LA RED Y LA RUPTURA

MA
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19 de mayo de 2020
/
12:44 am
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LA RED Y LA RUPTURA

LAS BUROCRACIAS EN LA EMERGENCIA

COMO dijimos, alejen cualquier suposición que en esta columna haya prejuicio alguno hacia las redes sociales. Si una parte del periódico es el escrito tradicional distribuido en forma impresa, la otra son los portales de la web, la interacción por las redes, el internet, el PDF que en forma gratuita ahora se envía a lectores y público en general, el TribuChat en bot, que acabamos de lanzar. Comentábamos ayer el mensaje recibido de un ejecutivo. “Según MKT los jóvenes siguen Instagram, YouTube, FB y Twitter, en ese orden y ahora TIKTOK”. Puede que así sea. Solo que lo que llega por ese medio a cierto público, proclive a las frivolidades, al morbo, a la diversión, al espectáculo, a lo superficial, no se transmite a otro tipo de auditorio. No al que una empresa quiera llegar con su publicidad. Sencillamente porque si de repente a uno de esos usuarios les llega algo serio, digamos, un anuncio comercial, lo bloquean, lo ignoran, no lo ven. Se trata de mercados diferentes.

El espejismo creado –por dar un ejemplo–es porque el video del soldado TIKTOK se hizo vírico. Claro, por la naturaleza del contenido, fue compartido y reenviado por usuarios de las redes. Incluso reproducido en medios convencionales. Pero el anuncio de un negocio, si es que llega a alguno de sus clientes –engañados con el uso de Twitter, Instagram, FB, etc., para promocionar cuestiones de índole seria o comercial– no tiene igual efecto. “A no ser que los propietarios de la empresa deseen aparecer en pantaloncitos cortos bailando el “tra-tra-tra” promoviendo su producto. La razón por la cual el periódico capta el interés de espectadores es porque lo que divulga, ya sea en sus portales digitales o en su versión escrita, es información de interés general, notas capciosas, o primicias, reportajes llamativos, material entretenido o pegajoso, noticias sensacionales, periodismo investigativo, criterios de opinión, noticias de los problemas nacionales o del mundo internacional o de interés cultural o educativo. El surtido ofrecido –como los colores de un calidoscopio– sí capta la atención de muchos –sectores de poder adquisitivo– que, de paso, se detienen a ver el aviso de una institución o el anuncio de una empresa. Un titular a cinco columnas de portada –como una foto inusual– influye en las élites que deciden. Así que esas agencias de publicidad o técnicos de mercadeo –víctimas de la falsa ilusión óptica– que recomiendan a sus clientes promocionar en esas redes sociales, los están haciendo gastar pólvora en zopilotes.

Sin duda que el mayor cambio sufrido en los últimos tiempos ha sido el giro tecnológico en la comunicación. La forma de interactuar ha cambiado. Las redes desplazaron la forma de comunicarse con amigos y familiares y hasta las llamadas internacionales, que ahora se realizan con el uso del Wifi. Hay una especie de erupción en la libertad de transmitir mensajes. Se consigue información abundante al instante; aunque cuidado con qué tipo de información. Despiertan la creatividad. Pero, ojo, también la maldad, la propagación de mentiras y de hechos manipulados. Innegable que las ventajas son impresionantes. Pero también los efectos negativos. No todo en las redes es alegría. Crean adicción. Como la droga en el organismo. Nutrieron la “modernidad líquida” –descrita por Bauman– con el efecto insustancial y vacío de la sociedad. Han hecho de la sociedad una más polarizada, conflictiva, agresiva y hasta violenta. Las “chatarras de los chats” y los zombis hipnotizados en sus pantallas digitales ocupan los espacios para desfogarse, insultar, acosar, humillar, calumniar e intimidar. Produce burbujas de falsa seguridad, de asiduos a los “likes” y a postear todo tipo de sandeces para agradar al club y atraer un bulto de seguidores. Dudoso que toda esa feligresía sea de amigos, por lo que fomenta la hipocresía. Hospeda a una multitud de iletrados, con desprecio a la buena ortografía y a la sintaxis. Conspira contra el buen hábito de la lectura, indispensable para una sólida formación. Cuántas veces, recordando a los abuelos y a los padres se dice con resignación: “Esos hombres y mujeres ya desaparecieron, no vuelven a repetirse”. ¿Y cómo va a haber repetición de algo formado con valores distintos, hoy en día ya depreciados? ¿Qué liderazgo sólido, instruido, culto puede esperarse para el presente y el cercano futuro si está agrietada, a punto de la ruptura, la base sólida de conductas y actitudes, de exigencias que formaban, informaban y cultivaban la ética, el talento y el intelecto del individuo? (Continuará).

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