Nostalgias sublimadas

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7 de junio de 2020
/
12:27 am
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Nostalgias sublimadas

Por: Segisfredo Infante

En los días que corren he detectado en la gente sensible una intensión de remontarse a los tiempos pasados, ya sea de la “Historia” o de la vida personal de cada quien. No es para menos. El encierro y el aislamiento casi absolutos más otros temores comprensibles, inducen a que la gente se refugie en sus mejores recuerdos de juventud; o que sufra de pesadillas terribles colindantes con la depresión. Las reacciones son diferentes según los niveles culturales de las distintas personas. En este contexto se supone que la gente corriente o “vulgar” es incapaz de soñar ya sea dormida o despierta. Pero esto es solamente una presunción, nunca verificada.

Aparte de los sueños bonitos, las pesadillas se vuelven más recurrentes, por disfunciones del aparato digestivo o del tracto urinario. O quizás por algunas teorías de Sigmund Freud, quien analizaba sus propios sueños, nada agradables por cierto, a partir de los cuales fabricaba “universalizaciones” psicoanalíticas forzadas. Un grupo de sicólogos y teóricos franceses de la década del sesenta del siglo veinte, llegó a la conclusión que el problema radicaba en que Freud nunca había sido psicoanalizado. De ahí quizás las rupturas y ramificaciones dentro de la misma escuela freudiana.

Pero el caso es que en estos meses y semanas he recibido, y capturado, desde el lado positivo de las redes sociales (existe un lado oscuro insoportable), muchos mensajes relativos a los buenos tiempos de ciudades como Tegucigalpa. O con poemas de Heliodoro Valle y de Rubén Darío. Algún pensamiento aislado de Froylán Turcios. Lo mismo que anécdotas interesantes de pensadores y filósofos de todos los tiempos, incluyendo a los de la escuela estoica tardía como Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.

Lo anterior significa que hay varias personas, tal vez muchas, que están fatigadas con las noticias negativas crecientes que aparecen todos los días y semanas, sin difundir ninguna esperanza para los pueblos acorralados. Y a aquellos que desean esparcir alguna esperanza medicamentosa buscan la manera de silenciarlos, olvidando que la ciencia en general y la medicina en particular, exhiben probabilidades aleatorias. Ocurre que la misma penicilina, que ha salvado a medio mundo, fue descubierta casi por accidente.

Como el presente pareciera inaguantable, la gente de corazón noble busca buena música y excelentes pensamientos para compartir. Pero a veces se cae en el error involuntario de reenviar pensamientos falsos adjudicados a distintos pensadores y científicos ya fallecidos en diversas épocas; o a personajes actuales como el Papa Francisco. Cualquier lector más o menos avispado podrá detectar que tales pensamientos nunca fueron escritos o pronunciados por los personajes señalados, por aquello del estilo en el lenguaje. Siempre recuerdo que al fallecer Jorge Luis Borges alguien inventó un poema con el fin de adjudicárselo a él, pero contradiciendo todo el estilo de vida de Borges, y la forma de pensar del escritor argentino. Otro tanto ocurrió al morir García Márquez. Los oportunistas de ocasión se aprovechan de la ausencia de ciertos escritores, para inventar libelos o para colocar “pensamientos” en las bocas o en las plumas de eminencias ya fallecidas.

Incluso en la actualidad se fabrican supuestos sucesos basados en “documentos” archivísticos apócrifos con el propósito de distorsionar o exagerar las imágenes de algunas individualidades con importancia histórica, quizás pensando en procesos electorales archi-groseros. Pero siempre recurriendo a la técnica actual de las “Fake News”, que se han puesto de moda en las redes sociales de los últimos tiempos, como una lacra o un cáncer de la hipotética sociedad hipermoderna. De hecho algunos individuos utilizan la técnica de las “Fake News”, de manera verbal y directa, para desprestigiar o poner en peligro la vida de algún adversario real o ficticio.

Volviendo al tema. La nostalgia es algo hermoso conectado con el pasado de gente que sabe sublimar sus sentimientos, por la vía del excelente recuerdo lejano; de la música clásica o selecta; o mediante la lectura de los buenos libros. Es difícil que la gente rencorosa posea sinceramente buenos recuerdos. Casi siempre sus rencores van en dirección a buscar defectos en el prójimo. Es más, cuando tales individuos rencorosos intentan estudiar la “Historia”, casi siempre subrayan los aspectos oscuros o negativos de la misma. Nunca encuentran nada edificante en el devenir histórico.

En la esfera personal, en estas últimas semanas, han venido a mi memoria algunos recuerdos especiales de la adolescencia; y en fechas más recientes las conversaciones eruditas de algunos amigos, sean jóvenes o viejos. Tales recuerdos se hayan condimentados con baladas aceptables como “Mátame suavemente” de Roberta Flack, que escuchaba en mis tiempos del Instituto Central (1972-1973). O con versos desperdigados de ciertos poetas que memoricé, por aquellos mismos tiempos previos, como, por ejemplo: “¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello// al paso de los tristes y errantes soñadores?”, del gran Rubén Darío.

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