Póngase una mascarilla, no sea papo

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12 de junio de 2020
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12:01 am
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Póngase una mascarilla, no sea papo

Carlos Medrano
Periodista
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La evolución acelerada del virus y su avance en todo el territorio nacional, provocando muertes y afectando la salud de miles de hondureños y como consecuencia, los desastres que está dejando en la maltrecha economía que de por sí ya estaba en estado crítico, obliga a tomar decisiones valientes pero difíciles, principalmente para los más pobres en Honduras.

Muchos “expertos”, de esos “sábelotodo” que tanto abundan en el país y que son más tercos que una mula, siguen opinando respecto a que la economía no puede abrirse paulatinamente, debido a que las consecuencias de rebrotes pudieran retornarnos al confinamiento, hoy citaré a verdaderos científicos que han opinado al respecto y que han expresado que el encierro ha sido un error y que debemos salir pronto de nuestras casas.

El más célebre, el biofísico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, investigador angloamericano e israelí, Michael Levitt, quien tiene su propio laboratorio de biología estructural en la Escuela de Medicina de dicha universidad, es severamente crítico con la estrategia elegida por la mayoría de los gobiernos del mundo para combatir la pandemia.

Para el connotado científico las cuarentenas no salvaron ninguna vida, inclusive dice todo lo contrario, que más bien pudo haber costado vidas, habrán salvado algunas vidas en accidentes de carretera y en cosas así, pero el daño social por el abuso doméstico, los divorcios, el alcoholismo, han sido extremos.

Levitt cree que, con algunas recomendaciones puntuales, como usar máscaras desde el comienzo del brote y adoptar ciertas normas de distanciamiento social, se habría obtenido el mismo resultado en términos sanitarios, pero a un costo muy inferior.

Una de las maneras recomendadas por los expertos sanitarios para disminuir las probabilidades de contagio y hacer más lenta la propagación del virus son las mascarillas que cubren la boca y nariz, que lógicamente deben ser combinadas con otras medidas preventivas como lavarse las manos con frecuencia y el distanciamiento social, que ayudan a hacer más lenta la propagación de la enfermedad.

Hice un pequeño recorrido por la capital de la República y constaté que muchos hondureños todavía andan en la calle sin la mascarilla respectiva, no le tienen temor al contagio, e irresponsablemente, lo más seguro es que andarán contaminando de manera irresponsable a sus vecinos y familiares más cercanos.

Hay diferentes tipos de mascarillas, las mascarillas quirúrgicas solo protegen la nariz y la boca del que la lleva del contacto con gotitas, salpicaduras y aspersiones que puedan contener microbios, pero en este momento, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos no ha aprobado ningún tipo de mascarilla quirúrgica, específicamente para protección contra el virus de COVID-19, pero estas pueden proveer algo de protección si no hay mascarillas N-95.

Las mascarillas N-95 son un tipo de respirador, y ofrecen más protección que una mascarilla quirúrgica, porque pueden filtrar tanto las partículas grandes como las pequeñas. El nombre indica que la mascarilla está diseñada para bloquear el 95% de partículas muy pequeñas y ayudan a proteger a la persona que las lleva de contagiarse con el virus de otras personas.

Hay mascarillas de tela, mientras que las mascarillas quirúrgicas y N-95 ahora son escasas, las de tela son más accesibles y se pueden volver a usar. Aunque las mascarillas de tela y las N-95 tienen propósitos diferentes, ambas tienen como objeto hacer más lento el contagio con COVID-19. Las mascarillas de tela se usan para ayudar a proteger a los otros en caso de que la persona que la lleva tenga el virus.

Hondureño, póngase una mascarilla, no sea papo, no hay excusa, si no lo hace podría ser declarado un enemigo público.

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