Pepenadores de la democracia

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15 de junio de 2020
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12:32 am
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Pepenadores de la democracia

Por: PG. Nieto
Asesor y Profesor CISI

Pepenar es rebuscar entre los desechos. Un pepenador es un reciclador, busca en la basura aquello que le pueda dejar un beneficio. Finalizadas las pasadas elecciones con el fracaso de los líderes de la oposición, la profesión de pepenador cobró importancia. Sin ideas sustentadas en conocimiento, sin proyecto político que ofrecer a la sociedad, hoy los próceres dan cátedra al gremio de pepenadores.

Sin altura moral para asumir responsabilidades por sus errores, recomponer estructuras partidarias y presentar una nueva alternativa política a la sociedad, se refugiaron en Matrix, la realidad paralela emocional, utilizando los medios y redes fecales como tribunales populares de justicia para condenar todo lo que huele a oficialismo. Prometieron a sus seguidores lo que no les han podido cumplir porque nunca dependió de ellos: sacar a JOH. Trileros de feria, «merolicos» que llevan treinta meses vendiendo humo: “Se acerca el momento”; “tómenme la palabra”; “más pronto que tarde”.

Los próceres estimularon la división entre pueblo y antipueblo construyendo un muro mediático, virtual, donde esconder su fracaso político. Arrimaron al muro el contenedor de la basura y comenzaron a pepenar por fases: fraude, gobierno ilegal, corrupción, narcogobierno, dictadura…

Aproximándonos al proceso electoral regresan al fraude. No espabilan. Treinta meses reclamando sin encontrar ninguna receptividad en la comunidad internacional y organismos supranacionales. ¿Por qué será? El posicionamiento oficial de la UE a través de su portavoz, la socialista Marisa Matías, no pueden digerirlo porque se les caería el chiringuito que montaron.

Treinta meses contaminando el estado anímico de la población. No importa que la información divulgada sea mentira, lo que importa es que la opinión pública crea que puede ser verdad, en cuyo caso el comportamiento social será como si lo fuera. El nazi Goebbels tenía razón, repetir mil veces una mentira la convierte en verdad, cuando emocionalmente queda anclada al subconsciente.

Recordemos el origen de este cenagal. Elecciones entre Manuel Zelaya y Porfirio Lobo. Faltando más de tres mil mesas por escrutar, sorpresivamente el presidente del TSE declaró vencedor a Zelaya. Miles de votos nunca necesitaron contabilizarse porque Lobo, ante los enfrentamientos que se estaban produciendo entre nacionalistas y liberales, reconoció el triunfo de Zelaya “para evitar derramamiento de sangre entre hermanos”. Esa altura moral y patriótica no la vimos después en Zelaya cuando su empresa familiar, Libre, fue derrotada en las pasadas elecciones. Al contrario, alentó la desestabilización social buscando revertir la situación mediante la violencia de sus comandos insurreccionales populares. Por cierto, agarrado el poder, Zelaya nombró ministro de Defensa al presidente del TSE. Humm.

Tiempo después Zelaya tuvo un episodio de sinceridad: “Perdimos las elecciones por la inestabilidad emocional del candidato, sumado al voto rural”. Candidato «nefelibata» que recientemente le respondió a Mel: “Del millón trescientos mil votos que sacamos, un millón me pertenecen porque votaron por mí, solo 300,000 lo hicieron por Libre”. Mel nunca presentó sus copias de las actas para demostrar el fraude, incluso el candidato dijo que no quiso mostrárselas. El Partido Liberal sí lo hizo, catorce mil actas donde las MOEs no encontraron anomalías significativas. ¿Por qué la falacia? Para mantener la presión social sobre el gobierno, debilitarle, reducir su capacidad de maniobra, buscando su quiebre y salida.

Los próceres pretenden inculcar en la opinión pública la idea de que solo ellos pueden restituir los derechos y libertades del pueblo, porque vivimos en una “dictadura”. Pero la democracia -como acción de gobierno- es precisamente la dictadura de las mayorías. Un elector es un voto, la suma de votos determina mayorías y consensos que establecen la política a seguir, que la oposición llama “dictadura” por despecho y ponzoña. Controlando el lenguaje se controlan las ideas, colocando a la población contaminada en una pseudorealidad paralela.

Para los próceres la democracia es solo instrumental, una herramienta necesaria para llegar al poder. Como ejemplo los exabruptos del prócer nefelibata oportunista: “No podemos seguir aguantando a estos cabrones”. “El pueblo tomará sus decisiones, de repente algo como lo que están haciendo en Estados Unidos por haber matado al joven de raza negra”. Lenguaje soez, basura insurreccional que utilizó cuando en Nicaragua se produjeron fuertes disturbios contra Daniel Ortega, implorando al pueblo que imitase a los nicaragüenses. El síndrome de abstinencia presidencial lo tiene desquiciado.

“No hay moral en la política, solo oportunismo. Un sinvergüenza puede ser de utilidad solo por ser sinvergüenza”. -Vladimir Lenin-.

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