¿Una nueva normalidad en un viejo orden social?

MA
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14 de mayo de 2020
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12:47 am
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¿Una nueva normalidad en un viejo orden social?

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Óscar Armando Valladares

Observadores y opinantes, duchos en reproducir lo que oyen de afuera, hablan ligeros de lenguas de la “nueva normalidad”, frase con que imaginan escenarios allende la epidemia nacional y la pandemia planetaria. En foros, reportajes y columnas de opinión, empresarios, políticos, religiosos, conductores, analistas, se refieren al asunto desde ópticas casi subjetivas y por ende interesadas o, en el menor de los casos, tomadas con ligereza.

Para comenzar, ¿qué entienden los seguidistas por nueva normalidad? Y la anterior, la normalidad a secas, ¿cuál ha sido y qué la hará diferente – o nueva- como postula cada cual? ¿El sector público, el sector privado, los poderes fácticos, los profesionales? Es que después del virus ¿devendrá una nueva situación de carácter general o de cambios de conducta? Y en el ámbito institucional, ¿podrá haber otra normalidad, cuando desde hace mucho estamos, más bien, en un estado irregular?

Es una verdad como un templo, que al descender la incidencia del terrible flagelo, lo que siga será, por efecto, diferente, entre pueblos y países, entre clases y segmentos sociales. Para unos pintará nuevo en términos de renovación de métodos, de sistemas. Para otros, nuevo en materia de recuperación basada en el alto precio. Y, probablemente, de oscuro empeoramiento para quienes han experimentado una situación de normal pobreza y de rezago en salud, educación, trabajo, por fin, en sus derechos humanos.

¿Una nueva normalidad en un viejo orden social?

Es que acaso, el viejo orden económico-político existente, del que se omite toda alusión, ¿se entiende, se desentiende o correrá sobre las mismas ruedas de esa “nueva normalidad?. ¿No será, ni más ni menos, un reacomodo de las fuerzas y sectores dominantes para que -después del diluvio virulento- todo siga igual, con excepción de la gente que en punto de oportunidades suele ir de hoy a ayer?

Fundamentados en estas interrogantes -que llevan implícitas respuestas y esperas deductivas-, hablemos políticamente de tres en tres: del pasado, presente y futuro del país; de los tres poderes del Estado y del gobierno vigente, para inferir lo que realmente podría resultar, a fin de cuentas. Hablemos, entonces, del mismo signo partidario en la cima de la nación, originado en la sombra de un cruento golpe manu militari, prolongado inconstitucionalmente, falto de credibilidad y transparencia, sostenido por el fuego de las armas, apoyado por el brazo imperial, por decir “yes” a todo petitorio, propagandista -como ninguno- para acallar la crítica mediática, afín -en suma- a prácticas non sanctas…

Para agravar los males sociales, viénese encima la virulencia que nos agarra sin un sistema sanitario ni un plan nacional de salud orientado a dar prioridad a los grupos más necesitados, como manda la letra inobservada de la Constitución. Frente a la crisis -la más aguda de las que el régimen se ha visto envuelto y el pueblo ha requetepadecido-, se monta a prisa la cuarentena y el cuerpo médico y de enfermería, hasta hace poco vilipendiado por sus demandas callejeras, asume la vanguardia, mientras el aparato de seguridad -perito en bombas lacrimógenas- acata, con menor dureza que la habitual, la aplicación del toque de queda “absoluto”, que sus propias familias incumplen por justas razones de necesidad.

Así las cosas, ¿exuda confianza el gobernante y sus cadenas? ¿No le resta la huella de un pasado continuo y un cúmulo de promesas imaginarias como las líneas ecuatoriales?

Si a tenor de sus propias palabras, “lo peor está por venir” (afirmación de variadas aristas); si en el trasiego de entregas de ayudas y compras de “emergencia”, se han filtrado -igual que en todos estos años- denuncias de manejos impuros; si su largo mandato expirará supuestamente al cierre de 2021, ¿qué vino nuevo en odres viejos nos va tocar si sobrepujamos el insidioso COVID-19? Lo cierto, y ello es lo esencial, mientras en los cielos de la política vernácula prevalezca la “santísima” trinidad -Legislativo, Ejecutivo, Judicial- y un solo “padre” verdadero, ¡adiós a las esperanzas inmediatas de un nuevo estatus -medianamente positivo- en la convulsa matriz hondureña!

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