Ayer, empezamos…

MA
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9 de junio de 2020
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12:59 am
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Ayer, empezamos…

Juan Ramon Martínez

El camino hacia la reactivación económica no será fácil. Enfrentaremos fallas estructurales que operan como obstáculos para el desarrollo económico; una burocracia perversa y experta, que enreda las cosas y empuja a la corrupción. Eliminando el síndrome del fracasado. Aquí, muchos apuntan a que todo saldrá mal. Y no porque falten ejemplos históricos negativos –comprobables en cantidad– sino por una cultura de la descalificación en que, nos consideramos inferiores; e incapaces de avanzar contra las dificultades y lograr resultados exitosos. Por supuesto, no hay que soñar como adolescentes que, dentro de un año, aquí las cosas estarán mejor que el 12 de marzo del 2020. Para que Honduras, con el liderazgo político que tenemos, con el mercantilismo que tanto daño nos hace, la democracia de mentiritas, y con el capitalismo de compadres que nos desfigura la realidad y nos engaña, y –lo más grave– con la actitud mental que nos domina, la cuestión será compleja. Necesitamos tiempo y cambios que, algunos por miedo no aceptan y otros por maldad descalifican. Y con arrestos de sábelo todo, señalan como innecesarios. Porque este modelo económico y político, en donde los pobres, –como haitianos recién venidos–, trabajan para que unos pocos puedan vivir como si tuvieran apartamentos en Manhattan, no nos puede dar, ni siquiera en el corto plazo lo que teníamos antes de la suspensión de garantías que, incluso estas últimas, hay que evaluar su eficacia y duración. No es que sea pesimista incorregible, sino que la duda tiene que ver con la historia del país: si en 199 años, no pudimos resolver los problemas del país, cómo pensar que ahora, porque hemos pagado con muertos la crisis que pasamos, seremos más eficientes, más disciplinados, más justos, más democráticos y más respetuosos de la ley.

Por supuesto, no asumo una postura negativa y mucho menos un pesimismo de miserables. Creo que, si nos armamos de valor, desarrollamos una actitud mental de mayor confianza en nosotros mismos, si dejamos de ver la realidad con ojos mágicos, y abandonamos las disputas por majaderías como adolescentes irresponsables y, por el contrario, nos volvemos adultos, serios, disciplinados y responsables, podemos salir adelante. Desde este cambio de actitud, necesaria e inevitable, tenemos que anticipar que necesitamos hacer cambios, que algunos significarán sacrificios y renuncias de coquetas exigencias cinematográficas, en las que hemos perdido el tiempo, el dinero y el trabajo de los demás. Y que, si nos unimos para hacerlo, podemos salir adelante. Y para que, no nos llamemos al engaño, es necesario señalarlos, para internalizarlos y volverlos una nueva forma de conducta individual y colectiva. Entendiendo que los sacrificios y renuncias de ahora, ahorrarán sufrimientos, dolores y conflictos a las nuevas generaciones, algunas de las cuales ya están empezando a rasurarse la cara.

Es necesario unirnos en los objetivos y disputar en los medios. Hay que dejar de ser obstáculo para colaborar o apartarnos. La conducta del Colegio Médico hacia lo que hace el gobierno, no debe continuar. Los defectos hay que corregirlos. Las indecencias hay que castigarlas. Pero hay que proponerle al gobierno, medidas y sugerencias superiores a las que está haciendo. Y cuando haga cosas buenas, hay que celebrarlo, con la misma energía que hay que corregirlo cuando incurre en faltas infantiles. No tanto en los detalles, sino fijándonos en las propuestas que tiendan a limitar nuestra libertad, a destruir la soberanía que reside en nosotros y a irrespetar la división de los poderes. Cuando JOH haga el ridículo riámonos de él; pero cuando haga las cosas bien aplaudámosle, para que tenga presente que el pueblo es el dueño del gobierno y él, su primer servidor, que diariamente se juega su futuro. No hay que hacer política y economía tramposa. Los políticos no deben seguir callados, acongojados hipocráticamente, sin participar y proponer. Repartir gallinas cluecas cualquiera lo puede hacer, como repartir bolsas con comida. Hay que proponer cómo pasar de este mercantilismo enquistado a una economía social de mercado, transformando las empresas en comunidades laborales al servicio de los consumidores. Y pasar de esta democracia parvularia, muda y sirviente, a una dinámica, en que el Congreso, transformado en foro para disputar sobre formas, que en el menor tiempo posible, recobremos el empleo perdido, sin pagar con crecimiento de la delincuencia, ni con daños al sistema democrático.

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