Mercado libre: la única salida

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4 de julio de 2020
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12:11 am
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Mercado libre: la única salida

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Al ciudadano común y corriente no le interesan mucho los datos estadísticos que explican cómo anda la economía de un país. No tiene por qué saberlo: el desempleo y la pobreza se palpan a diario, en la familia, en el barrio y en la calle.

Los datos son importantes, pero la experiencia diaria nos dicta que el objetivo de cada día es la sobrevivencia a partir del intercambio de bienes y servicios dentro de ese escenario que solemos llamar “el mercado”. Así, el mercado se convierte entonces, en la única institución que asegura la generación de la riqueza de un país, y la única vía para salir de la pobreza. No existe otra manera.

En un mercado libre, no solo interviene el tendero de la esquina, sino también todo aquel que, no teniendo bienes o servicios que ofrecer, pone a disposición de un empresario, su talento y su experticia acumulada con los años, pero que guardan un valor para quien le contrata con el fin de mejorar la calidad de la producción o para aumentar las ventas. Cada agente se especializa en lo que mejor sabe hacer. Lo maravilloso del mercado es que es el único escenario donde mejor se toman las decisiones y la forma más democrática para elegir lo que nos gusta o no.

La gente necesita ganar la mayor cantidad de recursos disponibles -dinerarios, desde luego-, para poder agenciarse otros bienes y servicios que le permitan vivir la vida sin limitaciones; elegir con libertad para comprar y vender lo que se le antoje. Las personas no necesitan que les regalen nada. La palabra “gratis” es muy sospechosa y engañosa. Nada es gratis en la vida: todo lo que se obsequia sale del bolsillo de alguien. Lo que sale del Estado en forma de subsidios, es el mejor ejemplo.

Una sociedad libre y próspera, es aquella que implanta un sistema de libre mercado, donde los individuos pueden intercambiar los bienes y servicios que se requieran, sin trabas ni restricciones de ninguna especie. Eliminar trabas y restricciones implica que el Estado pueda facilitar a cualquier ciudadano, la puesta en marcha de negocios de una manera fluida y expedita, sin los largos procedimientos burocráticos que desaniman a cualquier emprendedor. Requerimos de un sistema político que asegure que no se pagarán coimas bajo la mesa para solicitar un simple permiso de explotación comercial. Durante esta pandemia, han florecido las ofertas de productos y servicios que jamás hubiésemos imaginado, muchas de ellas surgidas a partir de ideas muy novedosas. El mercado no crea necesidades como aseguran algunos: las necesidades esperan ocultas por los emprendedores más audaces.

Se necesita un sistema político cuyos tribunales aseguren el respeto por los contratos entre empresas y entre los trabajadores, sin inclinarse por ninguno de los bandos con el afán de ganar prestigio y poder. Un sistema que no amenace con expropiaciones ni fije precios para ganar imagen de protección y bondad. Y votos.

Y, por último, se requiere urgentemente de un sistema político que no haga alianzas malévolas con empresarios amigos, afectando a los que luchan para ganar participación de mercado, creyendo de buena fe en la justicia de las instituciones. Con mercados y empresarios protegidos por el Estado, cualquier luchador honrado decide cerrar su “changarro” e irse al carajo a buscar otra cosa que hacer.

El sistema político hondureño necesita reorganizarse urgentemente, eliminando el excesivo intervencionismo estatal en el mercado. Sin un mercado de libres decisiones, la pobreza seguirá siendo parte del paisaje nacional; seguiremos en la penuria, y condenados a la miseria social por un siglo más. O por la eternidad.

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