Dame que no te la doy

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25 de julio de 2020
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12:05 am
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Dame que no te la doy

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez

Resulta encomiable la emisión de un documento que ha hecho público el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), donde recomienda, en cuatro puntos, las acciones que debería tomar el gobierno en lo concerniente a la pandemia, el Estado de Derecho, la tributación y la simplificación administrativa. El planteamiento reta al gobierno para que implemente de manera inmediata, los objetivos ahí descritos que, según los empresarios, nos conduciría hacia una posible “vía hacia el desarrollo”.

No sabemos si el gobierno tomará en serio la misiva, pero lo más seguro es que el documento terminará sus días engavetado, como es la costumbre en el Estado. La propuesta, empero, debió ser fruto del consenso en la llamada Mesa Intersectorial de la reapertura económica, de cuyo seno, se supone, saldrían las directrices institucionales para disminuir los contagios, al mismo tiempo que lograr la reactivación económica según el comportamiento de la pandemia. Se trata de una “contraofensiva” bien intencionada, desde luego, si consideramos la renuncia del COHEP de la Mesa Intersectorial, desde hace varias semanas, arguyendo de que nada de lo que se proponía era tomado en consideración por el Estado, lo cual no debería de extrañar a nadie.

Este panorama desolador, muestra la disociación institucional en países tercermundistas como el nuestro, donde el Estado y las organizaciones civiles chocan entre sí cuando los intereses políticos y los negocios se van por vías diferentes. Pero, están de amor pagado: en realidad, se trata de un momento de tirantez que experimentan los dos entes más importantes de nuestras vidas. En mejores tiempos ambos han demostrado tenerse mucho afecto y una predilección entrañable el uno por el otro.

La propuesta del COHEP, a pesar de su buena intención, es una petición unilateral hacia el gobierno, con el propósito de que este limpie las máculas electorales que aún persisten desde el 2017 y muestre transparencia en el manejo de los recursos estatales en la adquisición de productos y servicios para tratar la pandemia. Los empresarios, por su lado, apuestan a que el mercado volverá a la “normalidad” si tan solo el gobierno muestra intenciones claras de ordenar las instituciones que, hasta el momento, han resultado reprobadas en sus funciones primordiales de servir a la ciudadanía.

En el libelo, el COHEP no dice nada sobre la forma en que el empresariado contribuiría para hacer crecer los mercados colapsados; ni una palabra sobre el aumento a la productividad -una vez pasada la pandemia-, ni se plantea el reto de mejorar la competitividad por la vía tecnológica que, como pocos saben, mejora los procesos productivos para competir en calidad, precio y tiempos de entregas. Eso significaría un aumento del capital acumulado que, en lugar de guardarse en los bancos o para destinarlo al consumo del empresario, debería reinvertirse para ampliar los negocios, y generar un incremento de la riqueza y de los salarios, sin esperar por el arbitraje politizado del Estado y los sindicatos en enero de cada año. Esa sería una empresa privada que genera riqueza para todos.

En otras palabras, vale la pena preguntarse cómo diablos harán los empresarios para que la riqueza crezca a niveles sostenidos sin esperar por el patrocinio y el proteccionismo del Estado, lo cual resulta incorrecto e inmoral si nos sujetamos a los principios del libre mercado. Volvemos a lo mismo: los empresarios -por ignorancia y complicidad-, siempre apuestan en el juego del keynesianismo protector e intervencionista para recibir, a cambio, dividendos, exenciones, rebajas y subsidios. Se trata de una relación institucionalizada estilo “dame que no te la doy”, que parece ser eterna en la historia de nuestro país. Pero no por mucho tiempo.

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