Milciades Longas Zapata: “La radio hizo la televisión que yo tengo”

ZV
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12 de julio de 2020
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12:27 am
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Milciades Longas Zapata: “La radio hizo la televisión que yo tengo”

Escribir sobre personalidades que han dejado una huella inmortal en la historia radiofónica de nuestro país me resulta de un inmenso gusto, casi indescriptible. Con Milciades Longas Zapata, este sentimiento de júbilo no ha sido la excepción al igual que otras personas a las cuales he tenido el placer de entrevistar y de las cuales en su momento muy poco o casi nada, como en este caso, conocía. Supe de Milciades Longas Zapata por intermedio del reconocido locutor antioqueño Jairo Luis García, a quien agradezco muy particularmente.

Me pareció que era sumamente importante ponerme en la tarea de averiguar más sobre este hombre de medios que pese a su -breve recorrido en la radio colombiana- jugó un papel trascendental en la historia y evolución de la legendaria Cadena radial Todelar, además de haber incursionado con sorpresivo éxito en la televisión centroamericana destacándose en Honduras con el seudónimo de ‘Tony Low’.

Milciades Longas Zapata mantiene una memoria intacta. Las fechas, nombres y anécdotas se mantienen vivas y salvo en cortos episodios su memoria falla. Es culto, mesurado y respetuoso en el hablar y su naturaleza paisa sigue íntegra a pesar de haber pasado más de cuatro décadas lejos de su tierra. Las redes sociales también forman parte de su diario vivir y se siente con el ánimo de impartir clases de radio a las nuevas generaciones que quieren emprender el camino que ya él transitó con laboriosidad y éxito.

Siete años han transcurrido desde que este hijo del municipio de Girardota regresó a Medellín, su tierra de crianza, desde allí, Milciades Longas Zapata hace remembranza de aquella época dorada de la radio colombiana de la que fue protagonista y en la que su nombre estará inscrito para siempre.

Por: Germán Posada

G.P.: Antes de ejercer la locución era músico. ¿Nos cuenta de esta experiencia?
M.L.: Estuve estudiando música y me gustaba mucho la cantada y sobre todo el campo de la composición. A mí me gustaba hasta cantar rancheras porque mi mamá me enseñaba a cantarlas. Para la época hicimos una canción que se llamaba ‘Me largo a tomar’ y yo no tomaba pero aquí en Medellín en el barrio Guayaquil a la gente le gustaba esta clase de música tomando cerveza y la canción pegó.

G.P.: En su repertorio como compositor siempre hay un buen número de canciones y algunas interpretadas por otros cantantes. ¿Quién ha interpretado sus canciones?
M.L.: Yo compuse 120 canciones y casi todas las interpreté. Algunos de los cantantes que las interpretaron fueron El Caballero Gaucho la canción ‘Al Vendaval’, Alirio Rodríguez y ‘El Trío Rubí’ que interpretaron ‘Serenata Materna’ que fue un exitazo. Y también El Trío Caribe en San Pedro Sula en Honduras las canciones ‘Honduras’ y ‘Nostalgia Catracha’.

G.P.: A usted se le escucha muy bien la canción ‘Mi Padre’. ¿Es un homenaje a su papá?
M.L.: ¡Claro! Yo les compuse canciones también a mi madre y a mi abuelita. Esa canción es el retrato de mi papá. La hice en tango porque Medellín es la segunda patria del tango.
Mi carrera como músico terminó una vez comencé con la radio. Ya no podía abandonar la radio y después la televisión mucho menos.

G.P.: Finalmente fue a través de la música que usted resultó siendo locutor. ¿Cuál es esta historia?
M.L.: Un día le presenté mi trabajo musical al dueño de la fábrica ‘Discos Óscar’, don Óscar Villegas Giraldo, y él me dijo que fuera donde su hermano a la emisora ‘Ondas Tropicales’ para que allá me ayudaran a promocionar el disco. Fui a la radio, quien la manejaba era Dagoberto Páramo, hombre de radio ya desaparecido. Arturo Villegas Giraldo era el dueño. Me reuní con Dagoberto y él me dijo que sí era posible pero que teníamos que sentarnos a hablar del disco. Yo me mostré apático porque le tenía miedo a hablar frente a un micrófono, yo no era locutor. Pese a esto tuve que hacerlo y cuando terminó la canción, don Arturo me llamó y me preguntó sobre mí a lo que respondí que era cantante y compositor. Él me dijo que lo que tenía era un buen timbre para locutor y que me quería para que trabajara con él en la emisora y que me iban a pagar 80 pesos mensuales y una hora gratis para poner anuncios. Recuerdo que el noticiero que ellos hacían se llamaba Noticiero ‘Reconquista en el Aire’. En ese instante cambié en cuestión de segundos lo que yo quería hacer por lo que quería otro.

