Cara y cruz de la pandemia

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20 de mayo de 2020
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01:19 am
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Cara y cruz de la pandemia

Déjame que te cuente…

José María Leiva Leiva

Me detengo en tres oportunas reflexiones. La primera, a título propositivo atribuida a Albert Einstein, autor de numerosas grandes frases para la introspección, cargadas de “un gran espíritu de superación personal, de lucha contra el miedo y de fomento por la creatividad”, particularmente si las consideramos en momentos difíciles y peligrosos como los que estamos viviendo estos últimos meses, en los que necesitamos con urgencia de una pronta solución, visualizando una luz al final de este túnel que a ratos pareciera volverse una tortura y un flagelo interminable.

Hablamos del concepto de crisis, que en palabras del gran físico y pensador comprende la siguiente manifestación del saber: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado”.

“Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

La segunda reflexión, de autor desconocido apunta en dos direcciones, reconociendo en primer lugar, que la humanidad entera está sufriendo, directa e indirectamente, los efectos nocivos de esta pandemia. Y en segundo lugar, separando la forma que tenemos los seres humanos de ir haciéndole frente a esta calamidad universal. Su enunciado en clave filosófica habla en primera persona manifestando: “Escuché que todos estamos en el mismo barco. Pero no es así… Estamos en la misma “tempestad”, pero no en el mismo barco”.

Cara y cruz de la pandemia

“Tú barco tiene unas condiciones y el mío puede tener otras muy diferentes. Para algunos, la cuarentena está óptima: momento de reflexión, de reconexión. Suave, en chanclas, con un whisky o un té. Para otros, esto es una crisis desesperante y un momento de gran angustia. Para algunos, una paz, un tiempo para el descanso, unas vacaciones… Para otros, una tortura: ¿cómo voy a pagar mis cuentas? Algunos están ocupados en elegir series de TV, nuevos aprendizajes y leer varios libros. Otros están preocupados por el pan para el final de semana”.
“O si los fideos alcanzan para unos días más… Algunos están en el “home office” de su casa campestre. Otros están revolviendo basura o rindiendo el mercado para sobrevivir… Algunos quieren volver a trabajar porque se les está terminando el dinero. Otros quieren matar a aquellos que rompen la cuarentena, pues su caso o familia cercana es población de alto riesgo. Algunos necesitan romper la cuarentena para hacer cola en los bancos y sacar un préstamo, o para ir donde un amigo que les va a facilitar un dinero”.

“Otros critican las decisiones que se toman, y emiten mil comunicados con información sin verificar. Unos tienen fe en Dios y esperan sus milagros durante este 2020. Otros dicen que lo peor está por venir. Entonces, amigos, no estamos en el mismo barco. Estamos pasando un momento en el cual nuestras percepciones y necesidades son completamente distintas. Y, cada cual saldrá a su manera de esa tempestad…”.

Y la tercera reflexión se presenta a manera de paradoja de la vida, cuando presenta una realidad que se contradice con una teoría de la acción en términos que no se tocan, tan cercanos, pero al mismo tiempo tan distantes, tal es su enunciado donde “el aire es puro pero es obligatorio usar una máscara. Las carreteras están vacías, pero es imposible hacer un viaje largo. Las personas tienen las manos limpias pero hay una prohibición de estrechar las manos”.

“Los amigos tienen tiempo para sentarse juntos pero no pueden hacerlo. El cocinero dentro de ti está loco, pero no puedes llamar a nadie para almorzar o cenar. Todos los lunes, el corazón anhela la oficina, pero el fin de semana no parece terminar. Los que tienen dinero no tienen forma de gastarlo. Los que no tienen dinero no tienen forma de ganarlo. Hay suficiente tiempo disponible pero no puedes cumplir tus sueños. El culpable está por todas partes pero no se puede ver”. Y no menos cruel la última puntada: “si alguien deja este mundo, no puede ser despedido”, dicho ello, aún si no mueres del virus asesino, sino que de otra causa. Sin duda, malos tiempos para enfermarte, y peores para despedirte de los tuyos… sin pena, ni gloria. Así de jodida está la cosa.

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