Los tres estados del agua y el agua de los estados

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5 de junio de 2020
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12:12 am
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Los tres estados del agua y el agua de los estados

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Por servir de previsora -juntamente con el jabón-, el agua está en las manos del conjunto de personas que vivifican la Tierra. Lavárselas sin discusión y confinarse con la mascarilla del Llanero Solitario, dicta la orden del día, so pena de que el coronavirus pueble más los cementerios.

¿Quién al verla fluir -en un arroyo, en un manantial- no se ha puesto a discurrir sobre ese prodigioso elemento que ciñe a la naturaleza o baja en hilos de lluvia de las nubes errabundas, o bulle en el fogón, se solidifica en la nevera o con su lengua salobre se muestra de mar a mar? ¿Quién no ha reparado que su existencia objetiva posibilita la nuestra? En los casquetes polares y océanos, en las frutas y verduras, en la fauna, en el organismo humano, en el subsuelo freático y en tantos reservorios donde se halla esparcida, logra abarcar 3/4 partes de la esfera terráquea.

De tiempos inmemoriales, los seres buscaron acomodo a inmediaciones de un río, un lago, una playa, una catarata, para gozar y aprovechar sus servicios y bondades: consumo, siembra, aseo, cocción, movilidad, comercio. El largo curso del Nilo que coadyuvó al esplendor egipcio; el Misisipi que cruza Estados Unidos y atrapó a Mark Twain; la sierpe líquida del Amazonas e innúmeros afluentes, que arranca del Marañón y vio nacer y dilatarse a Brasil; el Río de la Plata, que evoca a tientas Borges; el Yan Tse-Kiang, de China; el sagrado Ganges de los hindúes; el Tigris y el Éufrates, asociados a pueblos de lengua arábiga y al intercambio fenicio; el Jordán, en cuyas linfas -cuenta la Biblia- “sumergió” a Jesús el asceta Juan Bautista; el Volga y el Don, de Rusia, el segundo dominante en la novelística de Mijaíl Shólojov; el Támesis londinense, que frecuentó Virginia Woolf, antes de darse muerte; el Sena, que William Faulkner encontró “tranquilo como un estanque”. En fin, los toltecas, aztecas y mayas, que se acunaron en aguas mesoamericanas: Texcoco, Izabal, Usumacinta, Copán, Ulúa, Yojoa, los dos lagos pinoleros; además, la masa del Titicaca, que acogió a las provincias del altiplano andino.

Y de Tegucigalpa y Comayagüela, ¿qué? Agrupaciones indígenas aposentados a ambas márgenes del Río Grande, cultivaban sus maizales, frijolares y platanares y cruzaban de una a otra orilla sobre línea de piedras o hileras de troncos, excepto en los inviernos, cuando el turbións las asilaba y cubría los llanos comayagüelenses. La presencia española, vino a trastornar la actividad lugareña.

El despojo de tierras, el obraje minero, la imposición de leyes y autoridades, redujeron a hombres y mujeres de las comunidades, durante tanto tiempo que moría y nacía la gente en similar servidumbre. Las aguas que cruzan bajo las arcadas del puente Mallol, arrullaron e inspiraron a Juan Ramón Molina los versos que a la fecha son la mejor descripción evocativa y, por decirlo así, la hidrografía emotiva del poeta: “Amo tus grandes pozas de tonos verdeoscuros,/ tus grises arenales y los peñascos duros,/ con los que a veces trabas una furiosa lid./ …Tus aguas salutíferas me dieron nueva vida./ Infatigable buzo, perseguí en su guarida/ a la ligera nutria debajo del peñón./ …Cual nuestro patrio río (mi) espíritu fue así:/ soberbio y apacible, terrífico o sereno,/ resplandeciente de astros o túrbido de cieno,/ con rápidos y honduras, y vértices. Tal fui”.

Este rodeo del agua y sus tres estados y del agua que suministran los estados se hace para contrastar los factores de escasez, carestía y dubitable impureza que, aquí, la caracterizan. En lo que respecta a su escasez, dos causas son evidentes: el acaparamiento y el desperdicio por roturas.

La crisis ha puesto más a la vista esa problemática y ocasionado reservas, una de las cuales apunta a los botellones de innúmeras marcas que comercian “agua pura”, pues resulta difícil comprobar si es así y qué entidad certifica su potabilidad. Del líquido que baja al usuario común, no se sabe si es “agua corriente”, “delgada”, “dulce” o “residual” (por las roturas en la red de abasto).

Si el agua y el jabón son efectivos, en el caso axiomático de que ambos previenen e higienizan, en buena hora el consejo sanitario. Pero, si la que proveen racionada carece de esas propiedades, el personal laborista debe dar la clarinada, y la bendita cadena “nacional” precisar más la receta: “lavarse las manos con agua hervida y jabón”.

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