La confianza perdida

MA
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14 de julio de 2020
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12:20 am
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La confianza perdida

Juan Ramón Martínez

Mario Vargas Llosa en una entrevista que le hiciera a Borges, y que incluye en su último libro, “Medio Siglo con Borges”, que me ha hecho llegar Darío Banegas, le pregunta al escritor argentino: ¿qué régimen le parecería el más adecuado para nosotros? Borges responde: “Soy un viejo anarquista spenceriano y creo que el Estado es un mal necesario. Si yo fuera dictador, renunciaría a mi cargo y volvería a mi modestísima literatura, porque no tengo ninguna solución que ofrecer. Yo soy una persona desconcertada, descorazonada como todos mis paisanos”. En la respuesta, dos palabras impresionan. Desconcertada y descorazonado. Porque creo que nos retratan a todos en este momento. Y, explican algunas cosas que, exhibimos en nuestro comportamiento: el miedo a morir, la desconfianza en todo y contra todo, el gozo infantil por el espectáculo, la desesperanza y de consiguiente, la falta de disposición para la unidad.

El miedo a morir, tiene que ver con algo elemental: le hemos cerrado la puerta de nuestras casas a Dios. Hemos llegado a creer tanto en nosotros mismos, y nuestras infinitas capacidades, para lograr todo; resolver todo, e incluso, conseguir todo lo que nos hemos propuesto, que ahora ese individualismo exacerbado, se siente anonadado porque un simple virus, nos haya tomado de sorpresa. E impotentes, nos hemos atrincherado, asustados, en nuestras casas. De allí que el primer derrotado no es el capitalismo, sino que el individualismo que lo ha usado, para lograr los éxitos mayores que el ser humano ha alcanzado sobre la Tierra. Por ello estamos asustados. En otras pandemias, la humanidad buscaba consuelo en Dios. Ahora la confianza es, en la ciencia, en nosotros mismos, en los políticos y en los gobernantes. Pero la confianza en estos últimos es muy variada. La confianza en los líderes, –se basa no tanto en lo que han hecho–, sino en lo que han cumplido de sus promesas ofrecidas. Y, como la política se ha basado en el engaño, en que los políticos nos han ofrecido el cielo y la Tierra, ahora, no les creemos nada de lo que nos dicen.

Los científicos, compiten por desarrollar una vacuna que, corre el riesgo de ser inútil, porque el virus está mutando constantemente. Por ello, se anticipa que el valor de la vacuna, va a ser muy relativo. Con el riesgo que, como los científicos –son ahora, “soldados” de las ideologías y de los sistemas económicos–, los fracasos de la vacuna, aumentarán la desconfianza, e impedirán la unidad, necesaria e inevitable, incluso presente en todas las historias de las pandemias que la humanidad ha enfrentado, para tener éxito. Porque sin acción colectiva, deliberadamente acordada, nada bueno puede resultar.

Actualmente, la confianza en el gobierno tiende a la baja. Y también en el equipo gubernamental, las instituciones públicas y en las reducidas organizaciones de la sociedad civil. El punto de partida de la desconfianza es, la reelección. El pueblo hondureño, por más que digan los panegiristas de la dictadura, disfrazados de demócratas, no soporta a ningún gobernante, por más de cuatro años. Villeda Morales, si hubiese terminado su período en 1961, probablemente no habría producido el “rodismo” –la herida rencorosa de los liberales porque no habían sacado del presupuesto a los nacionalistas– que justificó el golpe de Estado. En las primeras décadas de la República, el período presidencial era, dos años. Es decir que así, se impedía el desarrollo del caudillismo que, para nosotros, como lo sabemos, ha tenido efectos devastadores.

En este momento la desconfianza es tal, que pocos creen que JOH no aprovechará la crisis para buscar la reelección. En facebook me han insultado, y mentado la madre, por creer que iremos a internas; que JOH, va de salida; y que, el 27 de enero del 2022, tendremos un nuevo gobernante. Creen que defiendo al gobierno y, por ello rechazan mis augurios. Otros creen que soy un ingenuo soñador. Pero, no me siento descorazonado, como Borges. Creo que, en la medida en que insisto en la “profecía cumplida”, esta irrumpirá en nuestras vidas. Y que, de los escombros, resurgirá la nación. Sin olvidar –aquí rindo mis respetos a Borges– que los políticos, no tienen idea, de los problemas que enfrentaremos. Y, en consecuencia, no nos llevarán a la tierra prometida. Seguirán, empujándonos, en el desierto.

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