Una piedra en el zapato

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28 de julio de 2020
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01:05 am
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Una piedra en el zapato

Una piedra en el zapato

Una piedra en el zapato, Armando Cerrato
Licenciado en Periodismo

Daniel Mairena Aguilar, paciente renal crónico se ha convertido desde que se eligió por primera vez hace muchos meses presidente de la Asociación de Pacientes Renales de Honduras, en una piedra en el zapato de la junta interventora del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), el Ministerio de Salud Pública, las empresas que subrogadamente prestan el servicio de hemodiálisis en todo el país y hasta para el Poder Ejecutivo, que es al final responsable de la seguridad sanitaria de la nación.

La junta interventora del IHSS (abogados Vilma Morales y German Leitzelar) se hacen los desentendidos ante las gestiones de Mairena Aguilar, para que mejoren la atención a los pacientes renales de la institución, que hoy más que nunca se encuentran vulnerables a una contaminación letal del coronavirus COVID-19, al haber convertido el Hospital de Especialidades de La Granja en uno para combate directo a la pandemia.

Mairena Aguilar también lucha porque en los centros de hemodiálisis de los hospitales de salud pública en todo el país, la empresa que lo presta vuelva a las tres sesiones semanales de cuatro horas al día, ya que aduciendo, primero falta de pago y después escasez de insumos, se ha reducido a dos sesiones por semana y eso ha aumentado el número de mortalidad, casi a un paciente diario en una actitud mercantilista, numismática e inhumana de empresarios voraces que ven a los pacientes renales como despojos humanos y hasta cadáveres andantes, de los que hay que deshacerse más temprano que tarde para que su deceso genere nuevos cupos, ya que a diario aparecen más necesitados de ese servicio a consecuencia de la diabetes mellitus y otro tipo de enfermedades que afectan los riñones.

La lucha de los enfermos renales agudos y crónicos del IHSS (unos 300) es para que la sala de hemodiálisis sea removida del sitio donde aún se encuentra en funcionamiento (un sótano del Hospital de La Granja, entre el parqueo y la sala de emergencia –hoy de COVID-19–), donde los pacientes y sus familiares que los asisten, porque muchos de ellos son invidentes y amputados, esperan a la intemperie su turno para el tratamiento vital para sobrevivir unos días más y no morir hinchado por la acumulación de líquidos, intoxicación sanguínea o un paro renal súbito, aunque muchos de ellos ya se han contaminado de COVID-19, pese a que todos tratan de guardar las medidas de seguridad biomédicas respectivas, como el uso de mascarillas, caretas y en la medida de lo posible el distanciamiento social en reducido espacio del parqueo donde está extendido un toldo ya podrido y a punto de caer.

También se lucha porque las empresas privadas que prestan los servicios renueven los equipos que según estadísticas no oficiales datan de 1990, y en el mercado mundial fabricantes de riñones artificiales se ha registrado un avance tecnológico espectacular que podría mejorar la situación de prolongación de vida de los pacientes renales y permitir la cobertura de este servicio a otras ciudades principales del país, ya que hasta ahora la misma es raquítica y escasa, cuando en todo el territorio nacional hay más de un paciente renal y muchos más en potencia y no todos tienen la capacidad económica para estarse desplazando tres veces por semana, los 365 días del año, desde sus lugares de origen hasta el centro de hemodiálisis más cercano.

Entre los sueños y la lucha de Mairena Aguilar, considerada quijotesca, se encuentra la que algún día la conciencia de un gobernante (ojalá fuese la del actual Presidente, Juan Orlando Hernández) fuese conmovida e iluminada por Dios y utilizase algunos de esos miles de millones de dólares que le donan o le prestan al gobierno de Honduras y los destinase a la compra de riñones artificiales de última generación y abriese centros de hemodiálisis en los 298 municipios de los 18 departamentos de Honduras.

Hasta entonces, y cumplidas estas peticiones, Daniel Mairena cesará en su lucha y dejará de ser una espina clavada en el costado de un deficiente, insolidario, inhumano y hasta genocida sistema de salud pública, que bien pudiera ser uno de los mejores de Centroamérica si el latrocinio y la avaricia no estuviesen presentes en cada una de sus acciones, pero en respuesta a los sacrificios, esfuerzos y peticiones lógicas de Mairena Aguilar, la junta interventora del IHSS, que debe ser la primera en ponerle atención, ha actuado malvada y perversamente, formándole una paralela e inscribiéndola en el Ministerio de Trabajo reconocida por ella y que está a cargo de un médico paciente de hemodiálisis del IHSS que sin escrúpulo alguno le achaca a su gestión todas las conquistas y beneficios que deja la lucha de Mairena Aguilar, quien hasta ha llorado de la impotencia ante la indiferencia a sus denuncias y la lucha por mejorar, no solo el tratamiento, sino la atención del personal del IHSS que a veces no se da con la calidad y calidez que se requiere, sino con una frialdad impresionante, porque al personal solo le interesa resguardar su trabajo esperando con ansiedad el día de pago, el de descanso, y el de irse de vacaciones y combatir el nudo de intrigas interiores que se discuten sin ningún empacho en presencia de los pacientes, retrasando innecesariamente la atención a los mismos y cometiendo errores imperdonables durante el tratamiento en el que se juega la vida de los pacientes.

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