G.P.: ¿Comenzó entonces así su carrera como locutor?
M.L.: Yo estuve en Ondas Tropicales hasta que Dagoberto Páramo me enseñó todas las cosas y picardías de la programación. Era la época de Gustavo Rojas Pinilla en donde se censuraban los noticieros.

Cuando vi a la secretaria de la emisora, de ojos verdes y pelo rubio quedé completamente encantado. Resultamos ennoviados y finalmente ‘me la robé’ porque su mamá la tenía destinada para un señor millonario de Medellín. Me fui con ella a Cartago, allí fui a pedir trabajo y me dijeron que no había sino para los dueños y los familiares de las pocas emisoras que allí existían. Me hablaron de una emisora llamada ‘Ondas Nacionales’ en Cerrito Valle. Esta emisora era de un sacerdote. Yo me presenté con mi novia y le dije que tenía experiencia como locutor en Medellín y que era capaz de dirigir la emisora y que mi novia había sido la contadora de la radio. A él no le gustó porque no éramos casados y la única manera de aceptarnos era casándonos a lo que aceptamos pero a los dos meses me fui a buscar otros derroteros a Bogotá. Un día llegamos a las diez de la noche en medio del frío y yo no aguanté. Inmediatamente tomamos un autobús para Fusagasugá y llegamos a la medianoche. Allí nos encontramos con una emisora llamada Ondas del Fusacatán y nos quedamos.

Allí llegó Enrique de Castro un cantante español que había puesto de moda una canción que se llamaba ‘Solo’ y andaba de gira por Sumapaz. Al conocerme me comentó que en Bogotá necesitaban un locutor de noticias de mi estilo y que él era amigo del dueño de la emisora y que iba a hablar con él para recomendarme. A la semana siguiente me llegó un telegrama diciéndome de presentarme el martes a ‘Radio Continental’ para una prueba. Cuando me presenté me dijeron que acababan de tener ‘una peleíta’ con el locutor Manolo Villareal, que había tirado la puerta y se había ido. Inmediatamente y sin más explicación me dieron orden de leer el noticiero y en medio de mi sorpresa me tocó hacerlo. Esta radio pertenecía a Chocolate Luker y era la época en la que comenzaba don Bernardo Tobón de la Roche.

G.P.: Entre sus creaciones en radio está la famosa serie ‘La Ley contra el Hampa’. ¿Cómo se gestó esta idea?
M.L.: Nació en Radio Continental. Allí había un señor productor y muy buen libretista. Hernando ‘Chato’ Latorre. Él me enseñó a escribir para radio. Yo había escuchado en Nueva Granada un programa que se llamaba ‘El Mundo sigue girando’ que lo manejaban unos españoles pero lo hacían con un estilo muy elitista, contaban historias como ‘El destripador de Londres’ con terminologías que poco se entendía en Colombia.

Yo me dije de hacerlo pero más a lo nuestro. Y me inventé ‘La Ley contra el mal’. La idea era hacerlo con historias de crímenes en la capital y dramatizarlos. Cuando empezamos a grabar yo me disgusté con mi esposa y esto ocasionó que se dañaran los planes con este programa, solo se alcanzaron a mandar dos capítulos a Radio Manizales vendidos a la Compañía Colombiana de Tabaco.

Mandé a mi esposa para Medellín, renuncié a Radio Continental y me fui para Nueva Granada a pedirle trabajo a don Enrique Ramírez, fundador de RCN quien me mandó para Radio Santander en Bucaramanga.

Años después me encontré en Bucaramanga con don Bernardo Tobón de la Roche y le recordé del programa pero a él no le gustaba el título. Él decía que ese ‘mal’ podía significar ser un dolor de cabeza o de estómago y lo cambió por la palabra ‘hampa’ que le parecía más impactante. Pero me mandó para Cali a leer el noticiero que había dejado de nuevo Manolo Villareal.

