Vidas, amores y sueños

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8 de mayo de 2020
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12:33 am
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Vidas, amores y sueños

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Los sueños y los amores. ¿Habrá otros asuntos más complicados que estos dos y que, recurrentemente, se entrecruzan en la obra de la vida y en la vida de las obras de escritores, artistas y combatientes? Dulces y lóbregos, aquéllos; felices y trágicos, estos, su influjo y prevalencia impactan en las criaturas, en las Evas y los Adanes -bíblicos y mundanos-, asimismo en los creadores que en el mundo han sido: en la Grecia y en la Roma, en Egipto y en la China; en Homero, Dante, Shakespeare; en Calderón, Garcilaso; en Poe, Goethe, Hugo, Tagore; en Darío, Neruda, Márquez; en Vivaldi, Mozart, Tchaikoski; en Davinci, Goya, Van Gogh; en Bolívar, Morazán, Lenin, el Che; en la porción de hembras cantoras, como la griega Safo, la polaca Wistawa, la estadounidense Dickinson, la cubana Loynaz, la hondureña Clementina, las suramericanas Gabriela, Alfonsina, J. de Ibarbourou, la musa mexicana Juana Inés…

¿Cómo en estos asuntos, puede omitirse al rey Salomón? Amorosamente fue atendido por las múltiples mujeres que “tomó”: moabitas, amonitas, edomitas, sidoneas y heteas, amén de su casorio con la hija del Faraón. Mantuvo sueños asombrosos con el Dios de los judíos, y dio a luz la colección del Cantar de los Cantares y un sinfín de proverbios que, interpolados o contrapuestos, puede hallar la mente acuciosa en testas de otros tiempos -en Maquiavelo, por caso- y en obras -como El príncipe-. “Te aconsejo que guardes el mandato del rey…, pues si su palabra es con potestad, quién le dirá: -qué haces”- dice Salomón. Y el Eclesiastés, que también se le atribuye, asevera que todo tiene su tiempo. Tiempo de matar y de curar. Tiempo de amar y de aborrecer. Tiempo de guerra y de paz.

Y de los sueños, en especial, ¿qué tanto se ha dicho y esperado de ellos? Dos poetas: Quevedo y Calderón de la Barca y sendas obras suyas: Los sueños y La vida es sueño, vienen como anillo… al tema, sin olvidar que Valle -el Sabio hondureño- tituló su manuscrito “Soñaba el abad de San Pedro y yo también sé soñar”. Los “Sueños” en Quevedo (cinco en suma) no son “sueños soñados”; son sueños fantaseados por su autor, quien en La vida del buscón -otra de sus grandes obras-, vuelca igualmente su agudeza crítica, entre elevada y burlesca, con la cual imagina condenas a una recua de tipos diversos, que solo en el sueño (o discurso) del infierno figuraban hipócritas, “muchos eclesiásticos”, “muchos teólogos”, capitanes, maestres de campo, “generales de ejército“, bufones, truhanes, aduladores, traidores, mercaderes, sodomitas, cornudos, feas “con cabellos que habían comprado”, taberneros, amantes burlados, cien mil poetas -que llaman “orates”-, astrólogos, herejes con nombres: Mahoma, Calvino, Josefo, Stefano, Lutero (“mal fraile”), Lucifer “cercado de diablas”, médicos, madres postizas, damas de marca mayor.

De La vida es sueño, Guillermo Díaz Plaja señala que la obra de teatro al enfrentar los conceptos de sueño y vida “traduce una temática que, como en el cuadro de Valdés Leal, El sueño del caballero, se extrema en el contraste entre la realidad vivida y la realidad soñada”. Basilio, un monarca polaco, decreta el encierro de su hijo, Segismundo, al advertirle los hados que le sustraerá el poder. Cierta vez, el rey lo lleva a la corte narcotizado. Al despertar y actuar en funciones de príncipe muestra instintos crueles y rencorosos, razón por la cual el padre lo regresa, a la torre-prisión, haciéndole creer que todo es y ha sido un sueño.

La historia, de rico ingenio versal, se enreda y se desenreda. Monarca y príncipe, al fin se entienden, en vez de guerrear en bandos opuestos. Obtendrá el trono Segismundo, quien de tanto padecer habíase convencido que el mundo es tan singular “que el hombre que vive sueña lo que es hasta despertar”. Así que, antes de asumir el reinado de Polonia, canta apesadumbrado:

Sueña el rey que es rey, y vive/ con este engaño mandando,/ disponiendo y gobernando;/ y este aplauso, que recibe/ prestado, en el viento escribe;/ y en ceniza la convierte/ la muerte (¡desdicha fuerte!);/ ¿que hay quien intente reinar/ viendo que ha de despertar/ en el sueño de la muerte/? Sueña el rico en su riqueza,/ que más cuidados le ofrece;/ sueña el pobre que padece/ su miseria y su pobreza;/ sueña el que a medrar empieza,/ sueña el que afana y pretende,/ sueña el que agravia y ofende,/ y en el mundo, en conclusión,/ todos sueñan lo que son,/ aunque ninguno lo entienda./ Yo sueño que estoy aquí/ de estas prisiones cargado,/ y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi./ ¿Qué es la vida? Un frenesí./ ¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño;/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son.

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