El derecho a equivocarnos

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22 de junio de 2020
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12:04 am
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El derecho a equivocarnos

Por: Otto Martín Wolf

A pesar de la oposición de fanáticos, especialmente religiosos, a lo largo de la historia la ciencia se ha ido desarrollando en forma imparable.

Ese avance muchas veces ha sido destruyendo viejas teorías, refrescando ideas y, sobre todo, demostrando científicamente su validez.

Los conocimientos científicos han variado en múltiples ocasiones.
Nuevos descubrimientos, adelantos en la investigación, otras técnicas científicas.

En la mayoría de los casos los hombres de ciencia han aceptado el cambio cuando viene una nueva idea con evidencia científica y tira al barranco lo que antes se tomó como verdadero.

Es decir, la ciencia siempre ha estado de acuerdo en aceptar los avances, en lugar de quedarse en el pasado.

Como un ejemplo, Newton vino a revolucionar el conocimiento y dio a conocer las leyes que gobiernan el universo (explicación mía simplificada).

En ese momento la comunidad científica desechó toda teoría anterior que no estuviera de acuerdo con la realidad presentada y demostrada por Newton, él lo comprobó científicamente y eso fue lo que contó.

Desde luego que tiene que haber habido algunos cabeza caliente que se negaron a aceptar la realidad de Newton, a esos la historia los colocó en el archivo de los testarudos.

Todos tenemos derecho a equivocarnos, pero también la capacidad y casi la obligación de reconocer nuestros errores.

En la actualidad existen cabezas calientes que no aceptan sus errores, aunque se les demuestre.

La política es uno de ellos. Después del fracaso del comunismo, luego que después de mucha hambre y sufrimiento y de que su principal expositor, la antigua Unión Soviética, volviera al sistema democrático capitalista y que la China se volcara al mercado libre, aún quedan países como Cuba, Venezuela y Corea del Norte en los que sus gobernantes insisten en provocar la miseria de sus pueblos; no pueden reconocer la realidad.

En el campo religioso, uno de los más notables por su reconocido fanatismo, hay algunos que se niegan a aceptar lo que para todo mundo, con evidencia científica, es una realidad.

La Tierra es redonda, a diferencia de lo que dice la Biblia y se formó hace varios millones de años, no seis mil, de acuerdo al mismo libro.

Hay algunos, afortunadamente la mayoría, que aceptan los avances científicos y la demostración comprobada de las cosas.

Otros permanecen en la oscuridad voluntaria, siguiendo un libro que fue escrito por pastores ignorantes de la Edad de Bronce, gente que no sabía nada de ciencia.

Pero ellos se mantienen en lo que llamaría “la realidad de la fe”, en lugar de aceptar la realidad científica.

La Biblia dice que “las estrellas caerán del cielo”, es obvio que quien escribió eso no sabía qué cosa eran las estrellas y las confundió con meteoritos.

Ese fanatismo, esa ceguera, ha provocado enormes cantidades de muertes, guerras y destrucción.

Siguiendo un libro plagado de errores, insisten en mantener al mundo en el oscurantismo otorgándole la categoría de infalible y tratan de que se cierren los ojos a la realidad comprobada.

Deciden tomarla como escrita por un Dios que nadie ha visto y que, de haber sido así, los errores que contiene demuestran que no es tan infalible como algunos creen.

Uno de sus argumentos favoritos es “recetarnos” el infierno por no creer o pensar como ellos.

Si alguien decide creer en San Nicolás -y otros seres imaginarios- tiene el derecho a hacerlo, lo malo es pretender que todos los demás sigamos en su oscuridad.

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