El valor del tiempo, ahora que nos sobra tanto

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11 de mayo de 2020
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12:43 am
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El valor del tiempo, ahora que nos sobra tanto

Por: Otto Martin Wolf

Cierto que pude presenciar por televisión o seguir por la prensa la llegada del hombre a la Luna, así como el asesinato del presidente Kennedy y el ataque a las Torres Gemelas de New York, al igual que los eventos casi diarios de las guerras de Vietnam, la Guerra de los seis días, la Crisis de los misiles, la Caída del Muro de Berlín, también la Guerra de Irak y el derrocamiento de Sadam Hussein.

He presenciado muchos eventos de gran importancia local y otros de carácter mundial, incluyendo la separación de Los Beatles y la llegada de la tecnología popular, con teléfonos inteligentes y otros dispositivos que han cambiado totalmente nuestra civilización y el mundo.

Si bien es cierto, como dije, he sido testigo de muchas cosas, todo eso me tocó como espectador distante; solo una vez he tenido la oportunidad de estar presente en el momento y en el lugar en que ocurría un evento histórico de trascendencia mundial.

La Semana Santa del año pasado, estaba justamente en París cuando se produjo el incendio de la Catedral de Notre Dame.

Lo vi de cerca, al otro lado de la calle.

Vi la lucha de los bomberos, los rostros de los parisinos desencajados y las últimas columnas de humo cuando finalmente fue sofocado.

Creí que jamás me tocaría volver a estar presente, ser testigo de un acontecimiento de importancia mundial ya que la mayor parte de estos se produce fuera de nuestras fronteras.

El valor del tiempo, ahora que nos sobra tanto

Pero, quiso la fortuna que el evento de más importancia en toda la historia de la humanidad vino precisamente a tocar mis puertas, a desarrollarse en Honduras.

Para quienes no lo han comprendido todavía, jamás en nuestra civilización se ha producido un evento que afecte de manera generalizada, simultánea y catastrófica todos los países del orbe.

Aún es muy pronto para comprender las consecuencias a mediano y largo plazo en nuestra civilización.

Sin querer sonar fatalista, es posible que nos estemos enfrentando al final, al fin del mundo de los humanos, no se puede saber aún.

Después de ser nómadas, nos acostumbramos a vivir en ciudades, la mayor parte de la población mundial ahora vive en grupos enormes, como nunca se había visto antes.

Esas congregaciones, de millones y millones de seres humanos, de repente ya no funcionan.

El transporte colectivo, los centros educativos, religiosos, fabriles y de diversión; donde quiera que lo piense no creo que vuelvan a operar como antes, no al menos en un futuro previsible.

Cómo se van a realizar eventos deportivos, espectáculos musicales, reuniones políticas o religiosas de miles o decenas de miles de personas, cuando es necesario mantenerse al menos a dos metros de distancia el uno del otro y en grupos no mayores de treinta o cuarenta?

Salas de cine, autobuses, aviones, ferrocarriles, centros comerciales, barcos, cruceros, parques de diversiones, bares y restaurantes, gimnasios; todas las formas de reunión que pueda imaginar tendrán que enfrentar una nueva realidad: tenemos que vivir juntos pero separados.

Las cosas no volverán a ser iguales aún después de que se encuentre una vacuna -cuando quiera que esto sea y si es que se encuentra-.

Hasta los saludos tradicionales entre familiares y amigos serán diferentes.

Quién volverá a dar la mano o a saludar de beso a alguien?

El COVID-19 cambiará para siempre la forma en que nos comportamos, además de hacernos definir las verdaderas prioridades para nuestras vidas.

Será la acumulación de dinero siempre una meta?

Ningún dinero puede comprar la simple libertad de movilización de que disfrutábamos antes.

Para qué, acaso se puede volar libremente en aviones privados o viajar en lujosos yates?

A qué puerto seguro, a ver qué, quizá cómo nos contagiamos del virus en Disney World, Londres o Roma?

Los campos de esquí de los ricos y famosos, Las Vegas con el interminable sonido de las máquinas tragamonedas, revivirán algún día?

El valor del tiempo, ahora que nos sobra tanto

Fama y fortuna; volverán a ser importantes?

La ambición humana posiblemente permanezca por siempre, pero quizá lo que se ambicione sea lo que cambie.

Estaremos felices de haber sobrevivido, ojalá que con todos nuestros seres queridos.

Apreciaremos más la vida y la libertad que hemos perdido durante toda la cuarentena y quién sabe por cuánto tiempo más.

Quizá habremos aprendido el valor del tiempo, ahora que nos sobra tanto.

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