Era como si Manolo Villareal anduviera un paso delante de mí sin saberlo. Él era un señor locutor que manejaba tres idiomas.

‘La Ley contra el Hampa’ vino a tener fuerza cuando me pasaron de Cali para Medellín. Don Bernardo Tobón de la Roche me dijo que la única condición de ir al aire era si se vendía. Él nos ilustraba cómo vender.

Se la vendí a Bernardo Lopera, un amigo. Él había sido un compañero mío de bachillerato que se le ocurrió que en Antioquia era posible vender la mazamorra envasada al vacío pero necesitaba promoción. Yo se la ofrecí y se la vendí en exclusiva. Ese muchacho se volvió millonario con la mazamorra La Comarca. Yo mismo le hice el jingle y el maestro Gabriel Cuartas Franco director del noticiero hizo la letra que era: ‘Es un sabroso producto con el sabor de La Comarca’.

G.P.: Al parecer usted interrumpió la locución para irse al ejército. ¿Fue así?
M.L.: Yo ingresé al seminario de Yarumal porque iba a ser sacerdote de donde me echaron porque le echaba ojitos a las muchachas que las llamaban ‘Teresitas’, que trabajaban para los seminaristas pero nadie sabía que ellas existían. Por esta razón el padre prefecto Baltasar Cuartas Franco tío de Belisario Betancur Cuartas me echó y me mandó para Medellín. Luego entré al ejército y allí cumplí mis quince años. Después cuando terminé mi servicio militar sucedió la anécdota con mi música en Ondas Tropicales que le comenté al principio de la entrevista.

G.P.: Bernardo Tobón Martínez lo recuerda con el programa que hicieron juntos en Cali y que se llamó ‘Traganiquel Musical’. Dice que su voz era muy linda y que hizo promociones fabulosas. ¿Recuerda esto de su paso en Todelar?
M.L.: Esto fue en Cali. En ese entonces don Bernardo Tobón de la Roche me encargó a sus hijos en ese entonces muy jóvenes. A Germán Tobón Martínez (QEPD) y Bernardo Tobón Martínez. Me dijo que les enseñara todo lo que supiera de la radio, incluyendo las ventas. Con Germán no tuve tan buena empatía, él era muy serio pero con Bernardo sí y juntos hicimos el ‘Traganiquel Musical’.

Para la época teníamos en Bogotá un programa en vivo que se llamaba ‘Un Peso por un Beso’ en donde Arturo J. Ospina reconocido como ‘El Hermoso’ era su director. Se trataba de un concurso en el cual se regalaba una caja de 100 huevos y para la época estaban de moda las famosas incubadoras. A la vuelta de la emisora estaba Almacenes J. Glottmann que vendía las incubadoras. En la radio hacíamos la publicidad y los ganadores salían a comprarlas. Recuerdo que para llenar el radioteatro después del noticiero, poníamos un televisor para que la gente viera solo el logo, pues en 1954 la televisión colombiana tenía esa imagen viva. A las 8:00 p.m apagábamos el televisor y comenzaba nuestro programa.

G.P.: Usted describe a don Bernardo Tobón de la Roche como un ‘hombre muy hábil’ ¿Por qué?
M.L.: Don Bernardo era un berraco. No solamente atendía la parte gerencial y de inversiones. Él fue locutor mucho tiempo en RCN, Radio Pacífico de Cali y vendedor. Tuvo su problema allí y cuando salió de las manos del gerente, el señor Córdoba, les puso la competencia nada más y nada menos que con Todelar que le quitó el segundo puesto a RCN para dejar a Caracol en el primero y Todelar en el segundo.

G.P.: En Medellín en ‘La Voz del Río Grande’ cuando Jairo Luis García reconocido locutor de Latina Estéreo apenas comenzaba en la radio, usted le sugirió que se fuera para un pueblo a desarrollar su carrera. ¿Por qué era tan importante en ese entonces irse para un pueblo a hacer radio?
M.L.: A Jairo yo lo considero mi hijo de la radio. Un tipo agradecido y muy amable.

Ahí, hay una verdad que no es verdad. No es en las grandes capitales en donde se aprende a hacer radio sino en las capitales más pequeñas como Bucaramanga, que fue en donde yo más aprendí a trabajar en radio.

