna referencia previa sobre nuestras respectivas existencias. No nos hicimos amigos de inmediato, como suele ocurrir en ciertos casos. Pero desde entonces hubo una especie de seguimiento de nuestras actividades. Me expresó que estaba interesado en publicar un libro, y entonces de inmediato le abrimos las puertas de la vieja Editorial Universitaria de la UNAH, de tal modo que sin ningún trámite burocrático el doctor Américo Reyes Ticas podía entrar a mi oficina y a todos los talleres de la mencionada Editorial, y conversar directamente con los operarios. Seis o siete meses después, le estábamos entregando los derechos de autor de la primera edición de su libro “Manual de Exploración Psiquiátrica”, publicado con fecha de mayo del año dos mil (2000).

Ocasionalmente nos encontrábamos; o sabíamos algunas cosas el uno del otro. Pero nuestra relación amistosa se intensificó desde el momento en que comenzamos a integrar el Consejo Editorial de Canal Diez, liderado por Rodrigo Wong Arévalo, con varias reuniones previas al lanzamiento de la “Televisión Educativa Nacional” TEN. Dicho Consejo estaba articulado por personas heterogéneas oriundas de diversas disciplinas y temperamentos a veces contrapuestos. Pero gracias al liderazgo de “Don Rodrigo” el Consejo se mantenía cohesionado, y nos reuníamos eventualmente para tratar asuntos relativos al proyecto en marcha del canal; o simplemente para almorzar, cenar o bromear.

Como Américo Reyes solía ser uno de los integrantes más silenciosos de aquel grupo de intelectuales y científicos, a la hora de las bromas sabía destacarse como el que más, en tanto que sus bromas eran como ironías risueñas que arrancaban carcajadas en todos nosotros. Nunca le escuché ofender a nadie ni tampoco ningunear al prójimo. Sabía mantenerse resguardado en sus propias fronteras. Varias veces, después de las reuniones, me daba “jalón” hasta el centro de la ciudad. Al grado que en cierta oportunidad lo convencí que fuéramos a comer algo en el mítico “Café de Pie”, lastimosamente cerrado desde hace tantos años. En cierta oportunidad me dijo que yo era “el único” que lo convencía “de bajar hasta el centro”.

En una oportunidad lo tuve de invitado en el programa televisivo “Economía y Cultura”; y en enero del presente año hicimos un pre-grabado para su programa “Salud Mental”, bajo el título “El Mito de Sísifo y el Suicidio”. Al exhibirse el programa creo que a comienzos de febrero, ambos recibimos varias llamadas telefónicas y mensajes positivos, de tal suerte que en el último encuentro personal que tuvimos me expresó que aquel había sido “el programa más importante que había realizado” en su vida.

Aquí conviene detenerse un poco. El año pasado (2019) conversamos en varias ocasiones con Américo Reyes. Él siempre contestaba el teléfono o me devolvía las llamadas y mensajes, por muy ocupado que estuviese. Nos reuníamos a conversar, especialmente sobre filosofía y literatura. En diciembre me dijo que estaba planeando un viaje a España. Sin embargo, nos encontramos en enero del presente año (2020) y profundizamos en algunos temas. Me confesó que había desperdiciado una parte de su vida al solo enfocarse en la ciencia psiquiátrica y al dejar por fuera la filosofía y otros campos del saber. Me comentó que estaba preparando una conferencia sobre la muerte desde el punto de vista de la vida de los artistas y filósofos, y que si acaso le podía ayudar en algo. Entonces le facilité mi ensayo “Obsesión de la Muerte en la Obra de Nelson Merren”, discurso con el cual ingresé a la Academia Hondureña de la Lengua.

Luego nos preparamos para el tema del suicidio, a partir de los postulados filosóficos inconclusos del Albert Camus en su obra “El Mito de Sísifo”, hasta convertirlo en un programa televisivo. En aquel momento pude convencerlo, creo, de evitar cualquier viaje a España, habida cuenta de las informaciones que teníamos sobre el nuevo virus asiático. Pero ocurre que la siguiente vez que hablamos por celular el hombre estaba en Miami, y entonces él me pudo informar del fallecimiento de la esposa del doctor Espinoza Murra. Nunca imaginamos que ya no volveríamos a conversar, en tanto que el gran amigo quedó hospitalizado hasta su fallecimiento.

Américo Reyes poseía una calidad humana extraordinaria. Era servicial y abierto como pocas personas. Durante la última conversación, aquí en Tegucigalpa, me relató que él había sido uno de los muchachos de “La Gatera” que había dirigido el ex–sacerdote Juan Antonio Vegas. Lo felicité porque había compartido las enseñanzas social-cristianas de aquel hombre que también poseía una alta calidad humana. Me refiero al profesor de filosofía el licenciado Vegas. En este momento de vacío y dolor por el fallecimiento de Américo Reyes, van mis abrazos de solidaridad para sus familiares y amigos más cercanos.

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