Un breve comentario sobre: Alguien dibuja una sombra de José Raúl López

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21 de junio de 2020
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Un breve comentario sobre: Alguien dibuja una sombra de José Raúl López

Por: Linda María Concepción Cortez

José Raúl López (1970) escritor y docente del área de Letras de UNAH vs, es el autor de la novela Alguien dibuja una sombra (2017). Esta obra ganó el Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo en el año 2014 y fue publicada por la Editorial Universitaria (UNAH). En este texto encontramos las técnicas narrativas de Onetti, Faulkner y Kafka, entre otros, tales como los saltos interiores en el tiempo literario, la polifonía, el monólogo interior y la metaliteratura que construye varias historias al mismo tiempo en forma azarosa, angustiante, y que se vuelven de culto a la decadencia humana.

El autor fundamenta su argumento cuando un profesor que da clases de español en un colegio en San Pedro Sula, recibe correos electrónicos procedentes de un tiempo futuro: 11 de julio del 2052; mismos que son enviados por un personaje de su niñez: Fantomas a quien inicialmente se refiere como “el hombre de la levita”. Este personaje literario fue creado por Marcell Allain (1885-1970) y Pierre Souvestre (1874-1914). Estas epístolas virtuales exponen las últimas horas de vida de víctimas de extrañas desapariciones en la ciudad y son el motivo que genera la historia en sí. De hecho, este personaje de culto ya había solicitado ayuda de algún escritor para resolver un caso en algún momento como Jean Paul Sartré o Federico Fellini; como antecedente recordemos el cómic titulado “La inteligencia en llamas” (1975) un guion del mexicano Gonzalo Martré, quien en su relato sobre el proceso de creación de esta historieta como parte de su trabajo en la Editorial Novaro explica que la: “trama trata de una secta de fanáticos que andan quemando libros por todo el mundo y amenazando a sus autores. En ese número, Fantomas se comunica telefónicamente con varios altos personajes de la literatura e intelectualidad, entre ellos Julio Cortázar (con todos se habla de tú) y cambian impresiones sobre la amenaza mundial que se cierne sobre la cultura universal.” (Martré, 2014). En tal sentido, si revisamos esta historieta vemos que Fantomas pide consejo a escritores de la talla de Octavio Paz, Susan Sontag, Alberto Moravia y Julio Cortázar. Esta historieta fue la inspiración para que Cortázar, después de la experiencia de ser incluido como personaje de historieta, creara el folletín “Fantomas contra los vampiros multinacionales” (1975).

Hay que aclarar que esta no es una novela de súper héroes, pero quizá sea la primera novela hondureña que se basa en un personaje de cómic. De entrada, aparenta ser de estilo policíaco o novela negra, puesto que el pretexto central de la trama es investigar las desapariciones; Fantomas, como narrador poliédrico, opina, sugiere y plantea sus propios puntos de vista, se le aparece al protagonista y le insiste en que investigue los casos, pero el profesor no lo hace. Otros elementos policiales, son las pistas que vienen en los correos electrónicos, que más parecieran que vienen del puño y letra del perpetrador de los crímenes, pues en voz omnisciente cuenta hasta el mínimo detalle de lo que sintieron o pensaron las víctimas antes de morir o desaparecer: “La periodista, ¿estuviste enamorado de ella, verdad? No caminó sola hacia el futuro, fue ese mismo futuro el que se atrasó para encontrársela.” (P. 76). “Comprende que el meollo del asunto está en que el industrial fue engañado por sus propios secuaces. Deseaban el bienestar ajeno, granjearse lo que no era para ellos, apropiarse del nivel de vida despreocupada que obliga a la ambición o la indiferencia”. (P. 146). En algún momento el lector quizá sospeche que el criminal es el mismo Fantomas como un álter ego del profesor o un desdoblamiento protagónico; sospecha que se subraya cuando este le enseña al profesor una fotografía sacada de una cámara de seguridad en la que se ve la mitad del rostro desfigurado de un hombre a quien suponen el culpable de los secuestros y que no es otra que la cara de Fantomas. No obstante, recordemos que él es un personaje imaginario que persigue al protagonista como una sombra.

En tanto que Alguien dibuja una sombra, en su visión interna, se vuelve un libro de corte psicológico donde el protagonista pasa por una etapa de desidia existencialista que se intensifica con los diálogos entre él y su héroe de infancia. Se siente hostigado y fascinado al mismo tiempo por la presencia impredecible de su amigo imaginario, pasa envuelto en una gran confusión y el dilema acerca de que si todo lo que está pasando es real o es un deseo de su inconsciente: “Ya no puedo distinguir entre una etapa precedente y una ulterior, todo se mezcla en el mismo momento en que sucede. Y yo voy dando tumbos entre los hechos, sin saber siquiera cuál ha sido primero y a qué organización mental debo responder. (…) Estoy con él, pero no comprendo si lo que hago es recordar algo que sucedió o solo deseando que ocurra más adelante”. (P. 66).

