¿CUARENTENA? Y LAS GALLINAS

ZV
/
11 de mayo de 2020
/
12:32 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
¿CUARENTENA? Y LAS GALLINAS

LA afición ya se muestra desesperada por salir del confinamiento. Algunos respetando las medidas de bioseguridad, se lavan bien las manos con jabón espumoso cuando echan el agua, o usan gel. Si les toca salir, usan mascarillas, esperan afuera de los centros de abastecimiento, guardando la distancia social recomendada. Los sensatos permanecen en sus casas en cuarentena, evitando los riesgos de contagio. Sin embargo, como el grueso de la población subsiste a punta de coyol partido, coyol comido, por muchas advertencias transmitidas, no ha habido forma de convencer a otros muchos que eviten el amontonamiento. En los mercados las cosas han funcionado distinto. Hay otros que prefieren ir a los barrios a repartir el gallinero. Desatando el pandemónium entre la multitud que sale desaforada, sin mascarillas, sin precaución, en alborotada molotera, a atrapar su gallina voladora.

¿CUARENTENA? Y LAS GALLINAS

La presión, después de tanto tiempo de asfixia por estar enjaulados, empuja a hablar de aperturas inteligentes. Dios quiera que sean “inteligentes” y no al molote, ya que el etíope doctorcito de la OMS, cada vez que aparece en las noticias, es para advertir de los rebrotes –o sea, un rebote indeseado de los contagios– de la pandemia si no se procede con cautela. Para ello, preferible sería masificar las pruebas clínicas. Sin embargo, pareciera que los “kits” se han agotado y a estas aldeas descalzas les tocó ser últimos en la cola de la distribución. El período de precaución se aplica a los contagiados o a quienes manifiestan síntomas. Que deben guardar distancia en aislamiento o en centros de salud para recibir el tratamiento, ser atendidos adecuadamente y evitar poner en riesgo a los demás. Ya no es cuarentena. El término proviene del latín “quadraginta” adaptado al italiano, “quaranta giorni”. Significa cuatro veces diez. De acepción religiosa, adaptado para uso médico al período de aislamiento de 40 días instituido como aislamiento a los bienes y a las personas sospechosas de portar la peste bubónica. En Venecia, en el siglo XIV, la peste negra obligó a tomar medidas sanitarias, para evitar su propagación. Ese tiempo de reclusión es menor al período de incubación de la enfermedad. Así que, aunque se trate de tiempos más prolongados, como los que se experimentan en la actualidad, lo de cuarentena se ha generalizado, significando un largo período de aislamiento, pese a que, en esta pandemia, el coronavirus obedece a otros tiempos de incubación, de manifestación de síntomas y de internación en la lucha contra la enfermedad.

El encierro de los países para contener la propagación y la parálisis económica provocada por la observancia de las medidas extremas, ya ratos sobrepasaron la cuenta de cuatro veces diez. Días, no meses. Más bien, en la medida que no cede la enfermedad –con horribles cifras de contagiados y muertos en el mundo entero, cuya consecuencia ha sido poner de rodillas a los más poderosos y ni hablar de estos pintorescos paisajes acabados– hay que ir aplicando el término “cuatrimestre” o “cuadrimestre” usado para referirse a cuatro meses o al cuarto del año. “Cuadrimestre”, también sería el tiempo atribuido a lo que le toma a las aves agoreras y a sus tías las zanatas –de nulos reflejos ante las emergencias, enredadas en la impenetrable telaraña de la burocracia internacional– responder con medidas a cuentagotas. Sin la creatividad o el ingenio para variar los protocolos convencionales aplicables a una crisis cualquiera, ni la sombra de lo que exige el gigantesco tamaño de este cataclismo.

Noticias Relacionadas: Prolongación de cuarentena evitaría la nueva cédula

¿CUARENTENA? Y LAS GALLINAS

Más de Editorial
Lo Más Visto