¿Insurrección?

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29 de junio de 2020
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12:33 am
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¿Insurrección?

Por: Edmundo Orellana

Lo ocurrido en el Congreso Nacional es el inicio de lo que hace mucho reclamaba a la oposición el pueblo: la unidad de los partidos, movimientos y grupos de la oposición.

Continuar por ese sendero no será fácil por los obstáculos que el gobierno irá colocando a lo largo del mismo, poniendo a prueba la capacidad de los políticos de la oposición para no ceder a las presiones ni a las tentaciones del poder. Es el momento de abandonar las tradicionales preocupaciones personales o partidarias y anteponer los intereses nacionales.

El gobierno ya agotó sus fuerzas y recursos para administrar la crisis. Los acontecimientos desbordaron su capacidad de disimular sus consecuencias, amortiguándolas o desviando la atención; igualmente, la de doblegar voluntades y pervertir conciencias (no tiene dinero ni para pagar salarios).

Se desgastó rapiñando y legalizando, para protegerse, el latrocinio en la cosa pública, con leyes especiales y el denominado “Código de la impunidad”, cuya lenidad en el tratamiento de los delitos que más daño provocan a la sociedad se reflejará, inequívocamente, en sentencias indulgentes, y, pese al rechazo generalizado, entró en vigencia, sin que se tomara en cuenta los sesudos estudios del CNA y de otras organizaciones de la sociedad civil, en los que pusieron al descubierto la invitación a delinquir como crimen organizado en la que se traducen los preceptos contentivos de las penas para los delitos de corrupción, narcotráfico y lavado de activos. Sin embargo, el costo de estas acciones es muy alto.

El desprestigio del gobierno llegó al más bajo nivel que gobierno alguno ha tenido en nuestra historia por estas acciones y por los casos que descubrió el binomio MACCIH-UFECIC, y, especialmente, por el escándalo mayúsculo provocado por las denuncias de corrupción en el manejo de los fondos destinados a enfrentar la pandemia. La indignación que, inicialmente, se apoderó de la calle y la perdió por la participación de políticos que la recondujeron a sus intereses partidarios, pasó a manifestarse en las redes sociales, esta vez, liderada por jóvenes que enderezaron sus misiles argumentales hacia el “Código de la impunidad”, exigiendo su derogación o que no entrara en vigor, aupados por el CNA, que lideró la lucha con firmeza, consecuente con su finalidad de luchar contra la corrupción. Se enfrentaron al poder y lo desgastaron. Nadie lo había logrado en estos años de rapiña, pero la combinación de esa cumbre de dignidad que es el CNA y la cantera de civismo inagotable de nuestra juventud lo hicieron posible.

No solo lo desgastaron. También lograron motivar a las bancadas de la oposición para hacer un frente común con el propósito de asumir la dirección del Congreso Nacional y derogar el vergonzoso texto legal. Por primera vez, escucharon nítidamente el reclamo popular y actuaron en consecuencia. No les importó fracturar alianzas ni perder privilegios, tampoco el riesgo de ser reprimidos por los mecanismos del poder, lo que algunos aprovecharon para lavar sus estigmas.

No lo pensaron lo suficiente ni lo planificaron debidamente, dejándose llevar por la emoción; por eso no lograron derogar el “Código de la impunidad”. Si en lugar de seguir el procedimiento normal para la promulgación, se hubiera utilizado un procedimiento de promulgación distinto, como prevé la Constitución para casos especiales, seguramente la derogatoria sería hoy una cuestión de debate entre fiscales y jueces, enfrentados al dilema de cuál norma aplicar: la derogatoria o el “Código de la impunidad”.

No obstante, lograron mucho. Más allá de lo imaginable, considerando la visión de campanario de nuestros políticos, que no reconocen más realidad que la aldea, ¡alcanzaron la unidad! Y por un momento vivieron la intensa sensación de disponer de un poder al que habían renunciado voluntariamente, cuando, siendo mayoría, entregaron la presidencia del Congreso al PN. De esta experiencia surge la posibilidad real de disponer de él indefinidamente, a condición, por supuesto, de mantener la unidad.

Las respuestas del gobierno y del partido gobernante ante los acontecimientos, exigiendo, en ambas, la derogación total del “Código de la impunidad”, no engañan a nadie, porque en manos del gobierno está la derogación: basta sancionar el decreto remitido y ordenar su publicación. Lo cierto es que están ninguneando a la oposición, porque ya no les importa. La retroactividad ya tuvo efecto y alcanzó con su manto protector a los condenados, imputados, investigados y a cualquiera que resulte responsable de actos de corrupción, narcotráfico y lavado de activos, ayer, hoy y mañana.

No hubo insurrección legislativa sino el uso de un recurso constitucional previsto para que los representantes del pueblo ejerzan la soberanía popular cuando su ejercicio sea negado por una autoridad, como fue el caso. En adelante, los desafíos de la oposición serán mayores porque más exigentes serán las demandas del pueblo que ya comprendió que “SÍ SE PUEDE”, motivándonos para decir con más fuerza que nunca: ¡BASTA YA!

Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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