Por ejemplo, en Bogotá habíamos catorce locutores de primera en noticias y el egoísmo era terrible, tan tremendo que usted no se imagina. Lo mismo era en Nueva Granada y en Emisoras Nuevo Mundo. En las emisoras grandes el egoísmo reinaba y se lo puede preguntar usted a cualquiera de los que pudo triunfar afuera. A Jairo le gustaba mucho la radio y era un muchachito muy inquieto. Yo manejaba la emisora y el programa ‘La Ley contra el Hampa’. Era muy amable y servicial. Primero lo mandé a Turbo cuando esta región empezaba a crecer, a desarrollarse y después a Bucaramanga.

Bucaramanga fue una gran escuela para muchos. Allá se hizo Alfonso Lizarazo quien era mi control en Radio del Comercio de Bucaramanga. Su carrera fue tremenda y de donde se agarraba le iba muy bien hasta cuando decidió incursionar en política y se le acabó la carrera.

G.P.: ¿En total cuántos años trabajó en la radio colombiana?
M.L.: Dieciséis. Me fui del noticiero y de ‘La Ley contra el Hampa’. Esto fue lo último. Esto fue por allá en el año 66. Antes había hecho ‘El Preguntón Musical’ un programa que gustaba mucho porque el regalo era algo predilecto de toda la juventud en la época. Regalábamos un blue jean para el oyente que adivinara la canción.

“Para un tipo ser buen locutor lo único que tiene que hacer es conectarse el micrófono en el cerebro”

G.P.: En 1967 se fue para California y estudió televisión. Para la época debió haber sido muy apetecido en la radio colombiana además con estudios en el exterior. ¿Por qué prefirió ir a Centroamérica?
M.L.: Yo tenía un ‘sacrosanto’ amigo de la misma edad. Había llegado de Barranquilla y hablaba muy bien inglés y francés, se llamaba Juan Caballero. Llegamos a entendernos muy bien en Bogotá y me había ofrecido la oportunidad de poder ir a Estados Unidos a hacer unos cursos de radio. En un principio no hice mucho caso. Esto fue cuando estaba en La Voz de Río Grande. Yo cometí un pecado y voy a confesarlo en esta entrevista- porque ya estoy viejo y si no me condeno. Después de que Juan Caballero me había ofrecido a mí la posibilidad de ir a Estados Unidos, las cosas habían cambiado y estaba necesitando a uno de los mejores periodistas para enviarlo a este país a hacer los cursos y yo le dije que era la persona indicada pero él me respondió que lo que él necesitaba era un periodista no un locutor. Yo le insistí y le dije que había aprendido de periodismo con Gabriel Cuartas Franco y él aceptó.

Entre los periodistas del Noticiero Todelar de Antioquia uno de ellos muy a disgusto porque era yo quien iba a viajar, me hizo una pasada muy fea y dijo que yo había girado un cheque sin fondos y me sacó casi media página en El Colombiano y me ‘embarró’ a su gusto. La deuda la pagó mi papá, y me fui para Estados Unidos y de lo que aprendí la idea era venirme para a Bogotá que era en donde yo podía trabajar en televisión. Cuando estaba saliendo de los estudios en California alguien me dijo que un señor buscaba trabajadores para un canal de televisión en Honduras y al presentarme ante esta persona me propuso irme con el conduciendo su auto desde San Francisco. Conversando con él me confesó que era de Nicaragua y que me necesitaba para un canal en Guatemala y una vez allí me puso en contacto con los del canal.

Yo soy católico cristiano y un día fuimos a misa. Frente a la iglesia había una estatua de Bolívar y frente a esa estatua asesinaron a tres coroneles. Guatemala estaba perdida con la guerrilla en esa época. Yo decidí que allá no me quedaba y renuncié.

Cuando fui a despedirme al canal, por coincidencia el ingeniero Leslie McKormac estaba buscando gente para un canal en Honduras ya que estaba comenzando la televisión en Centroamérica y no había quien trabajara y me fui para Honduras, una tierra caliente de clima pero también caliente por su gente cariñosa. Me llevaron a la ciudad de San Pedro Sula a montar un canal nuevo llamado Canal 7 de San Pedro Sula y así comenzó mi vida en este país.

G.P.: ¿Qué le gustó tanto de Honduras que se quedó en este país?
M.L.: Yo resolví a los tres días de haber llegado que solamente iba estar 8 días y me quedé 46 años. Charlando con Óscar Cobos (QEPD) alguien que manejaba la promoción de la Cervecería Hondureña y cuya empresa había comprado un programa llamado ‘Festival de Cervecería Hondureña’, yo le decía que no iba a aguantar ese calor de Honduras.

