Nueva normalidad

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11 de junio de 2020
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12:06 am
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Nueva normalidad

Por: Carlos López Contreras

Nueva normalidad, Hoy comienza la activación de la economía. Después de tres meses de cuarentena, comenzará con el cuerpo entumecido, pero con la obligación de estar alerta como un atleta olímpico.

Una comisión multisectorial consensuó el concepto y modalidad de la apertura de la economía. Consenso mayoritario, pero subsisten voces disonantes que preferirían que nadie vuelva al trabajo. En definitiva, una apertura gradual y progresiva, pero manteniendo la cuarentena para los que todavía no pueden incorporarse a sus labores. La apertura se combina con la vigencia de la cuarentena.

Quienes se oponen a la nueva activación económica, invocan que constituyen un alto riesgo porque podría agilizar la propagación del virus. Es una opinión que merece ser considerada.

Sin embargo, hay que contemplar la arquitectura de la nueva activación económica. No se trata simplemente que un 20% de la población económicamente activa vuelva al trabajo. Las condiciones de bioseguridad son muy rigorosas. Desde que sale de su casa el trabajador está obligado a observar medidas rigorosas de bioseguridad, que se mantienen en ruta a su centro de trabajo, se intensifican a su ingreso mediante una serie de controles sanitarios y, de nuevo, al regresar a su hogar en forma ordenada y disciplinada, cumpliendo todas las prescripciones de bioseguridad (distanciamiento social, mascarilla, guantes, gel etc.).

Quizás no nos hemos enterado completamente, pero con la apertura, un 20% de la población económicamente activa, además de la disciplina propia, estará menos expuesta a la contaminación con los controles sanitarios que sobre ella se está ejerciendo.

Si somos responsables y disciplinados como pueblo, país y nación, iremos enrareciendo el espacio de propagación del virus, y podremos avanzar a la siguiente fase prevista.

Es claro que la seguridad de una apertura sostenible y perdurable solo la ofrece la vacunación de toda la población. Pero no podemos esperar a que esa hazaña científica se produzca en el futuro inmediato y, menos que se le aplique a la población hondureña con prioridad. Una vez que se fabrique masivamente, se aplicará prioritariamente a los países con mayores recursos.

Entonces, merece la pena evaluar lo que como país hemos hecho hasta ahora, con todas las improvisaciones que han pasado otros países, que han pagado caro en vidas humanas, contagios y recursos invertidos en sus sistemas sanitarios y, a pesar de ello, han sufrido indeciblemente.

Nueva normalidad

Pues bien, nuestra investigación y desarrollo científico todavía no nos habilita para producir una vacuna contra el virus COVID-19, pero nuestros médicos y científicos más brillantes han definido una estrategia de tratamiento de los contagiados con el virus en etapa temprana, con mucho éxito: los así llamados protocolos de MAIZ y CATRACHO, por sus acrónimos. No son vacunas que previenen el virus, pero sí tratamientos que reducen la carga viral en etapa ambulatoria o en hospital, según el grado de contagio que tenga el paciente. Sin conocer en profundidad sus alcances, es algo parecido a lo que están aplicando en Israel bajo la denominación “Antibody”, que no es una vacuna. En definitiva, cada país enfrenta sus problemas graves de acuerdo a sus posibilidades. Si observamos el escenario internacional con relación a la pandemia, tenemos que concluir que Honduras lo ha hecho con calidad de cinco estrellas. Y que los médicos y científicos que arbitraron el tratamiento para combatir el COVID-19, merecen el reco
nocimiento del Congreso Nacional, donde está representado todo el pueblo hondureño.,

Creo que las fórmulas arbitradas por nuestros médicos y científicos merecen toda nuestra admiración, porque no solo salvan vidas y curan contagios, sino que son protocolos de bajo costo, de acuerdo a la capacidad económica de Honduras. Es un tratamiento concebido para Honduras ante la ferocidad del virus y ante la realidad de nuestra economía y nuestro sistema sanitario. El tratamiento ya está siendo también usado en los países vecinos.

En suma, la disciplina de los hondureños cumpliendo las medidas de bioseguridad, más los tratamientos MAIZ y CATRACHO nos pueden liberar del virus, salvar vidas, hacer que la economía camine, despacio primero, a mayor velocidad después, sino que también impedir que nuestro frágil sistema sanitario colapse.

Mientras dure la pandemia y entramos en la nueva realidad económica, es aconsejable que mantengamos el sentido de unidad, fraternidad y disciplina que nos caracteriza como pueblo en épocas de crisis o de calamidad nacional.

Una vez superada la pandemia, se podrán romper filas y los hondureños podremos afirmar nuestras posiciones políticas, económicas y sociales, en un nuevo ambiente que trae causa de la unidad sustentada durante la pandemia, pero que apunta a buscar la prosperidad con un sistema sanitario robustecido, en un marco político democrático, bajo el imperio de la ley, de la transparencia y del buen gobierno.

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