GANADORES Y PERDEDORES

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10 de junio de 2020
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01:29 am
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GANADORES Y PERDEDORES. A propósito de los estragos de esta pandemia. Algo en lo que debieran ir pensando, si para complacer a Washington los países del Triángulo Norte firmaron acuerdos migratorios de “cooperación de asilo”, es en renegociar el Tratado de Libre Comercio. Los agricultores ya comienzan a quejarse que los revientan con las importaciones que se realizan al amparo del tratado. Cuando tocó al país suscribir el TLC con los Estados Unidos, el negociador hondureño –becado hoy en un alto cargo de la SIECA– condenó las actividades del campo a la ruina. Una vez agotadas las cláusulas de salvaguarda, y esos artículos puedan entrar libres de gravamen de los Estados Unidos, se amoló la producción agropecuaria. Por ello, y por el malestar de POTUS con los chinos, hemos venido insistiendo que debe aprovecharse esta crisis para revisar ese tratado de libre comercio. Para enmendar lo que el negociador hondureño entregó y potenciar la posibilidad que aquí vengan a instalarse las fábricas de lo que el mercado norteamericano dejará de comprar a China, o de lo que no podrá ingresar allá si no es con cuotas y pagando altos impuestos de introducción.

Sobre este tema, un cuento corto. Nos tocó ser la contraparte nacional de la comisión bipartidista encabezada por Henry Kissinger que vino a Honduras a explorar, durante la era más caliente de la guerra fría, cuando la región centroamericana era una caldera, en qué había fallado la política norteamericana en su relación con estos pintorescos paisajes acabados. Una de las conclusiones fue que demasiada dependencia en la asistencia económica no propiciaba desarrollo, razón por la cual debía entablarse otras formas de cooperación. De allí, a partir de ese informe, fue cuando hubo un giro de la asistencia, hacia el intercambio comercial. Resumido al inglés: “Trade, not aid”. Así nació la Iniciativa de la Cuenca del Caribe. Con ella, Honduras tuvo acceso al gran mercado norteamericano para vender sus productos de exportación, sin pagar impuestos de introducción. El atractivo fue milagroso en despertar el potencial hondureño. No solo dejamos de ser país dependiente en exportaciones tradicionales, ya que se dio un proceso de acelerada diversificación de los procesos de producción, sino que ese fue el arranque de las zonas libres y de la industria maquiladora. Años después –en el ejercicio de la presidencia– cuando Honduras perdía competitividad en el sector maquilador por culpa del NAFTA que Washington recién emprendía con México, nos tocó gestionar y obtener del gobierno norteamericano la ampliación de los beneficios de la Cuenca del Caribe. Ello habilitó el regreso al país de industrias que se habían marchado, y mejor aún, ensanchó el espectro de nuevas inversiones.

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Nadie se ha puesto a computar los enormes beneficios que, en el transcurso de todos estos años, dichos arreglos comerciales significaron para Honduras. Sobre todo, para conocimiento de muchos vocingleros y de recordatorio a malagradecidos que creen que el maná cae del cielo. O en qué peor situación no estaríamos si esos procesos de apertura y de invaluable incentivo a la producción nacional, como a las exportaciones, no se hubiesen dado. Para no hacer la historia larga, la Iniciativa de la Cuenca del Caribe fue sustituida –durante el siguiente período administrativo– por el DR-CAFTA. Nada más que lo que teníamos hasta entonces, totalmente favorable a Honduras, solo era comercio concesional en una vía. El TLC ya era cosa distinta. El país se comprometía a una desgravación progresiva a la introducción de un sinnúmero de artículos importados de los Estados Unidos. Allí, en esa negociación fue cuando gratificaron a los ganadores y desahuciaron a los perdedores. Las actividades del campo, las claras perdedoras, virtud de la mayor capacidad tecnológica y abundancia de recursos de los norteamericanos –versus los métodos arcaicos de la producción nacional– para producir rendimientos superiores y operar a costos abismalmente más bajos. A tiempo pitamos. Después no se quejen, que no les dijimos.

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