Pero ese calor resultó ser una medicina para mí porque yo tenía problemas con los bronquios y el calor de San Pedro Sula me fue curando rápidamente y la gente era muy amable conmigo. Yo solo venía al montaje y me entendí perfectamente con todo su personal. Llegué en febrero y en mayo logramos salir al aire. El primer programa que monté fuel ‘El tío Pancho’.

G.P.: ¿Y cómo se originó el nombre de ‘Tony Low’ por el cual se hizo famoso en Honduras?
M.L.: En realidad esta historia se originó en Colombia. Me lo puso Alberto Acosta el gerente de La Voz del Río Grande. Esto me ocurrió desde que leía el noticiero en Todelar. El nombre de Milciades no le gustaba a don Alberto Acosta. Mi nombre completo es Milciades Antonio Longas Zapata y él me propuso utilizar ‘Tony’ por Antonio y ‘Low’ como una abreviatura de Longas. De esta manera quedó registrado mi nombre en el carnet.

Incluso por esta historia hasta mi madre le armó un problema a don Alberto Acosta.

Estando en Honduras el director del ‘Nuevo Canal 7’ me preguntó por mi experiencia en televisión en Colombia y yo le mostré el carnet de radio en donde figuraba mi seudónimo de ‘Tony Low’ y le expliqué la historia. Él aceptó de seguir bajo ese nombre artístico y se hizo reconocido en Honduras.

G.P.: Fueron varios programas los que usted animó durante su estadía en Honduras. Algunos de ellos fueron ‘El Tío Pancho’, ‘Piano Bar’ y ‘El Show de Mediodía’. ¿Me habla de cada uno?
M.L.: ‘Piano Bar’ era un programa nocturno. Tenía una coanimadora muy bonita y un pianista. Yo presentaba al pianista y nos tocaba una melodía, mientras tanto nosotros conversábamos. Yo no podía hablar de política porque era extranjero pero ella sí lo hacía. Hacíamos comentarios y saludábamos a la gente. Parecía un programa de radio con cámaras.

Desde que se originó mi contacto en Guatemala la idea era que yo hiciera un programa infantil. Mi inspiración para llamarlo ‘El Tío Pancho’ comenzó al recordar que mi hermano Rafael Claver Longas quien también trabajó en radio tenía un programa de niños en Pereira en La Voz Amiga llamado ‘El tío Rafael’. Yo agarré mi guitarra, me puse un sombrerito y me puse a hablar con los niños entrevistándolos como si fueran adultos. Fue todo un éxito con las respuestas ocurrentes y graciosas de los niños. El programa le quitó la sintonía a un programa que pasaba a la misma hora en el Canal 5 en la ciudad de Tegucigalpa pero que se veía a nivel nacional. El propietario era el mismo y a disgusto cerró el programa que duró solo seis meses pero lo suficiente para quedar en el recuerdo de sus habitantes.

Cuando comencé a hacer ‘El Show de Mediodía’ ya tenía mis documentos en regla. Era un programa de artistas y de comentarios al mediodía. Duró unos cuatro años todos los días.

G.P.: Otros fueron ’Chiquilandia’, ‘Baje una Estrella’, ‘La Hora Sabrosa’, ‘Delia y Tú’, El Teletón y ‘300 Millones’ que se transmitía desde España. ¿Nos cuenta de este en particular?
M.L.: Diez años antes de celebrarse los 500 años del descubrimiento de América el Rey de España quiso montar un programa a escala mundial que también pasó en Colombia. Su nombre era ‘300 Millones’ y todos los países debían colaborar mandando información nacional. Se hacía cada ocho días y duraba dos horas. Cada país debía enviar a su presentador.

Yo estaba en la ciudad de Tegucigalpa, cuando le dijeron a la estrella del canal, de apellido Valladares para hacerlo, él se negó porque no quería ir hasta España solo a hablar cinco minutos. Me asignaron a mí y en media hora me sacaron un pasaporte diplomático y me fui con mi esposa. En España me presenté y les dije que estaba acostumbrado a hacer dos programas diarios con una duración de una hora y cuarenta y cinco minutos. Me preguntaron si estaba dispuesto a hacer las dos horas y yo respondí que sí, dándole cambio a todos los presentadores de cinco minutos desde sus países. Al productor le gustó el proyecto ya que se ahorraban dinero porque no pagaban pasajes a los demás y me propuso hacerlo con una coanimadora.

