REELECCIÓN, SEGUNDA VUELTA, CONSULTA

MA
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29 de julio de 2020
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12:25 am
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REELECCIÓN, SEGUNDA VUELTA, CONSULTA

INTERESANTE lo que muchos retienen de lo que leen. Varios lectores gentilmente respondieron con comentarios al editorial de ayer, coincidiendo en darnos la razón a eso que dijimos –agregando que por ello estamos así de mal como estamos– que aquí nadie hace caso. Entonces, resignados a que nadie va a hacer caso, para no pecar por omisión, que quede lo escrito, siquiera de testimonio que algo se dijo. Ya que iniciamos la poda del jardín, a despejar el terreno del enzarzado chirivisco, continuemos con la faena emprendida. Los otros tópicos que, como chapulines, saltan al debate político, es lo relativo a la segunda vuelta, la reelección presidencial y, en el momento menos pensado, como azoro, aparece el espectro de la Constituyente. Cuando convinieron reformas constitucionales para reestructurar el RNP y crear entes electorales más confiables, distintos a lo que había durante el cuestionado proceso anterior, se resolvió solo aquello sobre lo que se pudo alcanzar consensos.

Algo tenía que suceder, después de un año perdido en un diálogo político infructuoso que solo evidenció un retroceso de la civilidad. Los políticos, con apangadas, mates y pretextos, nunca lograron ponerse de acuerdo, pese a la paciente intermediación de extranjeros –a los que por ser de afuera se les acredita mayor credibilidad que a cualquier figura nacional– metiendo su cuchara en asuntos internos que, de mediar algún nivel de autoestima en la sociedad, solo debiesen ser competencia de los hondureños. Pues, después de aquel tortuoso experimento, donde los expertos internacionales haciendo cucharitas se fueron decepcionados del fiasco, ocurrió el milagro. Fuerzas políticas con diputados en el Congreso Nacional –sin injerencia ajena– convinieron reformas constitucionales, con miras a que este próximo proceso comicial, tuviese mayor posibilidad de evitar una crisis y no provocarla como sucedió en ocasión anterior. Nosotros –sorteando alguna oposición– abogamos por incluir en los nuevos entes creados a los que renegaban de su exclusión, descalificando el proceso. ¿Si la democracia ya no es respuesta que apacigüe el enojo, si el credo es que nada funciona, si se duda de los instrumentos que el sistema otorga para hacer los cambios en paz, para en las urnas decidir la alternancia, entonces, qué nos queda? Bajo ese espíritu, que es preferible el encuentro en aras de Honduras a eternizar en la intolerancia, insultando y maldiciendo, hasta caer al barranco –aunque la contra satanice las negociaciones decorosas para llegar a entendimientos– se convino montar un nuevo sistema electoral. Como una ventana de renovada esperanza. No para que los mismos que compiten, a quienes beneficia la democracia, la quieran desacreditar, sino para que, infundidos de patriotismo, la hagan funcionar.

Con respecto al otro bicho, objetamos la pretensión de reglamentar la reelección en el Congreso Nacional. Esa encrucijada debe encontrar salida en un plebiscito. Ya no es materia de un poder constituido. Cuando tienen al público tan dividido en una cuestión de carácter jurídico-político, deben recurrir a algo superior. Quizás buscar consultarle a alguien de más amplios alcances soberanos. Sugerimos que podía ser antes o aprovechando la elección general para plantear la interrogante. Y también argüimos que no necesariamente tiene que ser solo una la inquietud planteada. Pueden ser varias. Lo que ocupe dilucidarse. Sin embargo, volvimos a insistir: Que sea el pueblo que exprese su parecer. Pero advirtiendo. Lo que no viene al caso, utilizando el tema de pretexto, es meter otra vez el espantajo de la Constituyente –réplica del adefesio ideado por la autocracia venezolana para perpetuarse– porque la Constitución proscribe su propio linchamiento y castiga severamente a los responsables de “la suplantación de la soberanía popular y a los usurpadores de los poderes públicos”. No hubo consenso sobre el tema de la segunda vuelta, cuando se dictaron las reformas constitucionales. Aunque esa discusión no está agotada. Si en el tiempo que resta no acordaran –por no poder o no querer– cambiar la Constitución para que el balotaje quede vigente en esta elección general, quedaría como otra inquietud pendiente objeto de la consulta directa. En algunos círculos políticos se percibe cierto apuro por salir del maíz picado, sugiriendo que la interrogante se formule cuando ocurran las elecciones internas y primarias. Sobre esa ocurrencia habría que hacer otra advertencia. Las internas y las primarias son ejercicios al interior de los partidos. Ni concurre todo el pueblo hondureño a la práctica comicial ese día, ni tendría legitimidad algo que sea refrendado solo por una parte y no la totalidad de la ciudadanía. Cuando se habla del soberano no se refiere a la mitad; solo a la cabeza o al tronco o a las extremidades de la voluntad popular, sino a la voluntad popular amplia, plena, incluyente y completa. (Tomamos un respiro, para otro día continuar con lo que haga falta).

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