A casi 40 años de sacerdocio del Padre Ovidio

MA
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30 de mayo de 2020
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01:05 am
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A casi 40 años de sacerdocio del Padre Ovidio

A sus 67 años, el padre Ovidio Nery Rodríguez sigue librando grandes batallas con trabajo pastoral en la iglesia, llevando la palabra de Dios y también la ayuda material a los pobres, desde su parroquia “Divino Niño Jesús”, que fue fundada por el padre Roberto Paiz Castillo, en el sureste de la capital. A casi 40 años de sacerdocio, con sus altibajos, como él mismo reconoce, dice que su opción por la iglesia fue una decisión madurada, pero reconoce que su carácter le juega sus pasadas; hasta que llegó el odioso visitante que tiene al mundo en completo encierro, el trabajo pastoral y social iba “viento en popa”.

Ovidio Nery Rodríguez Arguijo nació el 26 de abril de 1953, en la aldea de Cofradía, Cantarranas, hijo de Justo Pastor Rodríguez y Beatriz Arguijo. Figura entre los 10 hermanos, de los cuales, tres fallecieron.

–¿Está encerrado?
Estuve interno, me dio neumonía dos veces y hace tres meses fui al neumólogo a chequeo general y me dijo: no visite enfermos, no se arriesgue. Y aquí estamos, sin salir.

–¿Y no ha salido todo este tiempo?
Solo cuando fuimos a ensayar el protocolo para empezar las celebraciones, haciendo un filmado que se enviará a las parroquias para abrir ahora. Salí bien protegido, parecía médico.

–Ya son muchos años de vida religiosa…
Voy a cumplir 39 años, desde que fui ordenado.

–¿Es feliz en su vida sacerdotal?
Siempre fue una opción madurada, que no dejó de pasar sus pruebas y las pruebas nos purifican.

–¿Su familia fue muy religiosa?
Crecí en una familia de mucha piedad, esa piedad popular que tiene sus raíces y que nos hizo ahondar en la fe.

—Ingresa al Seminario Menor…
Hice mi primaria en mi aldea natal, Cofradía, Cantarranas, después migramos a Talanga, donde mis papás lograron superar la pobreza, por un trabajo que les vino y ahí culminé mi primaria, después pasé al Seminario Menor.
Monseñor Héctor Enrique Santos era muy amigo de un tío mío, que era muy profesional aquí en Tegucigalpa, él hizo el conecte y entré al Seminario Menor. El bachillerato lo terminé en el Colegio San Miguel.

–Un tiempo de prueba…
Con el acompañamiento espiritual pasamos al Seminario Mayor, ahí viví una parte y después me pidieron un tiempo de prueba, por inmadureces. Generalmente dan un informe de nuestras fortalezas, debilidades y lo que debemos mejorar.

–¿En su caso…?
El carácter. Durante ese tiempo trabajé como maestro en el Instituto Sagrado Corazón, conocí a mis alumnas, que ahora son feligreses de mi parroquia. Todas son médicos.

–¿Cómo regresó?
Al cuarto año, el cardenal Rodríguez, que era obispo auxiliar, me acompañó y me mandó a estudiar cuarto año de teología a Guatemala.

–Considera todo eso un comienzo difícil…
No tanto. En el segundo año de teología siempre se dan esas crisis, no solo yo, salimos seis seminaristas, de esos seis regresamos cuatro y de esos cuatro, somos sacerdotes dos. Son crisis, tenía 19 años y me pidieron tomar un tiempo para madurar una decisión y me sirvió de mucho. Esa fue la etapa quizás más crítica de mi vida.

–También es maestro…
Sí y en ese tiempo me asignaron catequesis a primer grado, pero después fui dando otras materias y quizás esa fue mi introducción a la enseñanza.

—¿Cuál fue su primera misión?
Monseñor Santos me mandó a formar delegados de la palabra de Dios, después quedó vacante la parroquia San José Obrero, en 1983 y comencé un primero de mayo. Aprendí haciendo. Seis años trabajé con las religiosas de la Madre Teresa de Calcuta y le hice de chofer de la Madre Teresa cuando vino a Honduras.

—¿Cómo llega a Suyapa?
Monseñor Santos y Rodríguez me mandaron a Roma a estudiar una maestría por dos años, en teología, en la Universidad Gregoriana. Cuando uno va a estudiar afuera, no lo premian dándole la mejor parroquia. Hijo, necesito que vaya a Suyapa a poner orden, me dijo el cardenal.