Este primer programa lo hice ‘volando’ porque quería aprovechar e ir a recorrer Madrid. A los cuatro días el director me llamó la atención al decirme que debía demorarme por lo menos 5 o 6 días grabándolo porque entre más se demorara iban a ganar más dinero porque les pagaban por hora. De esta forma grabamos los otros. Con este primer programa se preparó al mundo para celebrar los 500 años del descubrimiento de América.

Para las grabaciones viajaba cada dos meses. Yo grabé tres programas y todo duró dos años. Nunca llevaron a Don Francisco porque estaba en Chile haciendo su programa y no se lo conocían mucho.

G.P.: También hizo radio en ‘Radio El Mundo’ con el programa ‘Enfoques de Actualidad’. ¿De qué se trataba?
M.L.: Esto fue en San Pedro Sula. Por el hecho de ser extranjero leía las noticias internacionales y los otros dos presentadores hablaban de política local y cuando se calentaban los ánimos yo incursionaba leyendo dos o tres noticias internacionales. Esta radio era de don Federico Batistello.

G.P.: ¿Qué comparación haría de la radio colombiana a la de Honduras en aquella época?
M.L.: La única competencia que tenía Colombia para la radio era Cuba y México. Colombia les bajó el rating a los dos. Colombia tuvo una época en que era la primera calidad de radio durante muchos años en todo el mundo. Colombia sigue teniendo importancia con el poder de sus transmisiones. Yo solo estuve dieciséis años y no pude tener puestos más importantes.

G.P.: En Honduras el Instituto de Ciencias de la Comunicación le otorgó el premio ‘Micrófonos de Oro’. ¿Qué le representa este premio en su vida?
M.L.: El cariño del pueblo hondureño. El cariño de los compañeros. Los locutores hondureños son muy buenos. Tienen mucho protagonismo en casi todas las radios latinas en Nueva York, Los Ángeles y Washington.

Fue todo un gusto porque me lo entregaron en compañía de Rodrigo Wong Arévalo, un señor que siendo locutor ahora es empresario de televisión. Es una maravilla así que es un ejemplo para la juventud.

G.P.: Usted prácticamente fue como un ‘Don Francisco’ o un ‘Pacheco’ en Honduras. ¿Lo considera así?
M.L.: Don Francisco es prácticamente el chileno que más puso en alto el nombre de los hispanos en Estados Unidos. Pacheco fue el español que más puso en alto el nombre de los españoles en Colombia. Aunque él fue criado en Colombia y lo hizo como colombiano de corazón, sus orígenes son españoles.

En Honduras yo traté de hacer los programas en vivo tipo Don Francisco y tipo Pacheco. Y siempre quise dejar que el público y los invitados tuvieran más oportunidad de participación.

G.P.: ‘La gloria no es únicamente de quien la recibe, sino de quien tiene la honra de compartirla’. Esta frase refleja mucha humildad. ¿La utilizaba mucho?
M.L.: No es una frase mía. Pero la utilicé mucho tiempo para adornar los programas. Al primero que se la oí fue a Wilfredo Mayorga famoso periodista de noticias de Honduras. Así como utilicé el saludo que hacía en Colombia que era ¡‘Qué tal amigos… qué tal!’. Ese saludo también lo tuvieron en Colombia otros locutores en época de juventud. Uno va buscando las mejores palabras.

G.P.: ¿Es cierto que también es piloto? ¿Tiene experiencia?
M.L.: Cuando salí del seminario ese era mi deseo y mi afición. Yo tuve un entredicho con mi mamá porque le decía que no quería ser sacerdote sino aviador. Mi mamá me decía: ‘Nosotros no queremos un hijo muerto’ e insistió en que no lo hiciera.

Ya mayor en los años setentas me hice piloto con mi salario. Tengo mi licencia comercial. En Tegucigalpa me compré una avioneta pequeña. Una Cessna 152. Amigos pilotos que hacían vuelos a particulares y por alguna razón no querían hacerlos me los dejaban a mí y yo los reemplazaba. Mi trabajo era en la televisión pero hacía vuelos a la gente para pasearlos y me hacía unos pesos hablando de televisión con ellos.

