PANDEMIA Y CULTURIZACION

ZV
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17 de mayo de 2020
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12:01 am
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PANDEMIA Y CULTURIZACION

ESTA cuarentena por el COVID-19, que justo ahora alcanza los dos meses de confinamiento con los resultados en cifras alarmantes que cada día se nos dan a conocer en cadenas nacionales de radio y televisión, es un marco preciso para que los hondureños y otros pueblos circunvecinos nos auscultemos a nosotros mismos, tanto en las esferas materiales como espirituales, respecto de nuestros comportamientos en dirección a salir airosos frente a cualquier tipo de calamidad. Pero, sobre todo, frente a los desafíos económicos y políticos nacionales e internacionales. Desde luego que los hondureños tal vez tengamos que poner mayor acento en problemáticas internas, las viejas y las nuevas, que se han venido acumulando en estos últimos veinte años.

Debemos, en un primer diagnóstico, reconocer con profunda sinceridad que todos, sin excepción alguna, somos responsables de “algo”. Directa o indirectamente. Y que en consecuencia todos debemos practicar el autoanálisis autocrítico para sedimentarlo hacia una conciencia histórica más o menos común, con el propósito central de encontrar los caminos básicos factibles, realizables, en todos los plazos posibles. El primer plazo, en la actual coyuntura, es reconocer nuestros límites reales acumulados en doscientos años de vida independiente. En el mismo contexto debemos identificar las grandes oportunidades desperdiciadas que pudieron haber permitido el arranque económico y cultural a nivel nacional. Conviene subrayar este aspecto porque sólo en países atrasados como el nuestro suele separarse el factor cultural del factor económico, como si el primero se tratara únicamente de la vida “farandulera” de algunos artistas excéntricos. El factor cultural involucra a toda la nación. En todas sus manifestaciones espirituales expresivas, tradicionales y novedosas, que le imprimen sentido a la existencia del pueblo mismo. Pero esas expresiones requieren de un respaldo económico real en la vida cotidiana.

Un segundo plazo de jornada reflexiva autoanalítica, tendría que enfocarse en las grandes potencialidades escondidas de Honduras, en todos los rubros económicos posibles, ahí donde la realidad se convierta en un manantial esperanzador. De hecho en nuestro país se han practicado en el pasado algunas evaluaciones estratigráficas en los órdenes geológicos y geográficos, a fin de detectar la antigüedad y calidad de los suelos, lo mismo que la posibilidad insospechada de cultivos agroalimentarios. También se han estudiado las capacidades hidrológicas de cada cuenca y microcuenca. Pero casi todo ha quedado abandonado, lo hemos expresado varias veces, en los “cajones polvorientos del olvido”. O en los lenguajes enredados o facilones, según cada caso, de algunos técnicos de ocasión.

Hay que culturizar informalmente, y sistemáticamente, a la población campesina y orientar a los trabajadores urbanos y semiurbanos con cierto acceso a la educación formal, sobre tales limitaciones y sobre las grandes potencialidades de desarrollo nacional. Esa culturización debe ocurrir todos los días y semanas del año, hasta que logremos algunos avances en materia de prioridades fácticas para sacar adelante al mayor porcentaje de nuestro conglomerado todavía empobrecido.

Una de nuestras tantas falencias es una especie de vacío en el capítulo del concepto de “competitividad sana”, entre unos y otros. Por ejemplo, a veces se realizan jornadas de física o de matemáticas más o menos exitosas, entre estudiantes de secundaria, y luego se abandonan para “nunca sin falta”. No hay sistematicidad ni mucho menos perdurabilidad. Este es el momento, en que cada quien en su casa, razone en forma conciliadora para encontrar el camino más apropiado que conduzca a Honduras por los derroteros del éxito material y espiritual, incluyendo la parte política conectada al buen espíritu de convivencia nacional.

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