Recordando a un amigo

MA
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3 de junio de 2020
/
12:33 am
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Recordando a un amigo

Al abogado Leonardo Banegas Palma.

La amistad, ese sentimiento puro y desinteresado, que nos unía con Leonardo, me hace interesarme en escribir estas líneas, para recordar su memoria a los seis meses de su fallecimiento, de su partida hacia la casa del Padre.
Descendiente de don Abraham Banegas y doña Gregoria Palma, venidos de un municipio del sur del departamento de El Paraíso y radicados en el mineral de Agua Fría, que la empresa estadounidense Rosario Mining Company explotó desde finales del siglo diecinueve, hasta los años cincuenta del siglo veinte, localizada en la base del cerro “San Cristóbal”, monumento natural que como gigante durmiente de sólida piedra vigila la bella ciudad de Danlí, pintoresca ciudad de Las Colinas; lo vimos llegar después de cerrar operaciones la minera, que dejó en total abandono los lares que tan despiadadamente explotó, sacando de sus entrañas el oro y la plata que engrosaron y enriquecieron las bolsas de los explotadores y que al cierre de la explotación minera, los lánguidos obreros, que dedicaron sus mejores años de sus vidas, cual topos humanos, a extraer del subsuelo la broza rica en los metales preciosos de aquella bella región, al clausurar la empresa solamente recibieron el desprecio de sus amos, y la silicosis, enfermedad que destruyó sus pulmones y los llevó a una triste muerte, luego de deambular en un pueblo abandonado, vestigio de mejores tiempos.

Y lo encontré entrando a la pubertad, cursando el sexto grado en la escuela Pedro Nufio de la ciudad de Danlí, me lo presentó mi hermano Celso, compañero de escuela; vivía con sus padres en una hermosa casa construida en la zona llamada Camino Ancho, allende al barrio Tierra Blanca de Danlí.

Siempre alegre desde niño, ameno al conversar, cosa que cultivó toda su vida; extendía su mano amiga, mano fuerte y maciza, formada por el trabajo duro del campo que probó en sus primeros años de rebeldía; y a los verdaderos amigos los estrechaba con sus brazos, en un abrazo que acostumbraba a decir, era “un abrazo de oso,” ese abrazo que nos dimos una semana antes de su partida al más allá.

Su vida de estudiante en el Instituto Departamental de Oriente fue feliz, gozó en la adolescencia y la simpatía de sus amigos y compañeras de estudio, por su bondadoso don de gentes, colaboración desinteresada y amistad sincera. Su vida universitaria la cursó en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la disfrutó muchísimo, puso su empeño en ser buen estudiante, muy querido por sus compañeros y dedicado a sus estudios, graduándose felizmente de licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales y abogado.

Desempeñó el cargo de juez de Letras Primero en la ciudad de Tela, y después en La Ceiba, departamento de Atlántida, por muchos años, donde se ganó el cariño y aprecio de sus colegas, sus compañeros de trabajo y la sociedad en general por sus decisiones acertadas y sus justas resoluciones. Sus amigos recordamos con mucho cariño, sus gratos momentos que en las reuniones emotivas de humor, recordaba pasajes gozosos de experiencia vividas.

Reciba su esposa Rebeca, su hijo Leonardo Lenín, y demás hijos y parientes, el bello recuerdo y el consuelo infinito de haber contado entre los suyos a un honorable abogado.

Manuel Isaac Ferrera V.
Tegucigalpa, M.D.C.

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