G.P.: ¿Qué piensa ahora de todos sus años de vida en Honduras?
M.L.: Honduras hizo mi profesión. En este país fabriqué mi carrera con un curso de los Estados Unidos. La única experiencia que tenía de televisión era ese curso que había hecho y la experiencia en la radio en Colombia con programas en donde yo aprendí a animar radio teatro en Radio Santander de RCN en Bucaramanga, que eran tres programas semanales, ‘La hora Noel del aficionado’, ‘El Peso Fabricato’ y ‘Adivine mi trabajo’.

Estos tres programas fueron mis grandes pruebas. Si yo hubiese entrado a la televisión por otro rubro que no hubiera sido la animación tal vez yo no hubiera podido haber incursionado en ella. Entré y la gente decía que yo sabía mucho pero yo lo que sabía era de radio. La radio es mi mamá. Mi mamá hizo la televisión que yo tengo. Aprendí a manejar público, a manejar gente, solo faltaban las cámaras y eso fue lo que se me metió a mí en el corazón para poder quitar el miedo de enfrentarme al público.

Esa televisión de 46 años en Honduras se la debo a la radio. Cada paso que yo daba de más fue gracias a la radio que yo aprendí en Colombia.

G.P.: ¿Cómo se siente de nuevo en su querida Medellín?
M.L.: Aquí están mis hijas y querían que su papá estuviera en casa. Ya tengo siete años de estar aquí. Creo que una gran mayoría de los que trabajamos en radio y televisión nos equivocamos y pretendemos decir que un día vamos a ser ricos. Pero si no somos hijos de dueños no vamos a tener plata suficiente para vivir de ahorros.

Conseguir trabajo en Medellín para un viejo de 88 años es muy difícil y ahora con la cuarentena solo hasta los de setenta pueden salir. Yo tengo el cerebro bien puesto. Podría trabajar así fuera dando una clase o tener un programa de adiestramiento por radio, cualquier cosa se puede inventar, para dejarle todos los conocimientos a la gente para que los puedan utilizar de una manera distinta. Con esto de la cuarentena los muchachos se dieron cuenta que no tienen que ir al colegio porque pueden hacerlo desde la casa.

Sin ser el animador yo podría dirigir una radio. Controlar el personal, fijarme cómo programar la radio, cuál es la competencia de la radio. Yo manejé La Voz del Río Grande en la mejor época.

En la radio y en la televisión como en la medicina todos los días hay que leer y aprender cosas nuevas y si no se queda uno atrás. Todo este bagaje me gustaría entregárselo a una universidad por ejemplo a la Pontificia Bolivariana en un tipo de clases que no fuera didáctica si no de experiencias en la cual yo podría ir a hablar con los que van a graduarse de cómo tiene que comportarse frente a las cámaras y frente al micrófono.

Para un tipo ser buen locutor lo único que tiene que hacer es conectarse el micrófono en el cerebro. No a la pasión del corazón. El pensamiento es el que tiene que salir por el micrófono. Porque de lo contrario va a decir diez mil burradas todos los días y eso lo va a echar para atrás. Necesitamos nuevos locutores que -tumben, barran o hagan llover el sol- siempre y cuando conecten el micrófono al cerebro.

G.P.: ¿Y cómo le va en cuarentena?
M.L.: Le cuento que estoy escribiendo un libro. Le voy a dar la primicia del subtítulo que es la historia de ser ‘Un muchachito travieso como el suyo’. Estoy terminándolo, claro que con esto de las redes sociales los libros lamentablemente pasaron a un segundo plano servirán como un testimonio para dentro de 400 años cuando ya no hablemos ni español.

Lastimosamente tiempo atrás me caí en el centro de la ciudad y se me dañó la columna y ahora encima en cuarentena. Cuando esto termine hay que volver a empezar.

G.P.: Gracias por ser parte de la historia de nuestra radio.
M.L.: Qué más podría decirle sabiendo que no hay ni dos ni hay tres que puedan estar haciendo la labor que usted está haciendo en todo el mundo desde Canadá. Yo se lo aseguro que no lo hay.

A uno le hacen entrevistas alguna vez pero no le dan la difusión del tamaño que usted le está dando que es lo que vale la pena. Gracias a su humildad. Usted es del medio indudablemente. Que mi Dios me lo acompañe siempre. Muchísimas gracias por todo.

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