El papel de la ciencia

MA
/
15 de mayo de 2020
/
01:10 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
El papel de la ciencia

Marzo de mujeres

Carolina Alduvín

Desde hace varias décadas escucho a mis colegas científicos latinoamericanos disertar sobre las múltiples dificultades que conlleva su oficio, desde la incomprensión de los administradores de las instituciones que los emplean, hasta la falta de reconocimiento social, pasando por la escasa importancia que los tomadores de decisiones otorgan a sus hallazgos, el valioso tiempo que deben invertir en justificar el presupuesto que se les asigna y conseguir las ampliaciones necesarias para conseguir los resultados que, suelen ser esquivos. En fin, una actividad que, no falta quien concluya, es cosa de lunáticos –los genios muchas veces lo son–.

Muchos de ellos se formaron en instituciones de renombre en otras latitudes y, añoran las condiciones de abundante normalidad logística donde, si bien trabajaron como subordinados de sus tutores, tenían libertad e iniciativa para trabajar en el tema seleccionado, con apenas la presión de obtener resultados publicables dentro de un plazo razonable. El financiamiento de sus investigaciones solía ser preocupación del jefe y también había quien ayudara con los pormenores administrativos. Volver a casa, casi siempre significó una especie de retroceso, encontrar su lugar ocupado por alguien más y comenzar de cero, desde el espacio de laboratorio hasta la posición dentro de la jerarquía.

Lo que no había escuchado, sino hasta hace poco, son las quejas de los hombres y mujeres de ciencia que trabajan en países de lo que se ha dado en llamar primer mundo. Sus problemas no son de orden logístico, pero también tienen que ver con el financiamiento; puesto que en todas partes los presupuestos son finitos, los fondos públicos están sujetos a la gran demanda que se genera entre todas las instituciones de los diferentes niveles de gobierno. Esto es especialmente cierto en el sector salud, los investigadores deben competir entre sí por los fondos disponibles y, la competencia suele ser feroz, orientada sobre todo por resultados, estos suelen medirse en términos de publicaciones en revistas indexadas; de ahí la fiebre por publicar cuanto antes mejor, cualquier avance por insignificante que pudiera parecer.

Se puede decir que en el sector académico existe aún cierta libertad para que los investigadores trabajen en lo que se ha dado en llamar ciencia básica, es decir, la que no tiene o no se le ha encontrado todavía aplicaciones prácticas inmediatas, pero sin la cual, la tecnología no sería posible. En la industria, la historia es diferente, el objetivo no es el conocimiento en sí, sino la viabilidad comercial de los productos que generen las investigaciones. De ahí que, los productos destinados a diagnosticar, prevenir o tratar las enfermedades prevalentes en las zonas tropicales, donde se ubican muchos de los países en desarrollo, no sean prioridad para las grandes compañías farmacéuticas transnacionales.

La actual pandemia tiene ya varios antecedentes en el presente siglo, brotes que se presentaron de forma severa en otros continentes y que de una u otra forma se pudieron contener, pero que dejaron vislumbrar que lo que ocurre en estos días, era solo cuestión de tiempo. Todos los días escuchamos de uno u otro grupo de investigación que buscan de manera simultánea, y utilizando diversas estrategias, una vacuna contra esta forma inusualmente agresiva y contagiosa de influenza. No faltan voces que claman haber estado sobre la pista de tal inmunización desde 2003, cuando la primera versión del SARS hizo estragos en Asia; sin embargo, luego de un tiempo, se les cortó el financiamiento porque el brote ya estaba controlado y, sobre todo porque las poblaciones afectadas, supuestamente no tenían gran poder adquisitivo. De haberles permitido continuar, el mundo hubiera estado mejor preparado contra el brote.

Aunque se nos haga creer que la corrupción es patrimonio de los países en desarrollo, los científicos, al haber sido dejados de lado con prioridades cambiantes y hasta inducidas hacia lo que genere mayores ganancias, nos dejan ver que en otras latitudes, igual impera la corrupción entre los tomadores de decisiones, sobre que investigaciones reciben financiamiento amplio y renovable o, las que están destinadas a preservar la salud y bienestar de enormes grupos de población en otras zonas geográficas, donde ni los individuos, ni sus gobiernos tienen la capacidad adquisitiva suficiente para que no se les cancele la oportunidad de ayudarles.

Más de Columnistas
Lo Más Visto