—¿Y cumplió la orden?
Fueron años buenísimos, pero me costó mucho. La primera lucha fue contra las cantinas, en el 91 incluso, los cantineros me secuestraron por tres horas, hasta que llegó la Policía. Con doña Nora Gúnera, que está postradita ahora, es mi feligresa, comenzamos a poner orden. Con su ayuda y la Fundación Suyapa logramos que se hiciera la zona de reserva moral.

—La Nueva Suyapa es zona caliente, ¿siempre fue así?
Sí, incluso siempre hubo maras, había una mara que le decían la mara de la parroquia porque vivían cerca y su mi territorio coincidía con el de ellos. Para atender los niños en riesgo social, fundamos una escuela y unos talleres y eso evitó que esa zona fuera una explosión social grande. Ahora hay más orden.

—Año sabático…
Después de 15 años de trabajo intenso en Suyapa pedimos el año sabático para un reciclaje personal.

—Solo la peregrinación del 3 de febrero fundiría a cualquiera…
Cuando ya pasaba la misa del 3 de febrero, donde asiste el gobierno, yo sentía que ya había trabajado todo el año. Antes no teníamos celulares y pegaba unas caminadas en ese templo buscando a los empleados y a la gente, en medio de multitudes.

–La Fundación Suyapa es un brazo importante…
Tengo un agradecimiento muy grande a la fundación porque su canalización de ayuda a la basílica se le hicieron grandes cambios y restauraciones. Todo eso es muy caro y ahí está la obra, que la gente valora y aún siguen creyendo que soy párroco de Suyapa.

—¿Y ahora, en la parroquia del Divino Niño?
Durante seis años y medio, apoyados por el obispo y la Universidad Católica, estuvimos trabajando en Danlí y Tegucigalpa, formando laicos. Me metí de lleno con la Fundación Ana Wil y logramos muchas cosas: ecofonoges, mejoras de piso, pilas de agua. Seguimos trabajando, entregando merienda en las aldeas, kínderes y escuelas. La parroquia la funda el padre Paiz y estamos trabajando intensamente aquí.

—¿En medio de la pobreza la gente sigue teniendo fe?
Sí, los pobres son protagonistas de su historia cuando usted los involucra en el trabajo, pero lo que han hecho los gobernantes es dar una bolsa solidaria, ¿qué fomenta eso?, la mendicidad. Por qué no dan alimentos por trabajo. Hay una aldea que la semana que les llevan la bolsa solidaria, se dedican a jugar naipe porque tienen el sustento de la semana.

–Su mensaje en esta pandemia que nos tiene arrinconados…
El sistema de salud es débil y es donde hay más corrupción y lo sigue habiendo ahora, penosa y vergonzosamente se da, enriquecerse con la salud y la vida, eso es privarle la vida a un ciudadano robando, subiendo precios elevados. Costa Rica es un ejemplo de cómo vencer el virus porque tienen salud y educación, pero aquí es donde más corrupción hay.

–¿Y dónde se torció el camino?
Se recuerda de aquellas sendas huelgas de los maestros en el 2005, dejaron a los alumnos sin hacer nada, más los vacíos afectivos de las familias, lanza a los niños a las calles y a la descomposición.

–¿Se puede reconstruir el país, tras la pandemia?
Yo veo que el gobernante está perdiendo una oportunidad de recoger la gente más sensata y sabia y orientar esta pandemia; él solo ha empleado a la gente que piensa como él. Un sano pluralismo nos llevaría a enfrentar la pandemia con otra orientación. La Conferencia Episcopal ha sido profética en este tema en sus llamados.

–¿Usted cree que la pandemia no la enfrenta la gente capaz?
La enfrenta la gente afín, no la gente capaz. Esta pandemia nos enseña lo débil que es el poder y lo inútil que es tener riqueza. Dios debe ser el centro de nuestra vida. San Pablo nos dice que por todos lados nos aprietan, pero no nos aplastan; andamos con preocupaciones, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no aplastados. Tenemos la esperanza de que algo nuevo va a surgir.

