LO QUE DESTAPA LA EMERGENCIA

ZV
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15 de junio de 2020
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12:16 am
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LO QUE DESTAPA LA EMERGENCIA

LA Dirección General de Tributación en Costa Rica, acaba de establecer el procedimiento de cobro del impuesto al valor agregado, IVA, en servicios adquiridos a través de diferentes plataformas en línea conocidos como “Servicios Digitales Transfronterizos”. Entre ellos Facebook, Amazon y sigue la lista. “Por servicios digitales transfronterizos se entenderán aquellos que brinda un proveedor no domiciliado en el país por medio de internet o cualquier otra plataforma digital, que son consumidos en el territorio nacional”. La disposición se aplicará a “la adquisición de bienes intangibles que efectúen consumidores finales o contribuyentes del IVA a un proveedor domiciliado fuera de Costa Rica, para ser utilizados o consumidos en el país”. “Para el cobro de este impuesto el legislador estableció dos mecanismos: el cobro directo por parte del proveedor de servicios digitales; o la percepción a cargo de emisores de tarjetas de débito o crédito”. Son entre otras providencias e iniciativas –que no sería malo imitar– donde los ticos llevan la delantera.

Ya días, a propósito de competencia desleal, preguntábamos que ¿cómo es eso que el fisco no percibe nada de los servicios suministrados a consumidores locales por portales extranjeros y de lo que empresas pautan en las redes externas, a veces anuncios colocados por sus matrices en el exterior para que se vean localmente, mientras se grava todo servicio brindado por empresas domésticas y la publicidad en medios nacionales sí paga todo tipo de impuestos? La crisis demanda modificar estrategias –revisar lo que es desventajoso al país, modificar lo que no funciona, enmendar lo que se hace mal– para no seguir deficitarios en la balanza comercial, poniendo la cara de papos. Hemos venido martillando sobre la necesidad –más ahora que el feroz zarandeo del coronavirus chino deja desvencijado al país– de elevar el sentido de autoestima por lo propio. El orgullo por lo nuestro. Obtener afuera lo indispensable y la materia prima que no haya en la localidad, esencial para mantener la producción andando, pero privilegiar lo nacional. Aquí los alucinados prefieren ir a comprar afuera que adquirir lo hecho en casa, en desdeño del trabajo hondureño y de la generación de empleo local. El profundo daño del bestial golpe, no es para tapar el ojo al macho con remiendos; exige un modelo económico distinto. Que incentive la producción nacional. Apostándole a incrementar la oferta de bienes y de servicios domésticos para satisfacer la demanda local. Para distribuir riqueza, bienestar colectivo y no repartir pobreza.

La emergencia destapó tanto los rasgos nobles y solidarios de empresas y de individuos como otros de indiferencia y mezquindad. El contraste entre los locuaces sospechosos de siempre que esta vez se encusucaron y nada aportaron versus la profusión de hondureños patriotas que silenciosamente lo entregan todo. Muchos, pese a pasarla mal, dieron sobradas muestras de humanidad y de desprendimiento. Héroes incontables que a riesgo de su salud personal dieron y siguen dando la cara, ayudando a sus semejantes. Aunque también hay quienes –calladitos con el azadón en la mano, todo para adentro sin dejar escapar un pedacito– se esfumaron del escenario. Con todo y que la naturaleza de su negocio les posibilitó usufructuar la crisis, espoleando las adicciones y las necesidades del mercado, se apagaron para no tener que compartir un solo mendrugo con la comunidad. Sin perspectiva de sentido común que solo contribuyendo a cambiar el ambiente pesimista se consigue reanimar los mercados. La equivocada noción de los negocios, que es gasto el centavo que sacan de la bolsa y no inversión traducida en generación de esperanza. Dar la dosis de patriotismo que la nación demanda de todos; más aún en tiempos de aprieto, para que haya futuro. Ven la promoción como algo ligado a un estrecho interés monetario, solo obligado cuando se trata de vender su producto o su servicio, no para formar imagen institucional ni influir en la sanación del compungido temperamento nacional. Otros anestesiados se cuentan entre aquellos que hace días mudaron a la vecindad sus instalaciones principales y aquí únicamente dejaron sucursales distribuidoras para explotar el mercado. Súmenle a eso los intereses extraños sin apego al país que generosamente los acoge. Menos mal que en conciencias apocadas no descansa la elevada naturaleza del país. Es en el espíritu grande, irreducible y desprendido de los más que han dicho y siguen diciendo, presente.

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