Las enfermeras, el veto y las elecciones

MA
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15 de mayo de 2020
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01:07 am
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Las enfermeras, el veto y las elecciones

Juan Ramón Martínez

El domingo recién pasado, mi hermana Ada Martínez, licenciada en enfermería por la UNAH, residente en los Ángeles, California, donde trabaja en un hospital, me hizo prometer que escribiría un artículo celebrando la labor que ejecutan sus colegas. Le dije que sí; pero sin saber que la fecha de la celebración mundial, era el martes anterior. Una simple referencia, Carlos Flores –muy discreto en los juicios personales– dice de mi hermana, que “ella es la mejor de la familia Martínez”, cosa que, me causó mucha gracia cuando me lo dijo, después que se enterara del parentesco. Mi hermana, dicho sea de paso, había atendido a doña Margarita de Flores, la madre del expresidente liberal. Y aparentemente, lo hizo satisfactoriamente. Reí y como estoy acostumbrado a las ironías de Carlos y él, a las mías, nos celebramos mutuamente.

El martes pasado, caí en la cuenta que, le había fallado a mi hermana. Pero le cumpliré este viernes. Tanto por el compromiso, el respeto que guardo a las enfermeras, como por el hecho que el sistema hospitalario hondureño, recarga en forma desmesurada, tareas que en otros países corresponden a los médicos. Aquí, son suyas y de los estudiantes. Aunque nunca he estado hospitalizado, cuando he visitado alguno, he visto su dedicación, su fuerza y carácter, cumpliendo una tarea, siempre con una actitud más comprensiva de los médicos que, en los últimos años, se han deshumanizado en forma evidente. De allí que, desde los sesenta en que trabajara en una pequeña ciudad sureña, llevaba como “mandamiento” que no debía tener malas relaciones con el alcalde, el cura y la enfermera. La que estaba en Langue en 1966, era una joven guapa, pulcra y educada a la que siempre vi pasar, con admiración y simpatía. Desde entonces anticipé que en el momento de mi muerte — segura e inevitable– el último rostro humano que veré, será el de una enfermera. Pero como todas las cosas, el tratamiento que el sistema público les ha dado hasta ahora a las enfermeras, no ha sido el mejor. En la crisis sanitaria que atravesamos, las enfermeras están, un paso adelante de la primera línea. Y para mi asombro –que no debe ser tal, porque conozco la lentitud de la burocracia– una gran parte de ellas, trabajan sin el acuerdo legal correspondiente. Por ello cuando Mauricio Oliva, médico, especialista en cirugía, propuso y logró que el Congreso Nacional reparara esta falla, agregando el otro personal que está junto a médicos, camilleros, conductores de ambulancia y, otros, obligando al Poder Ejecutivo a cumplir con la ley, lo celebré con entusiasmo. Tanto por las enfermeras como porque en el gobierno, trabajan miles de personas sin acuerdo, en una precariedad jurídica que muestra las irresponsabilidades gubernamentales.

Lo que me sorprendió, definitivamente, fue el veto de JOH. Y, mucho más, los argumentos usados. No hay duda que la acción de Oliva, tiene motivaciones políticas. Nadie lo puede dudar. Lo que sorprende es la discretísima envidia del titular del Ejecutivo que, en vez de preparar una propuesta complementaria, para resolver problemas inexistentes de personal que no ha nombrado, debió aprovechar para que el gobierno que dirige, se sometiera al amparo obligatorio de la ley. En términos humanos, percibo un tufillo a incomodidad infantil que, me extraña en JOH que, pese a su inevitable ruralidad, tiene una enorme sensibilidad política. No puede tener celos de Oliva, porque sabe cuál es el volumen de la opinión electoral que rechaza su gobierno. Y que está terminando su período, por lo que es necesario perfilar las figuras con las cuales el PN tendrá que enfrentar una oposición feroz, en el 2021. Aparentemente, JOH prefiere trabajar con personas de bajo perfil que no arrojen sombra sobre el suyo. Es natural. Es, ¿egolatría? No lo sabemos. Es una enfermedad, que no tiene vacuna. Y los gobernantes, de tanto oír ditirambos de los áulicos servidores, terminan creyéndoselos. Por ello, veo con estupefacción las justificaciones del veto, –las más extrañas, nunca jamás oídas– en lo referido, a ser incluyente. Suena bien. Pero no disimula, nerviosismo político; mala asesoría y mucha ignorancia de la superioridad del Congreso que, aprueba, todos los actos del Ejecutivo. Y olvida que pronto iremos a elecciones.

Feliz Día de las Enfermeras. Abrazos para “la mejor de los Martínez”.

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