Esta relación post-infantil con Fantomas lo hace experimentar una parestesia física y mental, que lo lleva hasta el punto de no querer hacer nada en su vida, no tiene motivación de existir, y se convierte en testigo ausente de su propia cotidianidad: “Siento como si despertara de un sueño voluminoso que me tenía narcotizado, pero del cual no logro desprenderme del todo. Hay vestigios, como hilos de araña, que me sostienen aún dentro de él. Cuando me dejan solo vuelvo a caer en esa perturbación que es toda una pesadilla. El problema verdadero es que a mí me gusta esa vacilación onírica de la mente”. (P.144). El profesor, ya no quiere vivir su realidad, sino que experimentar las aventuras con Fantomas; se retrae en sí mismo, es pesimista, solitario y perezoso, pasa en cama la mayor parte del tiempo, en estado de duerme-vela: “De pronto, yo mismo me estaba convirtiendo en Fantomas. Deseaba ponerme a escalar edificios, entrar en las casas ajenas, sustraer todo lo valioso que hubiera dentro de ellas: joyas, títulos, artículos suntuarios, dinero, verdaderos baluartes de la riqueza; apropiarme de lo que creía me negaban en la realidad. Quería poder escurrirme de la Policía con facilidad y tener el talento para dejarlos planteados en cualquier callejón”. (P.137).

El juego multidimensional en el tiempo externo de la obra, se centra donde se unen estas epístolas del futuro con la presencia de un personaje del pasado, y marcan el presente como el punto de partida para el decaimiento del protagonista, quien ya no es dueño de sí mismo, no tiene decisión propia, es la imagen del mediocre gris que no puede reflejarse en el mundo: “Soy un monigote que siempre está huyendo de algo o al que en todo tiempo persiguen”. (P. 161). “Al cerrar los ojos volvía a ser el mismo imbécil de siempre que solo quería que lo dejaran en paz, mientras se preparaba en silencio un desayuno de mentirillas” (P. 139).

Mientras que el tiempo interno de la historia es bastante lento debido a la mayoría de acciones de tipo intelectual-meditada; la narrativa es introspectiva y viene en exclusiva forma de monólogos, con imágenes sensoriales más descriptivas que narrativas del presente lineal del protagonista que va hundiéndose cada vez más en su crisis mental: “¿Se puede sentir náuseas desde el espíritu?” (P. 57). En su interior, el profesor de español, desconoce su realidad y se ve ofuscado por las apariciones de Fantomas que lo arrastra a los bares, invade su casa, aparece por todos lados y le exige que investigue los casos, que vea las noticias en los periódicos; en ocasiones, es tanta su disyuntiva en su dilema moral en el transcurso de la narrativa, que a veces se siente que hay partes innecesarias o repetitivas que disminuyen el ritmo en la historia.

El protagonista se ve comprometido en una relación amorosa que no le interesa con la bibliotecaria del colegio, sufre el cambio físico en la decoración de su casa, y la imposición de costumbres sociales como el matrimonio, visitas de familiares y la paternidad sin ser parte de nada: “Por eso, antes de Navidad y Año Nuevo ya estaba curado y comprometido de por vida. La opinión general se impuso, estaban de acuerdo en que necesitaba compañía; alguien que me sacara de ese mutismo en el que había caído, por cuyo medio creía ver seres inexistentes e imaginaba que participaba en aventuras fantásticas”. (P. 143), el protagonista es representado como una parodia de Gregorio Samsa quien se desconecta del mundo real, es indiferente a su entorno y a sí mismo: “La oscuridad de las noches ha estado de mi parte. Tal vez esté persiguiendo otro fin menos poderoso, tal vez solo quiera morir a la pereza de la cama y resurgir a los momentos de mi primera infancia, cuando me tiraba en el claro de un bosque imaginario a comparar mi cuerpo débil con los objetos inconmensurables de allí arriba. Remedos de catarsis que me ayudaron a ser infeliz, a trampear con la vida”. (P. 151).

El manejo del lenguaje es en modo subjuntivo, puesto que el discurso protagónico es ambiguo, y mantiene al lector en permanente imprecisión entre qué es y qué no es, ¿recuerdo o deseo latente? todo queda en la duda o meras suposiciones, por lo que abundan expresiones lingüísticas como: “Pongamos un antro de bebidas frente a nuestras narices” (P. 11), “Pongamos que han pasado unos cinco minutos desde que empecé a reflexionar acerca de esto” (P. 13), “Pongamos que el hombre de la levita hace pausas para expresarse” (P. 59). “Pongamos que vivimos felices para siempre.” (P. 177).

