El reflejo del futuro

MA
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26 de mayo de 2020
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12:07 am
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El reflejo del futuro

Rafael Jerez Moreno
Twitter: @RafaJerezHn

Las restricciones a los derechos constitucionales a raíz del COVID-19 le dieron una válvula de escape a un gobierno desprestigiado, una especie de tregua para tratar de enfrentar lo que se venía objetando, pues quien controla el poder, controla los recursos. El mal le vino bien. La oposición política, los opositores y demás sectores de la sociedad, decidieron dejar sus diferencias a un lado y aunar esfuerzos para que se tomaran medidas inclusivas y razonables que mitigaran los efectos de la pandemia, pero el mal político, ni en medio de una crisis, deja de ser un mal político.

En diversas ocasiones se les sugiere a los generadores de opinión, periodistas y miembros de la sociedad civil en general, que moderen su discurso para evitar caer en sesgos improductivos. También, porque no hacerlo “trae consecuencias”. Con justa razón, el conocimiento científico abre las puertas para expresarse con propiedad y tomar posición por los hechos, y no por los partidos o intereses particulares. Sin embargo, no se debe confundir la mesura con la comodidad. Hablar desde los privilegios es sencillo, y para ser sinceros muchos hemos sido privilegiados, y no necesariamente por poseer grandes cantidades de dinero. En un país con un alto porcentaje de la población viviendo en situación de pobreza, haber tenido acceso a servicios de salud y educación privados, poder adquisitivo para la compra de alimentos, entre otros, nos coloca en esa situación.

Toda regla general tiene su excepción. Ninguno de nosotros sabía que durante su vida sería testigo de una pandemia. Antes de vivir esta situación, buena parte de nuestros políticos ya daban clases de corrupción e impunidad desde los poderes del Estado. Eso no surgió con el virus. Lo que quizás muchas personas comprendieron, es que en excepciones como esta, indistintamente de la clase social a la que crea pertenecer, la sobrevivencia de muchas personas sí depende del Estado. El mismo Estado que tácitamente decidieron despreciar cuando ejercieron el sufragio por políticos incapaces y corruptos, al menos los que toman decisiones. Generalizar no es correcto, pero debemos reflexionar sobre qué responsabilidad tenemos cuando los diputados y diputadas capaces y honestos, son minoría en el Congreso Nacional.

En plena crisis, señalados por narcotráfico, irregularidades en la compra de bienes y servicios para combatir el virus, saltándose el confinamiento en estado de ebriedad, proponiendo que regrese la Liga Nacional de Fútbol, aprobando reformas en contra del Ministerio Público, y sin olvidar el nuevo Código Penal. Esos son los representantes que tenemos. ¿Y los que merecemos?

Entre más oportunidades has recibido, mayor es tu responsabilidad con la sociedad. Las iniciativas ciudadanas que han surgido basadas en la solidaridad son una demostración de lo que una ciudadanía organizada puede hacer en etapas de crisis. Ese civismo no debe desaparecer, es un imperativo preservarlo y perfeccionarlo. Más temprano que tarde, buenos ciudadanos se animarán a entrar a política. En lugar de criticarlos, el deber de aquellos que no den el paso al frente es respaldar a los que sí lo hacen. Combatir la corrupción e incapacidad se logra valorando el Estado y a quienes lo representan. El político es un reflejo de la sociedad. Miremos al espejo y preguntémonos ¿qué reflejo es el que queremos ver en el futuro?

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