¿Quién es la corrupción?

MA
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27 de mayo de 2020
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12:32 am
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¿Quién es la corrupción?

Déjame que te cuente…

José María Leiva Leiva

Transparencia Internacional, señala que en varios países “La corrupción es un fenómeno estructural y sistemático que está presente en la gestión pública nacional, municipal y departamental”. Tal señalamiento refleja que en estos países, “ningún sector, ni el público ni el privado, se salva de ser altamente propenso a ella; que la tenemos interiorizada en nuestro ADN; que somos una sociedad corrupta y que llegamos a ese punto por no haber hecho algo realmente importante para combatirla y evitarla. Ni este gobierno, ni el anterior, ni el de más atrás. Ninguno”. Pablo Felipe Robledo (colombiano). https://www.elespectador.com/

Robledo sentencia que “un país honesto se consolida a través de la convicción íntima de los ciudadanos de querer hacer bien las cosas, de la interiorización de unos valores y del desprecio por unos desvalores, pero también, y ello es vital, del ejemplo, el cual debe empezar por el Estado y sus funcionarios, a través de una verdadera política pública”. Desde luego se habla más del papel del Estado como crítica y propuesta, pero muchísimo menos de nuestras acciones, muchas veces reñidas con el orden público, la moral y las buenas costumbres, o bien y del rol que podemos desempeñar en esta cruzada los ciudadanos y habitantes de un país, coadyuvando como un todo entre los miembros de la colectividad, y la comunidad políticamente organizada.

En este caso, me llama la atención lo expuesto por el periodista ecuatoriano Rubén Montoya Vega, en su artículo “Corrupción no soy yo”, de amplia difusión en la red, al señalar: “Soy el médico que ordena exámenes complejos, quizá innecesarios, en el laboratorio que me paga por cada cliente que le doy. Soy el abogado que se inventa gastos que no hace y coimas que no reparte. Y de los que estafan al fisco, yo soy el contador. Soy los 40,000 burócratas que alargan o entorpecen un trámite por el cual el Estado les paga a tiempo, y bien. Soy los 15,000 conductores multados cada mes por estacionar en doble fila, y los miles más que no lo fueron por manejar viendo el celular”.

“Soy el tendero que usa balanzas amañadas. Soy el proveedor que infla los costos y el gerente de suministros que se lleva el sobreprecio. Soy el supermercado que paga a sus proveedores cada 3 meses, aunque recibe a diario el fruto de sus ventas. Soy los cientos de jueces o fiscales que tarifan sus providencias y sus dictámenes. Y soy los tribunales que cobran por liberar o encarcelar, sin que cuente la inocencia o la culpabilidad. Soy quien contrata a extranjeros para “ayudarlos” y les paga menos del sueldo vital. Soy el empresario que retiene los aportes a la seguridad social de sus trabajadores, y soy los trabajadores que pasan 2 horas chateando vía Whatsapp. Soy la comisión que amaña concursos que llama de méritos, pero son de compadrazgos. Soy el profesor que no va a clases o va poco, pero cobra todo el sueldo sin titubear. Soy el alumno que plagia sus tesis o sus tareas y acostumbra a llevar chuletas a sus exámenes”.
“Soy -dice-, las amas de casa que no afilian a sus empleadas y soy las empleadas que roban comida a sus jefas. Soy el bacán que escucha música como si viviera en un descampado, bota basura donde se le canta e insulta a quien le reclama. Soy el padre que inculca a su hijo que lo importante es tener, llegar como sea. Ganar. Soy, en fin, el ciudadano bueno, devoto y honesto, patriota y trabajador, que maldice haber nacido en este país. Porque alguien nos desgració la vida llenándola de políticos corruptos. Son ellos los culpables, los que joden a la nación. ¿Quién diablos los habrá elegido? Siempre me lo pregunto. Porque la corrupción son ellos: la corrupción no soy yo”.

Sobre el particular, unos años atrás también leímos otro escrito de autor anónimo que hacía descansar el problema de fondo, precisamente en nosotros mismos. Nosotros como electores, como pueblo, como materia prima de cada una de estas sociedades. ¿Y por qué razón? “Sencillamente porque pertenecemos a países donde hacerse ricos de la noche a la mañana es una virtud mucho más preciada que formar una familia a largo plazo basada en valores y respeto a los demás. Países donde la gente se siente triunfal si consigue volarse el cablevisión del vecino”.

“Países donde las empresas privadas son papelerías particulares de sus empleados deshonestos que se llevan para su casa, hojas de papel, bolígrafos, carpetas, marcadores y todo lo que pueda hacer falta para la tarea de sus hijos. E igual o peor ocurre con los burócratas del Estado. Países donde la gente inventa a la hora de llenar sus declaraciones de Hacienda para no pagar o pagar menos impuestos. Países donde las personas tiran basuras a las calles y luego reclaman a la autoridad competente por no dar mantenimiento al drenaje”.

“Países donde los certificados médicos se pueden comprar, sin hacer ningún examen. Donde una chamba se logra por una recomendación política y no por capacidad. Países donde la justicia es igual a las serpientes. Solo muerde a los descalzos”. El artículo concluye en que mientras nadie señale un camino destinado a erradicar primero los vicios que tenemos como pueblo, nadie servirá, pues los gobernantes tendrán que seguir trabajando con la misma materia prima… defectuosa”. Por ende la pregunta sigue siendo la misma ¿quién diablos eligió a estos políticos corruptos? Aunque claro, para mayor inri, hay que agregar, como sucede en nuestro cenagoso sistema político, que no hace falta votarles, pues ellos mismos se “güevean” las elecciones.

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