LA NOCIÓN DEL “SÁLVESE QUIEN PUEDA”

MA
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5 de mayo de 2020
/
12:02 am
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LA NOCIÓN DEL “SÁLVESE QUIEN PUEDA”

DESDE siempre, como decíamos ayer, hemos sido integracionistas. Aparte de los ideales morazánicos, bajo el estricto enfoque comercial, porque los bloques brindan ventajas a los mercados conjuntados, de cara a otras agrupaciones amalgamadas. Como individualidades, frente a poderíos económicos y políticos, muy pocas posibilidades de competir tienen estos pintorescos países acabados. Desde afuera, digamos, cruzando el Atlántico, los puntos apenas se distinguen; y quienes reparan que existimos, a distancia, nos ven como región. Hubo intentos de mancomunidad. Y momentos, en el devenir histórico de estos pueblos, de mayor cohesión. Sin embargo, una vez deshilachado el mercado común centroamericano, no hubo forma de volver a remendarlo. De los polvos de aquellos lodos solo queda intacto el BCIE que, como primera gaveta de los socios miembros, ahora que se presenta esta bestial calamidad, debe responder en forma creativa –no solo asistiendo a los sectores públicos sino también en forma directa a la iniciativa privada, incluidos los medios de comunicación– en la proporción y con la inmediatez que el tamaño de la gravedad demanda.

LA NOCIÓN DEL “SÁLVESE QUIEN PUEDA”

Las demás no pasan de ser siglas rimbombantes. Si no hay reuniones de jefes de Estado del Triángulo Norte, de gobiernos hermanos, con mentalidad de harina de otro costal, menos para que SICA funcione como bloque compacto. Costa Rica, para no contaminarse del tile de “las cenicientas”, rehúye ser parte de varios órganos centroamericanos. No hay explotación conjunta del Golfo de Fonseca por la renuencia de caprichosos a respetar la sentencia de la Corte Internacional de Justicia. Ahora que estas naciones –vaciadas de recursos por la pandemia– van a quedar más peladas que la cola de un chancho, no se extrañen si agarra envión alguna modalidad de un Brexit centroamericano. Nada remoto sería que vaya ganando terreno entre el amable público, en cada país, la noción del “sálvese quien pueda”, contrario al de la “unidad hace la fuerza”. Para comenzar. Nos reenviaron un mensaje –inducido a cuánto se gasta en el ente regional y cuánto gana cada diputado–planteando que este es el momento indicado para hacer desaparecer el Parlamento Centroamericano. Sugiere que para ahorrarle algo al desgarrado presupuesto público por esta crisis del coronavirus, debía suprimirse el PARLACEN. La inutilidad del organismo regional es que nunca le dieron e improbable que vayan a darle, facultades vinculantes. El mandatario guatemalteco que propuso el parto –a quien hoy tienen como Secretario General de otro chunche que no camina– como mecanismo para resolver disputas multilaterales, cuando aquello estaba al rojo vivo, no alcanzó entender la dimensión de los conflictos.

Que no eran de carácter regional sino problemas internos en cada país, con un efecto de derrame en los vecinos. Una vez que cada cual fue encontrando ruta democrática por la vía electoral para terminar con la lucha armada, acabó “la sonada guerra” y los desbordados ríos regresaron a su cauce. Con la tuerce que ya no había conflicto cuando por fin montaron el PARLACEN. Cada cual fue buscando una salida electoral a su impasse. Así que los europeos –enamorados de los bloques políticos y comerciales– dispusieron apoyar al hermanito menor, como mecanismo de integración. O sea, a integrar socios con poca voluntad de juntarse. Como ninguna de las individualidades cede soberanía, –improbable que quiera hacerlo– lo dejaron de adorno, sin facultades vinculantes. Así que todo cuanto allá pontifican los diputados sobre los problemas nacionales o del enjambre planetario, nada de eso trasciende. Ni el salón donde discuten se entera de lo sucedido. Nadie cubre el PARLACEN, sus resoluciones no tienen efecto sobre terceros. Arguyen los destartaladores que, si en tiempos cuando hay fondos para pagar el costo de mantenerlo, el parlamento no funciona, ahora, en tiempos de sequía, ni cosa mejor.

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