DE COSCORRONES A CARICIAS

ZV
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9 de julio de 2020
/
12:19 am
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DE COSCORRONES A CARICIAS

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

POTUS y AMLO se citaron en la Casa Blanca para celebrar el inicio del nuevo tratado de libre comercio. Sería el primer viaje del mexicano al exterior, ya que el tabasqueño es ermitaño. Vendió el jet presidencial –que todavía no encuentra quién se lo compre– que le dejó Peña Nieto, alardeando que era lujo innecesario y lo hacía por ahorrar. Aunque la otra cara de esa verdad es que él paga por no viajar. No ha ido a ninguna toma de posesión de sus homólogos latinoamericanos y tampoco frecuenta cumbres. No quiso venir a ninguno de estos países a entregar la prima –la miserable erogación de unos pesitos para un programa de siembra de árboles– dizque del tal plan integral de desarrollo. Vaya eufemismo, para atacar las raíces de la migración en las naciones del Triángulo Norte. O sea que con aquel aporte de $30 millones, bastó y sobró para resolver los agudos problemas de desempleo, de miedo, de violencia, de pobreza que induce a los peregrinos abandonar sus lugares de origen, en busca de horizontes más promisorios.

El nuevo TLC con Estados Unidos, que ahora festejan, fue producto de la negociación –de brazo torcido– entre ambos país, cuando POTUS amenazó con cerrar la frontera y encasquetarle aranceles a todo lo mexicano que ingresase al mercado estadounidense. Igual hizo con Canadá, y seguramente por ello y otros desaires es que el primer ministro canadiense se excusó de acudir a la cumbre del nuevo NAFTA que se celebra ahora en Washington. Para evitar el castigo arancelario el gobierno mexicano entregó todo. Aceptó ser –aunque lo niegan– “tercer país seguro”, a donde los norteamericanos regresan a los migrantes a esperar que los jueces estadounidenses les resuelvan sus solicitudes de asilo, y movilizar el ejército para atajar las caravanas procedentes de Centroamérica. La nueva política inmigratoria humanizada del gobierno mexicano acabó en muy poca humanidad, en condiciones deplorables para los peregrinos que se quedaron estancados en ciudades de México, en masivas deportaciones; y en eso pegó la peste del coronavirus. Pero ni la pandemia ha evitado la masiva expulsión de compatriotas para ser repatriados en medio de lo más álgido de esta calamidad. Tan agradecido está AMLO con su vecino del norte por unos ventiladores que le donaron –más bien porque le hayan levantado el castigo– que ofreció hacerse las pruebas clínicas de coronavirus si así lo exigía el protocolo norteamericano. Lo que sí tienen en común con el norteamericano –y vaya coincidencia con el brasileño y el comandante sandinista– es que tratan la enfermedad como si esta fuese una gripe cualquiera, sin los peligrosos índices de contagio y fatalidad.

Arrugan la cara cuando les hablan de mascarillas y de distanciamiento social como medidas preventivas de bioseguridad. Pero eso sí, para ir a ver a POTUS el huraño mexicano se mostró muy complaciente. Aceptó ponerse tapaboca. Lo del muro fronterizo, la invasión de “criminales” desde el sur, y otras coletillas que sirvieron para mostrar a sus parciales mano dura a los inmigrantes, durante la campaña y a lo largo de su gestión administrativa, esta vez no se escucharon. Más bien elogios. Trump dijo que “los mexicanos son gente fantástica, gente increíble y muy trabajadora”. AMLO contento con la cita agradeció los piropos: “Usted no nos ha tratado como colonia, al contrario ha honrado nuestra condición de nación independiente”. Pues allí tienen. La relación armónica entre los vecinos. A veces del diente al labio y tragando gordo, a ratos de caricias ensalzadoras, y en otras ocasiones de leñazos y coscorrones.

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