Transparencia

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22 de junio de 2020
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12:03 am
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Transparencia

Por: Edmundo Orellana

Un científico hondureño insinuaba en una entrevista que de los graves problemas que enfrentamos en ocasión de la pandemia, la falta de transparencia ocupa un lugar destacado.

La pandemia, por supuesto, es el principal problema, pero pasará, ciertamente, como muchas pestes en el pasado. Lo que no pasará será la opacidad en los procesos de decisión en la función pública. Porque la falta de transparencia es el problema principal de ayer y de hoy en la administración del Estado. Mucha razón tiene el científico.

Cuando son aspirantes, los políticos ofrecen resolver todos los problemas con la participación activa del pueblo, pero al llegar al poder olvidan lo prometido. “Cuando el pueblo acaba de elegir un hombre que arde con fervor patriótico, este sufre alguna clase de accidente intracerebral. Ya no puede interpretar la vox populi. Su memoria lo traiciona. Sus bien definidas opiniones anteriores sobre cuestiones públicas se tornan confusas e incoherentes…”; quien así se expresó se refería a los políticos gringos, pero es aplicable a todos los políticos, en todas partes del mundo. Cuando el accidente intracerebral es extremo, el dictador sustituye al demagogo.

Llega ofreciendo soluciones fáciles a problemas difíciles. Propone recetas sencillas a problemas históricos y complejos, de un modo que despierta en el votante el entusiasmo suficiente para convencerlo de que, pese a lo irreal de sus promesas, son factibles. La demagogia es el método de seducción por excelencia en la praxis política.

Con el poder en sus manos, se atrinchera en él y nada volverá a ser igual. La elocuencia con la que convencía es sustituida por las evasivas, la indiferencia y la amenaza, y se concentra en hacer aliados convenientes para sostenerse en el poder, del que se aferra contra viento y marea, utilizándolo en su provecho y en el de sus aliados, y lanza migajas a los demás para evitar que su incomodidad se torne violenta.

En estas condiciones, la opacidad en el manejo de los recursos es condición para que nada trascienda más allá de los pasillos del poder, en donde deambulan sus aliados, sus asociados y sus “cortesanos”. Esta tendencia en el manejo de la cosa pública se acrecienta en circunstancias de extrema urgencia, en las que la acción del Estado se reorienta hacia la solución inmediata de las emergencias, cuyas consecuencias, de no ser atendidas a la brevedad, serían imprevisibles y caóticas. En este punto se encuentra, justamente, el país.

El contexto en el que ocurre la pandemia es el ideal para un gobierno autoritario y carente de transparencia, como el actual, que, desde su primer período, ha venido construyendo un muro entre el gobierno y el pueblo, que define los límites de la “Honduras de aquí” y la “Honduras de allá” y cuya sombra se proyecta siempre hacia el lado del gobierno.

Protegido por ese muro gobierna a espaldas del pueblo y en su contra. Comenzó ofreciendo mutilar el territorio nacional para distribuirlo entre empresas extranjeras, vía “ciudades modelo” (proyecto que, afortunadamente, fracasó) e inició un proceso agresivo de privatización de funciones y servicios públicos, y para asegurar el continuismo amplió la legislación represiva y fortaleció los cuerpos armados, acompañada de una amplísima normativa protectora de sus acciones dolosas, entre las que destacan las conocidas popularmente como “ley de secretos”, ley de inteligencia”, “ley del pacto de impunidad”, “ley del blindaje” y, la joya de la corona de la impunidad, el Código Penal.

A nadie extraña, entonces, el saqueo de fondos públicos que descubrió el binomio MACCIH-UFECIC. Lo que sorprendió fue la extensión de la red de saqueadores.

Por ese modus operandi del gobierno, nadie le concede ni el beneficio de la duda en el manejo de recursos aprobados para la pandemia. Porque nadie sabe el destino de los recursos aprobados ni tenemos idea de cuántos son los insumos adquiridos para enfrentarla. De lo único que tenemos certeza es que los fondos fueron aprobados por el Congreso Nacional para que el Ejecutivo hiciera lo que le venga en gana.

Mientras esto ocurre, mueren diariamente los hondureños por docenas y miles se debaten entre la vida y la muerte atendidos por verdaderos héroes y heroínas, cuyas épicas batallas (en las cuales algunos han caído) para contener el virus las libran con la protección que ellos mismos se proveen y en condiciones lamentables (sin los insumos médicos suficientes), por la corrupción y porque el gobierno priorizó la seguridad y no la salud.

Para que no se repita, los modernizadores de nuestro sistema electoral deben incorporar la “revocación de mandato” para librarnos de los “descerebrados” en el momento que ocurra el accidente cerebral, lo que debemos exigir diciendo con fuerza: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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