¿QUÉ PITO TOCAR?

ZV
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16 de julio de 2020
/
12:18 am
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¿QUÉ PITO TOCAR?

CAPITALINOS Y EL AEROPUERTOLO DOMÉSTICO Y LA SOLIDARIDAD

NO acaba esta pesadilla. Apenas leves signos de esperanza que la ciencia ofrezca medicinas que curen, se disminuya las fatalidades y que descubra la vacuna milagrosa para el control de la peste. De pronto, alertan que se avizora otra calamidad. Según escalofriantes vaticinios, resulta que a los que no mate la enfermedad están en riesgo de morirse de hambre. “La pandemia de coronavirus podría empujar a entre 80 y 130 millones de personas al hambre a final de año en todo el mundo”, según el informe titulado “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, elaborado por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de Desarrollo Agrícola (FIDA) –los tres con sede en Roma–, junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF).

Solo cuenten el número de letras y de siglas de todos esos organismos internacionales, cuyo único propósito de existencia es precisamente evitar que ocurran y que los pueblos sufran, esos apocalípticos escenarios de calamidad. O cuanto menos atenuar el devastador efecto de las desgracias. Sin embargo, como ya hemos reseñado con anterioridad, “la caótica respuesta global a la pandemia de coronavirus ha puesto a prueba la fe de incluso los internacionalistas más ardientes”. Al día de hoy, carentes de creatividad, con el hocico metido en la tierra, no superaron la abúlica lentitud burocrática que las asfixia en tiempos de normalidad, para lucirse, haciendo un peor papel en la crisis. Pocas son las acciones efectivas que toman en beneficio de los desamparados; insuficiente la asignación de recursos en cantidades que permitan amortiguar el desmoronamiento económico; o la asistencia sanitaria que dan, comparable a los devastadores efectos de la enfermedad en los pueblos de todas las naciones. Pero con saña de mayor crueldad en los más débiles, los más frágiles, los más vulnerables. De poco serviría descifrar esencia alguna en las siglas de todas ellas, con siglas vacías nos quedaríamos. Mucho de todo ese sistema internacional lo integran burócratas bien pagados, con capacidad de elaborar estudios, recoger datos, ofrecer cifras, engrapar legajos de papeles que ofrecen a sus jefes para que estos salgan en conferencias de prensa o emitan boletines manifestando su preocupación.

Como si las preocupaciones fueran bálsamo para el dolor o remedio para la enfermedad. No queda de otras, entonces, que compartir las palabras que escriben como reemplazo de los hechos que se quisiera que hubieran. “El estudio alerta de que la crisis sanitaria ‘está intensificando la vulnerabilidad y la desigualdad de los sistemas alimentarios mundiales’, desde la producción, hasta la distribución y el consumo”. Así que quedan avisados sobre el hambre que se viene. Ojalá aquí –los viejos textos de geografía que usaban los maestros para dar clases en las escuelas de antes, definían el país como de vocación agrícola y forestal– se haga lo pertinente para garantizar la seguridad alimentaria. En cuanto a ¿qué pito tocar?, frente a los inmensos grados de impotencia que ocasiona la pandemia, se trata de una carrera de la ciencia, de las potencias y de sus laboratorios de investigación, de sus prestigiosas universidades, por salir con la vacuna que inmunice contra el virus infernal. Con la esperanza que ajuste para estos pintorescos paisajes acabados, cuando los ricos y poderosos terminen de repartirse con la cuchara grande.

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