Después de la tormenta…

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4 de julio de 2020
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12:07 am
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Después de la tormenta…

Después de la tormenta…, Por: Julio Raudales

De poco o nada han servido las medidas adoptadas hasta ahora. La situación parece empeorar cada día y, ni los fondos de garantía, ni las bolsitas o sacos “solidarios”, o el MAIZ o CATRACHO entregado a supuestos infectados, mucho menos los enormes emolumentos salidos del fisco para financiar la fallida compra de hospitales, parecen hacer que la esperanza renazca en la población.

Las organizaciones de trabajadores en distintos sectores: transporte, comerciantes, hoteles, restaurantes y muchos más, día a día manifiestan su ansiedad debido a la falta de posibilidades de mantenerse activos ante la situación que ya es agobiante.

Los otrora empleados en micro y pequeñas empresas, que suman más de 800 mil en todo el país, se están yendo a sus casas a engrosar las filas del subempleo; lo peor es que tienen que salir, lo prohíba o no el gobierno, porque si no, no comen ellos y sus familias y esto acrecienta el riesgo de que la pandemia se dispare.

Nada parece generar algo de esperanza. ¿Por qué? Pues, porque en Honduras, a diferencia de los países desarrollados, nadie se puede dar el lujo de quedarse sin trabajar. Nuestra legislación laboral, pero sobre todo, las posibilidades de la economía no contemplan el seguro de desempleo; y los programas de protección social no otorgan la posibilidad de una renta básica en situaciones como la que nos toca vivir este año.

En resumidas cuentas: la situación se pone cada vez más difícil. El falso dilema entre preservar la salud y reactivar la económía parece no favorecer a ninguna de las dos causas, haciendo que crezcan la incertidubre, el sentimiento generalizado de indefensión y la rabia ante la inoperancia de los servicios públicos de calidad. Las redes sociales y los medios formales de comunicación explotan cada vez que se conocen los nuevos casos y sobre todo, la cantidad de muertes.

Pero alguien debe ir pensando en lo que sucederá cuando esta pesadilla acabe. ¿Qué haremos para hacer sostenible la fiscalidad del país cuando nos toque iniciar el pago del enorme endeudamiento que se está adquiriendo para financiar la brecha que ha provocado la baja en la tributación? Más aun, ¿cómo se va a lograr un equilibrio adecuado entre recaudación tributaria futura, sin afectar la productividad de las empresas y hogares?

Son preguntas importantes que ya deberían ir planteando quienes desde ya aspiran a gobernar el país en el futuro. Alguien deberá hacerse cargo del desastre a partir de enero de 2022 y no le será facil.

Sin embargo, creo que por muy negativo que parezca el panorama, deberíamos ver en esta situación, una oportunidad para el cambio y sobre todo, para traer esperanza al devastado tejido social de nuestro país. Yo propongo dos acciones vitales:

La primera y más importante es una reestructuración integral tanto en el sistema tributario como en el gasto público. Honduras es, no solo uno de los países con peor distribución del ingreso en el mundo, lo peor de todo es que la acción fiscal ahonda estas diferencias. Será necesario entonces que el gobierno que tome posesión en enero de 2022, emprenda acciones valientes para revertir este entuerto.

Lo segundo es el impulso urgente a cuatro tareas básicas que requiere la transformación del país, ellas son: estado de derecho, mejora integral en los servicios públicos, la seguridad alimentaria y nutricional; y el desarrollo de los principales motores productivos y la competitividad.

Es fundamental que nos pongamos a trabajar en esto. La UNAH ha presentado una propuesta en este sentido que ya debería de estar siendo estudiada y elevada al consenso entre todos los sectores sociales. Es necesario ser propositivos más allá de nuestras diferencias.

Para eso es la política, para debatir y dirimir desde nuestra forma diametral de ver el mundo, los caminos hacia el bien común. ¡Pero no esperemos a que el embate asolador de la pandemia consuma nuestras fuerzas! Hagámoslo ya y propongámonos la construcción de la Honduras que las nuevas generaciones merecen.

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