Crisis global, respuesta democrática

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8 de mayo de 2020
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12:29 am
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Crisis global, respuesta democrática

Por: Juan Ramón Martínez

Aunque el origen de la crisis que enfrentamos es sanitaria, tiene efectos económicos y crea problemas políticos. Que, inteligentemente, hay que tener en cuenta. El rumor en el sentido que no se podrán efectuar elecciones internas y que incluso están en peligro las elecciones generales, al margen de la mala intención de quienes lo han hecho rodar, no tiene razón. Y por supuesto, solo consigue credibilidad entre los más inocentes. Produciendo alegrías entre los afectados por formaciones totalitarias, colocando en tensión defensiva, a quienes creen que, tan importante es la salud del pueblo, como la operación exitosa de la economía y el mantenimiento del sistema democrático. El CNE ha sido contundente. Aquí no caben las contradicciones; ni mucho menos negociaciones en el sentido que, para lograr una o dos, hay que sacrificar el sistema democrático, la libertad ciudadana y eliminar la participación popular que, de acuerdo con la Constitución, se expresa en la teoría delegación de los mandatos y se manifiesta en elecciones libres. Y que, si el 27 de febrero no tuviéramos –por las razones que sean– un sucesor de JOH, ello no asegura su continuidad en el cargo; ni provoca ningún vacío de poder. Porque entonces el Congreso Nacional tiene entre sus facultades, delegadas por el pueblo, la de elegir a un gobernante por los próximos cuatro años y a sus designados.

No nos adelantemos. En el caso que la crisis de salud, se proyectara más allá de marzo del 2021, se pueden manejar dos alternativas. La primera de ellas es que siendo, potestad de los partidos celebrar o no internas, contamos con antecedentes en que, el Partido Nacional, efectuó elecciones simbólicas. Una sola urna. Y con la finalidad de cumplir con la disposición legal.

Pero además, hay otra experiencia que, en caso que no se pudieran efectuar elecciones simbólicas, podemos volver simultáneas las internas y las generales.

De esta manera, eliminando el concepto irregular de la “sumatoria” de los votos partidarios, el ciudadano que obtenga el mayor número de votantes, será elegido presidente de la República. Lo que hace falta es entender que Honduras, no puede abandonar el estado de derecho –por más lesiones que se le hayan inferido– porque de ello, depende, no solo la estabilidad interna, sino que su prestigio internacional.

En otro momento seguiremos comentando esto. Por ahora, nos interesa que tomemos conciencia de la globalidad del problema que enfrentamos. Y que, no podemos enfrentarlo violando la ley, alterando la Constitución o eliminando la soberanía popular. Ni legalmente. Quienes no entiendan esto, tan simple y fácil para los que aman este país, es porque están conspirando en contra del interés general y aprovechando las circunstancias, para obtener satisfacciones individuales o grupales. O esperando que decidan en Nueva York o en Washington. Y para evitar equívocos, actuando como un delincuente que le vende productos defectuosos al gobierno para servicio en los hospitales: que aumenta los precios o que usa sus posiciones en el gobierno, para lucrarse, afectando al bien común.

No nos equivoquemos. Sabemos que algunos quieren que el gobierno fracase para derrotar al Partido Nacional en las urnas. Es un deseo culturalmente dañino; parte del imaginario popular. Pero alterar el orden constitucional, desde adentro o desde afuera, es ilegítimo y criminal. Y si el gobierno fuese el que incurriera en tal conducta, la rebelión popular, encabezada o no por las Fuerzas Armadas, se impone como un imperativo. De igual manera, si se quisiera aprovechar los errores gubernamentales para deponerlo, sustituyéndolo por personas sin respaldo constitucional, de igual manera, se impone la rebelión popular para defender el estado de derecho, sin el cual, jamás podremos reactivar una economía mejorada; avanzar hacia el estado de bienestar general y reducir las desigualdades que avergüenzan a los más sensibles y comprometidos.

Entonces como conclusión general, — igual que lo han hecho otros países– estamos seguros que controlaremos la pandemia del coronavirus; reactivaremos y reformaremos la economía con imaginación, disciplina, fuerza e inteligencia. Así como también, hacer lo mismo con el sistema de derecho para que el modelo económico, respaldado por un estado de legalidades perfeccionadas, nos dé un mayor bienestar a todos. Que nadie se equivoque. No hay espacio para el delito económico; ni tampoco para el político. Los dos son formas de corrupción que, estamos listos a enfrentar.

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