La subjetividad y la verosimilitud van de la mano en esta novela, la genial narrativa de José Raúl López lleva al lector en forma eficazmente parsimoniosa por diversas sendas que se cruzan entre la angustia, la asfixia, lo patético y lo existencial, en un sentido guiado por lo onírico, como efecto de la obsesión posesiva con Fantomas: “Por cierto, he notado también que toda imagen maravillosa se desvanece cuando me separo de él, cuando dejo de pensar en su existencia como una posibilidad latente”. (P. 67). “Tenía miedo porque comprendía, de pronto, que el hombre de la levita podría no ser de este mundo” (P. 105), “Me hago parte de su cruel demencia, aunque en mi caso particular, esta se manifieste en una terrible laxitud”. (P 128), la narrativa se dispara en una maraña quimérica y real entre las cartas y los monólogos con las constantes referencias a eventos reales que sucedieron en San Pedro Sula o en el país en los años 2009 hasta 2013. Quizá esta novela se enmarque en el dato de que San Pedro Sula fue declarada como “La capital de los secuestros” en enero del 2009, por lo que me atrevo a señalar que tal vez, José Raúl López se refiera y utilice para su ficción sucesos verdaderos. Como diría nuestro autor: “pongamos” que habla sobre el secuestro del empresario de la construcción Luis Luna, el asesinato de la estudiante de periodismo Saira Fabiola Almendares Borjas, el golpe de Estado, partidos clasificatorios al mundial de fútbol de la selección de Honduras en aquella ciudad del norte o el estreno de la película Avatar de James Cameron. Pero, aclaro que estas son percepciones mías, solamente el autor podría confirmarlas o negarlas.
Por otra parte, San Pedro Sula, ciudad de novela y de novelistas, es pintada como un cuadro postimpresionista sobre las grisallas que inicialmente usaba Van Gogh; en tal sentido, el autor prima su topografía más en su percepción distorsionada del lugar más allá del objeto en sí: “La ciudad ha encendido sus faroles, San Pedro Sula murmura debajo. El ruido de miles de autos llega hasta el río, que ha quedado hundido unos metros en el suelo”. (P. 47), “Afuera suenan ruidos nuevos, como los que produce una ciudad que se despabila, una ciudad enana que huye del sol que se instala tempranamente en su lomo de hormigón. Como un animal encaprichado, salvaje, las fauces de San Pedro Sula resoplan su vaho maloliente, pútrido, sobre las innumerables filas de automóviles que recién se forman en sus entradas”. (P.127). La ciudad se vislumbra como un monstruo cuyas entrañas regurgitan la podredumbre humana, los recorridos visuales del paisaje se hacen a manera de “travelling” cinematográfico, donde los objetos están frente al espectador y se acercan y alejan: “Doblo por una calle cuya pátina de lodo y podredumbre ha eclipsado el asfalto. Cuarenta pasos más allá me espera el chorro desbocado de los carros, pero no llego hasta ellos, tomo un callejón lateral y enfilo hacia la siguiente avenida. Reboto allí por espacio de cinco minutos y luego me dejo atrapar por una calle que es como una banda transportadora. Los carros se mecen en ella y resurgen entre montañas de tierra y cemento arrancado de la orilla”. (pp. 55-56).

Finalmente, hay un personaje que aparece en las alturas y siempre está escribiendo. Esto, en mi criterio simboliza la omnipotencia del escritor como el creador absoluto en la Sagrada Trinidad Literaria de: autor, obra y lector: “Nítidamente, se dibuja una mano gigantesca resurgiendo entre las luces. A la derecha, el legajo de papel y el tintero. Escribe sin detenerse. Adivino su propósito divino. Como toda deidad se entretiene en borronear los destinos humanos y en crear las condiciones para sojuzgar el parecer de los hombres”. (P. 17). “Al final, yo levantaba la vista y miraba al hombre que escribía imponiéndose por encima de la casa” (P.139), “El hombre que creía ver escribiendo por encima de los agujeros del techo, ha desaparecido también”. (P.143).

Alguien dibuja una sombra es una novela que juega con las imprecisiones del universo del artista y su propia realidad, única, vivencial e íntima; ubica al lector en un laberinto metafórico y narcisista, que se vuelve concreto y necesario en la medida en que propicia la identificación del público con el deseo latente de que sus héroes de la infancia sigan acompañándole para rescatarlo de las crisis de la vida adulta. Después de todo ¿Quién no ha soñado con que las cosas se resuelvan fácilmente como en las películas o en los libros? ¿Quién no ha deseado tener súper poderes, que todo le salga bien y vivir aventuras espectaculares como las de sus personajes favoritos? Quienes crecimos entre ese mundo del cine, del cómic y la literatura tenemos el anhelo de que nuestra propia historia sea totalmente quijotesca y que obviamente tenga un final feliz.

Linda María Concepción Cortez, es Máster en Estudios avanzados en literatura española e hispanoamericana, por la Universidad de Barcelona. Licenciada en Letras con orientación en literatura, Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Es docente del área de Letras del Centro Regional Universitario de Occidente UNAH.CUROC, Santa Rosa de Copán. Contacto [email protected] . Celular 96735116.

REFERENCIAS
López, J. R. (2017). Alguien dibuja una sombra. Editorial Universitaria.
Martré, G. (28 de 9 de 2014). “La verdadera historia de Cortázar y Fantomas”. Obtenido de Milenio 2020: https://www.milenio.com/blogs/qrr/la-verdadera-historia-de-cortazar-y-fantomas

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