Viviendo un drama en la vida real: La pandemia en la economía familiar

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12 de julio de 2020
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12:07 am
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Viviendo un drama en la vida real: La pandemia en la economía familiar

Esto era el comercio informal en la terminal.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email:luisgoyuela15@gmail. com

DANLÍ, El Paraíso ¿Cuáles son los efectos reales en la economía? Hoy se trata de sobrevivir como sea, no van quedando opciones. La pandemia puso al mundo de rodillas. Por ahora la guerra es contra un enemigo invisible y los únicos soldados en el frente de batalla son los médicos y enfermeras salvando vidas.

Llevamos cuatro meses de confinamiento, la incertidumbre y la desesperación ante la terrible crisis económica familiar es otro enemigo a vencer. La mayor parte de la población no tiene ingresos fijos, viven como ellos dicen de la rebusca, así han vivido siempre del trabajo diario; por ejemplo, en el área de construcción que no hay mucho por ahora, los albañiles aprovechan para dar seguimiento a trabajos que habían quedado inconclusos. La recesión economía paralizo el área de la construcción.

La esperanza está en el campo.

Los que más resienten la falta de ingreso es una parte del comercio informal, estos fueron obligados por las autoridades a abandonar el centro de la ciudad. Unos pocos fuera del casco urbano se las ingenian recorriendo los barrios y colonias llevando los productos en carretas; los que poseen vehículos, estacionan en puntos claves para realizar las ventas, sin embargo, debido a las exigencias de bioseguridad, los consumidores se abstienen de comprar.

La situación más complicada es para los pequeños núcleos de población dedicados a la reventa de productos de consumo popular. En la terminal de transporte donde antes de la pandemia se movilizaba la mayor parte del comercio informal la actividad comercial se paralizó. Muchos menores de edad que se dedicaban al menudeo de verduras y otros productos de consumo entre los viajeros han desaparecido.

En las comunidades rurales los hornos artesanales son parte de la sobrevivencia de los emprendedores.

Los productores de verduras y legumbres del altiplano cesaron en su actividad comercial que realizaban en la denominada “Feria del Lempirita”, todos los viernes y sábado, cesaron con esta actividad, ahora se ven obligados a vender a los intermediarios, para no perder los productos en su mayoría perecederos.

Los comedores y restaurantes están trabajando a domicilio, pero no todo mundo tiene la capacidad para realizar pedidos de alimentos a los referidos negocios que tratan de mantenerse activos, pero sin mayores beneficios, situación que se agrava con la prolongación del cierre de sus establecimientos. El consumidor por su parte, no está en capacidad de darse el lujo de hacer pedidos de alimentos a domicilio porque existen otras prioridades, por ejemplo, los pedidos de medicamentos a las farmacias, igual con los supermercados, pero el porcentaje de consumidores con esta capacidad, es muy reducido y, en la medida que pasa el tiempo, el dinero en efectivo se agota, salvo los que pueden manejar una tarjeta de crédito.

Las moliendas de caña para producir dulce dejaron de producir.

En el campo la situación es diferente, aunque un elevado porcentaje de la población en el área rural no tiene acceso a la tierra, de alguna forma sobreviven la crisis trabajando como jornales en las áreas de cultivo de maíz y frijol, en algunos casos los dueños de terrenos ceden a los peones pequeñas parcelas para los cultivos de subsistencia. En zonas apartadas de los centros de población urbana, los agricultores tradicionales de antaño saben que la integración de la familia es vital para producir sus alimentos; por lo tanto, las labores de campo las realizan en conjunto.

En los barrios y colonias, la situación es extremadamente delicada, hasta los pepenadores han visto reducidos a la nada sus ingresos, esta es la gente más desprotegida y expuesta a contraer el virus, sin embargo, nadie puede negarles el derecho el trabajo.

La “Feria del Lempirita”, por ahora cancelada.

Los emprendedores son otro sector de la población que padece los efectos de la crisis, por ejemplo, los artesanos del pan en las comunidades rurales, cuya actividad la realizaban diariamente y al mismo tiempo, empacar el producto y desplazarse por barrios y colonias ofreciendo a domicilio el producto recién salido del horno, hoy con las medidas de restricción, solamente pueden salir una vez cada 15 días conforme al dígito que les corresponde.

Esta es la situación real de la que pocos se enteran, solo quien está viviendo la experiencia de no recibir los ingresos diarios siente como la crisis prolongada termina con los ahorros, además, con los pocos ingresos de los que depende el resto de la familia.

Los tradicionales tamalitos de elote no volvieron a las calles.

En este orden, también sufren los efectos de la economía familiar los fabricantes de dulces, jaleas, encurtidos y bebidas; los artesanos del dulce y demás derivados, están de brazos cruzados. Las moliendas de caña que normalmente se llevan a cabo entre marzo y abril, los trapiches dejaron de funcionar, los hornos para los cocidos en las calderas pasaron al receso obligatorio por la pandemia.

En otro reportaje, hicimos referencia a las tradicionales tamaleras del valle de Jamastrán. Un grupo de mujeres que diariamente desde horas tempranas de la mañana se desplazaban a la ciudad para vender su producto de casa en casa y puntos fijos en la terminal y esquinas de mayor circulación de personas y vehículos, están en cesantía sin el ingreso habitual para el sostenimiento familiar.

Lamentablemente, “los pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos”. Solo habrá que acercarse a los botaderos de basura para constatar la realidad de antes y ahora en la pandemia viven una nueva realidad. La economía familiar se derrumba cada día.

En las comunidades rurales los cultivos de maíz son parte de la economía de subsistencia.
Las artesanas del dulce y principal medio de sobrevivencia también resienten las consecuencias de la pandemia.
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