Compasión y cooperación

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23 de junio de 2020
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01:12 am
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Compasión y cooperación

Compasión y cooperación. Juan Ramon Martínez

Compasión y cooperación. La pandemia ha venido a demostrar la fragilidad institucional y a exhibir la deshumanización que ha producido un individualismo centrado en la búsqueda del éxito y el poder. No tenemos centrales obreras influyentes; la FEUH ha sido destruida por los profesores para que los estudiantes no participen en la vida universitaria; las organizaciones campesinas nadie las menciona; las organizaciones de servicio se han atomizado; los colegios profesionales llamados al silencio y las iglesias –fuera del “apóstol” Santiago, que sigue con su discurso misógino, y el padre “Melo” que predica contra el gobierno– se han quedado sin discurso, e influencia. Las más cercanas al gobierno, las evangélicas, han perdido el piso, porque “el evangelio de la prosperidad”, no funciona en tiempos de crisis. En fin, los partidos políticos, como a finales del siglo XIX, son “clubes sociales”, –sin control de sus bases– que no representan, en ningún momento a nadie. Por ello es que, el gran protagonista de la lucha en contra de la pandemia es el gobierno. Y, especialmente, el Presidente de la República.

Soy católico por doña Mencha. No por el padre Moore que, que me corrió del altar porque siendo monaguillo, por un acceso de tos, interrumpió la misa para que me fuese. No volví. Sino hasta que, en el sur, con los Javerianos, reavivé mis convicciones religiosas. Cuando regresé a Olanchito, el padre Moore, vaciló al darme la comunión. Y, concluida la misa, llegué a saludarle. Me preguntó a grito partido, si todavía seguía “siendo comunista”. Lo menciono, para expresar algunas simples ideas que, para mí, son esenciales en el cristianismo que, tiene como centro a Jesucristo: en que el compromiso social de un católico es servir a los enfermos, alimentar a los hambrientos, cuidar a las viudas y proteger a los niños. Y, la mejor expresión de un cristiano es, la compasión hacia los otros, entregándose al servicio de los pobres y anunciando las buenas nuevas. Preservando la confianza en Dios, manteniendo la esperanza de la venida del reino de Señor, y haciendo el mayor bien a la mayoría. Claro, este es un catolicismo anticuado que, sin embargo, no me impidió participar en la creación del PDCH, con la oposición de la iglesia jerárquica que, nos obligó a renunciar a las posiciones que desempeñábamos. Nos orientó Vaticano II, Medellín y la Carta Pastoral de la Tierra, de Monseñor Gerin.

Como católico, estoy preocupado por lo que ocurre. Aunque temo poco a mi muerte, me preocupan más la vida de los otros: de Nora, de mis hijos, de mis amigos, mis compañeros, y de todos mis compatriotas. Cuando se anunció la enfermedad de JOH, no lo celebré. Ni dudé, como Pepe Lobo. JOH es, sin duda, el líder del país. Lo que le ocurra, puede servir para estabilizar o para destruir la institucionalidad. Sentí vergüenza escuchando a Nasralla –que no es cristiano por sus expresiones– celebrando la enfermedad de JOH, deseándole la muerte; e invitándole para que se fuera a los infiernos. Si fuese un islamista cualquiera, no le prestaría atención. Pero es un hombre que, tiene posibilidades de gobernar a Honduras. Y, la misión de los líderes es, unir a la población para crear, vía la cooperación, el entramado de la confianza, consolidando las bases del desarrollo y el camino para establecer la igualdad, en una sociedad injusta. Que no solo vive de los pobres, sino que, los usa como “carne” electoral, para disputar las migajas del poder.

Si JOH no logra superar su enfermedad, la crisis del país nos pondrá al borde de la revuelta. Porque como no respetamos las instituciones, –sino que adoramos a los líderes que tienen poder–, no respetaremos los mecanismos sucesorios y más bien, muchos aprovecharán para que nos matemos unos con otros. Por ello, estoy preocupado y ruego que recupere su salud y termine su período. Para que en noviembre del otro año, elijamos a su sucesor. Y de allí, que haga su vida privada y responda, si ese es el caso, a los requerimientos nacionales e internacionales. Mientras tanto, sintamos compasión los unos de los otros; amémonos como nos enseñó el Redentor, y vía el ejercicio de la compasión, comportémonos como hermanos. Este es el tiempo de la unidad, del amor y la compasión. De obedecer lo que me enseñó doña Mencha.

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