El mestizaje económico no funciona

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18 de julio de 2020
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12:36 am
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El mestizaje económico no funciona

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez

Al principio de la pandemia, cuando comenzó a ser notoria la incapacidad del sistema para atender la demanda de los pacientes afectados por el COVID-19 algunos críticos se equivocaron al decir que el colapso se había producido por culpa de la privatización de ciertos servicios estatales. Son los mismos que reprueban las decisiones del Estado, pero, al mismo tiempo despotrican contra la prestación privada de los servicios por considerar que estos resultan demasiado costosos y poco solidarios con los más pobres. Su justificación es válida a medias.

Ese ejemplo, sustancial, por cierto, muestra que, en países como Honduras, el sistema estatal no dispone de los recursos más elementales para atender la demanda del público. Primero, porque esos recursos son limitados; y, segundo, porque el Estado no funciona como la empresa privada que enfoca el presupuesto según la demanda del usuario, no por sectarismos ni por política. Al mismo tiempo, la pandemia ha servicio para desnudar los errores de la empresa privada cuando funciona bajo un esquema mercantilista de protección estatal, de compadrazgos y subsidios, en contra de todos los cánones del mercado libre. Imaginemos a un ministro de Salud, propietario de un hospital privado, o a un comisionado del transporte, propietario de buses y taxis. Sería una estupidez aprobar una ley en el Congreso que afecte los intereses de sus empresas.

Para la mayoría de la gente, incluyendo a los intelectuales, el Estado debe ser el campeón del reparto. El monstruo de Hobbes sigue siendo la primera vía para distribuir la riqueza de una nación. No son pocos los que aseguran que el Estado puede generar esa riqueza y ser el motor de la economía, si tan solo se apropia de los recursos clave y más productivos como el petróleo, las telecomunicaciones y la energía. De esa manera -aseguran-, se garantiza que los empresarios -que Dickens elevó a la categoría de desalmados-, no se aprovechen de los más pobres y desdichados.

Un buen amigo mío me dijo el otro día: “El problema de países como Honduras, es que la riqueza está mal distribuida”. Lo que mi amigo no ha reflexionado es que la riqueza la produce el mercado cuando funciona sin trabas burocráticas, sin oligopolios, aséptico de los privilegios estatales. Eso nos lleva a la segunda vía. Cuando el mercado es libre, y el Estado asegura que la iniciativa de las personas fluye para iniciar un negocio de manera expedita, por pequeño que sea, los resultados son otros; el nivel de vida de la población aumenta, el afán de lucro también, lo cual no es malo porque se dinamiza el mercado y se asegura el libre intercambio de bienes y servicios cuando existe el respaldo de los tribunales de justicia. En otras palabras, se genera la confianza entre los ciudadanos y se fortalece la tan ansiada integración social que todo gobernante necesita.

Este cambio radical y revolucionario de la microeconomía, resulta beneficioso para el Estado porque significará que, a la par de la generación de la riqueza, la recaudación fiscal permitirá captar recursos y dirigirlos hacia los menos privilegiados, sin pretender atender demagógicamente a toda la población como se hace en este momento.

El Estado no puede suplir la demanda de bienes y servicios, esa es misión del mercado. Ni puede existir una tercera vía plasmada en una economía mixta porque se vician los procesos productivos cuando se atiende más al partido en el poder que a los clientes. Siempre nos encontraremos con las influencias, padrinazgos y los intereses estatales cuando la política se antepone a las necesidades de los usuarios. O es una o es la otra, pero el mestizaje económico jamás funciona.

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