EL PÉNDULO Y LA MORALEJA

MA
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8 de julio de 2020
/
12:29 am
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EL PÉNDULO Y LA MORALEJA

LO que son las casualidades, dirán algunos, o cómo se repiten las historias, pensarán otros. En República Dominicana el candidato opositor al partido de gobierno triunfó en las elecciones en primera vuelta, con un 53% de los votos. No hubo necesidad de repechaje. Ganó sobrado con mayoría absoluta. Dirán, ¿pero qué de extraño tiene que gane la oposición una elección, si eso es lo más normal que ocurra de uno a otro proceso electoral? Que unos ganen un mandato y al siguiente período los de abajo, derroten a los de arriba. Tan natural como las oscilaciones del péndulo, la alternabilidad en el ejercicio del poder; el cambio que los ciudadanos demandan cuando, molestos con el poder de turno, propinan el voto de castigo. Sucede que en República Dominicana, la rotación no ha sido la norma, sino la continuidad. Más han sido las prolongadas gestiones presidenciales y los duraderos períodos dictatoriales, que partidos políticos alternándose el poder.

El dictador Trujillo estuvo más de 30 años, hasta que lo asesinaron. Balaguer –que fue vicepresidente de un hermano de Trujillo, Héctor Bienvenido, hasta reemplazarlo, casi como adorno, cuando lo quitaron– fue siete veces presidente. Seis de ellas presidente constitucional y por un rato presidente provisional. Murió a los 96 años de edad. Gobernó ciego y casi inválido. Por más tiempo de lo deseado, durante más de medio siglo, el caudillo tuvo presencia, ejerció influencia y dominio sobre los asuntos políticos del país. En cierta ocasión que estuvimos –para una toma de posesión– en República Dominicana nos relataron la simpática anécdota. Cuando se le murió la tortuga –viven una eternidad– que tenía de mascota. “Esos animalitos –se compadeció– se nos mueren cuando uno comienza a encariñarse de ellos”. Esos dos largos mandatos, fueron interrumpidos por el efímero período de Juan Bosch, fundador del Partido Revolucionario Dominicano y del Partido de la Liberación Dominicana. No terminó su gestión. Fue derrocado por un golpe de Estado. Su discípulo, Leonel Fernández, como candidato del PLD, alcanzó la presidencia, cuando Balaguer, tras denuncias de fraude, tuvo que acortar su período y celebrar nuevos comicios dos años antes de terminar. Por los límites a la reelección en períodos consecutivos, el partido postuló a Danilo Medina, quien fue derrotado por Hipólito Mejía. (El actual presidente electo se estrenó con Hipólito). El descontento de los dominicanos, acosados por largos intervalos de falta de energía eléctrica durante ese período administrativo, dieron a Fernández cabida a su segundo y tercer mandato.

(Para entonces –nunca uno sabe para quién trabaja– la Constitución había sido reformada en tiempos de Hipólito, autorizando reelecciones continuas). Su sucesor fue Danilo Medina quien gobernó –hasta ahora que entrega– dos períodos consecutivos. Es para que vayan contando. El PLD estuvo en el poder los 3 períodos de Fernández y los 2 de Medina. Hasta que sus líderes –por esos pleitos políticos internos y recelo de personalidades– en esta última etapa gobernativa, parten el partido en dos pedazos. Leonel intenta un regreso –sería aspirando a un cuarto período– pero el PLD postula en las primarias otro candidato presidencial. Respaldado por Medina que reniega de su antiguo mentor. Ello induce, a un molesto expresidente, arguyendo que hubo fraude, romper con su partido y fundar uno nuevo. (¿No han perdido el hilo de la trama?). Fracturado el PLD, un tuco por un lado y otro tuquito por el otro, no le cuesta mucho al socialdemócrata opositor, Luis Abinader, del Partido Revolucionario Moderno, aventajar a ambos en las elecciones. El candidato oficialista obtiene un 37.96% de los sufragios mientras que el expresidente Fernández apenas consigue el 8.82% de los votos. ¿Alguna moraleja?

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