¡Hasta siempre Daniel Óscar!

ZV
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31 de mayo de 2020
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12:02 am
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¡Hasta siempre Daniel Óscar!

Independencia y recuperación patria

Por: Abog. Octavio Pineda Espinoza (*)

El abogado Daniel Óscar Rivera Mena era un abogado formado en los tribunales de justicia, un luchador por muchas causas, las cuales defendió a capa y espada siempre que creyera en ellas, era un tipo audaz y mordaz al mismo tiempo, era alguien que manejaba el derecho con sabiduría, con elegancia y con astucia, era cuando le tocaba, un caballero y cuando le tocaba, un decidido contrincante, en todos los campos y si se trataba de pelear con inteligencia un formidable contendiente, pero si tocaba con los puños también, al menos en su juventud.

Cuando yo lo conocí, estaba recién graduado del Instituto San Francisco y él, mi primo, ya era el secretario del Juzgado Primero de lo Criminal de Francisco Morazán, allá en aquellos tiempos donde esos juzgados estaban en la famosa PC, frente a la casa de otros amigos abogados como la familia Urtecho, cuyo padre había sido también un gran abogado y el más cercano era Roy Urtecho, expresidente del Colegio de Abogados, amigo de luchas universitarias.

Recuerdo vívidamente cuando decidí estudiar derecho, mi padre, un hombre forjado en el estudio, en la lucha y en la práctica, me dijo, hay que practicar algo de derecho antes de trabajar y de estudiar derecho, supongo que habló con mi primo porque un día me dijo, llevá tu máquina, -una máquina de escribir Olimpia que mi padre me había regalado y me había enseñado a utilizar- y andate al Juzgado Primero de lo Criminal, ahí enfrente de la PC, vas a ir donde tu primo Daniel Óscar, él te va a dar chance de practicar ahí. Yo fui tal como me dijeron, con mi maquinita, un poco asustado, tenía apenas 17 años, mi primo me recibió y tampoco me hizo favores especiales, me dijo ¡siéntate ahí y poné tu máquina porque aquí no hay máquinas libres, ahí te voy a ir pasando cosas para que vayas practicando!, mientras estuve ahí, que fueron creo, alrededor de 4 ó 5 meses vi lo importante que era mi primo, lo valiente también, ya se agarraba con el derecho con cualquiera y cuando le tocaban los puños también, una vez, con un militar subido me dijo: Tavo, ya vengo, si en dos horas no he vuelto búscame, y yo le pregunté, qué pasó primo?, mira, me dijo, un militar subido me quería amendrentar por un caso, y yo le dije que nos viéramos en tal campo a tal hora y que si era tan hombre ahí lo esperaba; yo esperé, pasaron las horas, y ya en la tarde lo vi llegar de regreso, le pregunté: primo qué pasó?, me dijo, vengo con mis magullones pero le monté… a fulano de tal, yo me morí de la risa, ahí me di cuenta que Daniel Óscar era mi primo, mi familia, parecido a mi madre, a su madre, y a mi padre, que también le sirvió de ejemplo.

Estoy seguro que como esta anécdota que cuento, hay muchas más que sus amigos, colegas cercanos y otros familiares tendrán; en fin, el primo se fue antes de tiempo, así como mi hermano Rafael, demasiado antes de lo necesario, demasiado antes para que se sintieran cómodos en su piel y en sus realidades, hay un pensamiento que dice, y yo lo creo vehementemente, que Dios se lleva siempre a los buenos primero, porque nos sirven de ejemplo, porque nos ayudan a rectificar el camino, porque nos enseñan que el amor, la hidalguía, el talento, el compañerismo, la lealtad en particular, no es una moda que se tiene cuando se trata con los poderosos, y mucho menos cuando nos sentimos poderosos, porque todas esas cosas son efímeras, como efímera es la vida, un soplo en el viento, que aparece un momento y desaparece, porque existimos personas que sabemos ser buenos amigos, que intentamos ser buenos hermanos y buenos hijos, buenos padres.

Así era mi primo, todas esas cosas, y además galante, refinado cuando tocaba, y duro como el acero cuando era necesario, así me enseñó mi padre a mí también, a doblegarnos ante los libros antes de doblegarnos ante el poder, los beneficios y las personas, a odiar a las ratas y a los seres faltos de espina dorsal, a aquellos acomodados que quieren quedar bien con todo el mundo mientras les vaya bien a ellos. Mi primo fue un defensor siempre, se jactaba de nunca acusar o meter preso a nadie, solo defendía aquello y aquellos en los que creía y lo hacía con un talento superlativo, supo criar a sus hijos e hijas en la lucha, en la soledad que produce el talento y en el carácter que se forma en las grandes tempestades de la vida como me enseñó mi padre.

En una sociedad falsa como en la que vivimos, lo que Vargas Llosa llama, ‘‘la sociedad del espectáculo”, mi primo y mi padre podrían verse como unos dinosaurios para algunos tontos y poco informados, sin embargo, vemos películas tras películas hablando de esos dinosaurios maravillosos que poblaron la tierra mucho más de lo que nosotros hemos vivido en ella y qué magníficos fueron, que aún seguimos hablando de ellos, ya quisieran muchos abogados y muchos políticos o académicos parecerse a esos dinosaurios portentosos. Así es que, gracias primo y hasta siempre!

(*) Catedrático universitario. Secretario general del Partido Liberal de Honduras.

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