Barco a la deriva

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23 de julio de 2020
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12:38 am
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Barco a la deriva

Que Dios nos agarre confesados

Por: Rodolfo Guillermo Pagán Rodezno*

Es evidente que los efectos de la pandemia del COVID-19 en el mundo están siendo devastadores, debido al elevado número de contagiados y fallecidos, así como por el impacto en la economía de los países, debido a las medidas de confinamiento que en mayor o menor medida se han implementado para intentar evitar el aumento del número de casos, lo que ha generado la paralización de la mayor parte de las actividades económicas y el consiguiente cierre de empresas, dando lugar a la pérdida de millones de puestos de trabajo, por lo que el número de personas pobres y extremadamente pobres está aumentando considerablemente, con lo que el impacto desde el punto de vista social también es muy importante.

El caso de Honduras no es la excepción, y es que ya se contabilizan alrededor de 35 mil casos confirmados de COVID-19 y aproximadamente mil fallecidos, según estadísticas oficiales, aunque las estimaciones de expertos en el tema, es que las cifras son mucho mayores. Además, se estima que unas 300 mil personas han sido suspendidas de sus trabajos y otras 300 mil han sido canceladas definitivamente, y se proyecta que al final de la pandemia se pierdan entre 500 mil y 600 mil puestos de trabajo, lo que es aún más preocupante si se considera que en los últimos 10 años se crearon 432 mil nuevos puestos de trabajo, y se proyecta que más de la mitad de las empresas del país corren el riesgo de cerrar operaciones, siendo las más afectadas la micro y pequeña empresa, de acuerdo a declaraciones de representantes del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP).

Además, a nivel de país hay proyecciones de una importante contracción en la economía de entre el -2.5% y el -5% del Producto Interno Bruto (PIB), debido a la disminución de las remesas, la caída de las exportaciones, la disminución de los ingresos, además de la gran cantidad de préstamos que se han adquirido para hacerle frente a los efectos de la pandemia, lo que se viene a sumar a las enormes cantidades de dinero que el país adeudaba tanto interna como externamente antes de la crisis.

A todo lo anterior, hay que agregar la deficiente gestión de la crisis por parte de las autoridades encargadas, las que acumulan una serie de desafortunadas decisiones, y es que si bien es cierto que ningún gobierno del mundo estaba preparado, no se puede desconocer que en el caso de Honduras, ha reinado la improvisación, y la falta de previsión, así como la adopción de medidas extemporáneas o basadas en criterios poco científicos y técnicos.

Respecto a lo anterior, “verbigracia” se puede mencionar el desastre en la compra de los hospitales móviles, proceso que desde el inicio generó muchísimas dudas, por la forma en que se adjudicó el contrato, la poca experiencia de la empresa seleccionada, a pesar de existir otras empresas ineteresadas, el elevado precio pagado de forma anticipada sin garantía alguna, al punto que según el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), el valor real de los mismos es de 14 millones de dólares y no 47 millones de dólares como afirman los responsables de la compra, el retraso en el envío de los mismos, y para rematar la tardanza en el desaduanaje, instalación, y puesta en funcionamiento de los mismos, lo que ha incidido directamente en la muerte de muchas personas por la falta de atención médica oportuna, lo que hasta la fecha se convertiría en el más grave acto de corrupción durante la pandemia, lo que hace presagiar que el perjuicio será mayor que lo ocurrido en el caso del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).

Hoy más que nunca es imperativo que todos los sectores, incluyendo al gobierno, los colegios profesionales, especialmente el Colegio Médico, los empresarios, trabajadores organizados, conjuntamente puedan tomar las mejores decisiones para enfrentar esta grave crisis. Además a quien le corresponda, deberá ser implacable con cualquier acto de corrupción que se cometa, no apañando o protegiendo a los responsables, y deberá también nombrar las personas más capacitadas en las instituciones claves para la gestión de la pandemia y sus efectos, caso contrario el país seguirá sin rumbo, navegando como un “barco a la deriva”, cuyo capitán “brilla por su ausencia”.

Que Dios bendiga a Honduras y su gente.

*Abogado y Notario
Máster en Derecho Empresarial

[email protected]
Twitter: @rpaganr

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