—¿Si iglesia qué va a hacer para ayudar a los afectados?
En la parroquia estamos revisando el plan de apoyo a los emprendedores y tenemos que replantearnos el escenario nuevo, tener ilusiones, sueños y con fuerza llegar a otras metas, aprovechando esta pandemia para reconstruir. No es el huracán Mitch que nos llegó ayuda, todas las naciones están dañadas. Tenemos que hacer uso del poco recurso que tenemos.

—¿Qué nos trajo a esta situación tan dramática?
Estábamos viviendo una vida de espaldas a Dios, en un carnaval permanente. Estamos cosechando lo que hemos sembrado.

–Los afectados mueren solos en los hospitales…
Mi encargado de la pastoral de enfermos, que es diabético e hipertenso, anduvo viendo un caso en el hospital porque Jesús dio la vida por sus hijos, nosotros tenemos que darla. Se ha potenciado una pastoral más samaritana en Honduras y estamos llegando a los enfermos, hasta que crucen el umbral de historia, hasta que Dios le susurre en el oído: siervo fiel y prudente, entra.

—¿Qué les dice a los que no dejan ni hacer entierros?
Que no estigmaticen al difundo, ni a la familia, ni a la enfermera o el médico que ni los dejan entrar, los amenazan de muerte. En este momento debemos tener un solo pensar y un solo sentir porque todos estamos metidos en la misma barca, debemos sentirnos uno parte del otro, como en el matrimonio, que no hay un yo, sino un nosotros.

—¿Qué les dice a los nuevos corona-ricos?
Que no lo van a disfrutar, lo que mal se adquiere, mal termina y que el mandamiento es no robarás, no le robes la salud a un ciudadano porque cuando hacemos eso, privamos la vida a un paciente que necesitó medicamento o un aparato. El ministro de Salud en Bolivia está preso, en Paraguay y Guatemala, pero aquí no, les estamos aplaudiendo sus andadas. El que calla, otorga.

—¿Es correcto salir a dar dinero a las familias que están en las calles y bulevares pidiendo de comer?
Le voy a contar una experiencia de nosotros en un asentamiento humano cercano a la escuela Del Campo, la parroquia lo asistía. Les llevábamos agua porque no tenían, ahora ya recogen agua lluvia y les llevábamos la provisión para 15 días. Nos dimos cuenta que estaban pidiendo en el bulevar, entonces tuvimos una reunión con el patriarca, el papá y la mamá de esos hijos, diciéndoles que les matamos la ilusión de estudiar a los niños poniéndolos a pedir y en vez de estudiar, iban a ver que es mas fácil el dinero mendigándolo, que estudiando, y le dijimos: así no les vamos a colaborar. ¿Sabe qué nos dijo una de ellas?: ustedes son peores que los mareros, nos extorsionan, nos están diciendo que hagamos lo que ustedes quieren. Nosotros queremos comer pollo, queremos comer pizza. ¿Vale la pena apoyarlos?

—¿Y entonces?
Al pobre hay que enseñarle a vivir, no es simplemente quitarle el hambre en el momento porque eso es pan para hoy y hambre para mañana. Una caridad auténtica es ponerse de pie y que el otro se valga por sí mismo. Hay gente que aprovecha la coyuntura y despierta la sensibilidad alquilando a un niño. Hay casos de mendicidad que alquilan al paciente y en una silla de ruedas lo llevan a pedir. Es penoso, pero lo estamos viviendo.

—La Iglesia Católica también ha entregado ayudas?
Hemos sido un canal del Cohep y el Banco Atlántida, nos apoyaron. Nosotros nos organizamos en la parroquia y tenemos un financiamiento para entregar ayuda en las aldeas, donde hay pobres. Aquí no hay color político y soy testigo que algunos repartieron las bolsas en una de las aldeas de mi parroquia y a los que no eran del partido gobernante no les daban porque hay manchas bravas, gente tóxica que hace daño.

—¿Y van a abrir las iglesias?
Ya hay un protocolo y lo ensayamos. Estamos socializando esta propuesta, pero en la práctica nadie ha comenzado y hay que tener cuidado.

—¿Qué les dice a los irresponsables que son positivos y andan contaminado a otros?
El que no lleve mascarillas y aún si no está enfermo es un atentado. Los que están enfermos no se sientan estigmatizados porque Dios no juzga, no condena, sana nuestras heridas. Los que rechazan al contaminado, les recuerdo el evangelio, no hagas a nadie lo que no quieras que te hagan.

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