Hacia nuevo paradigma educativo
Por: Noé Pineda Portillo
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Después de pasar la humanidad por grandes catástrofes como las grandes pandemias anteriores y ahora con el impacto de COVID-19, más las dos enormes guerras mundiales, no hay duda, vamos hacia una sociedad diferente. Tan es así, que ya estamos experimentando esos cambios, en las zonas urbanas ya nos acostumbramos, al salir de la casa andar sin mascarilla, a lavarnos las manos siempre que regresamos o hacemos cualquier otra actividad que pueda ser contaminante, como quiera que sea, son hábitos que van transformándose en costumbres.
La historia humana muestra que las epidemias y pandemias son grandes igualadoras, el ejemplo más común es lo que ocurrió con la Peste Negra en Europa en la Edad Media, que en algunas regiones o países mató hasta un tercio de la población. Pero, tal como lo señala Branco Milanovic de Social Europe y YPS-Journal, al reducir la población, hizo que la mano de obra fuera más escasa e hizo crecer el salario, reduciendo la desigualdad y llevando a cambios institucionales, que para algunos historiadores como Guido Alfano, Mattia Fochesato y Samuel Bowles, tuvieron consecuencias de largo plazo para el crecimiento económico europeo.
De acuerdo con estos autores, el poder creciente de los trabajadores fue frenado en el sur de Europa por restricciones a sus desplazamientos y otras limitaciones extraeconómicas impuestas por los señores del lugar. En el norte de Europa, sin embargo, donde las instituciones feudales no eran tan fuertes, luego de la Peste Negra, la mano de obra se volvió más libre y más cara, lo que sentó las bases para el progreso tecnológico y, finalmente, la Revolución Industrial. Por eso estos países, como los escandinavos, son igualitarios y progresistas.
El secretario general de la ONU, señor Antonio Guterres, al referirse al tema en marzo 2020 en el Grupo de los 20, reafirmó lo que dijo en Manifiesto la Organización Mundial de la Salud (OMS): “La recuperación de la crisis de la COVID-19 deberá conducirnos a una economía diferente” y agregaba: “lo que se necesita es una respuesta multilateral en gran escala, coordinada y amplia, que ascienda al menos al 10% del Producto Interno Bruto mundial. Los países desarrollados pueden hacerlo por sí solos. Pero debemos aumentar masivamente los recursos disponibles para el mundo en desarrollo mediante la ampliación de la capacidad del Fondo Monetario Internacional, en particular la emisión de derechos especiales de giro, y de las demás instituciones financieras internacionales para inyectar rápidamente recursos en los países que los necesitan”.
Y pensando en nuestra región latinoamericana, Centroamérica y El Caribe, como países de características muy regionales, desde el punto de vista geográfico, económico y social, las acciones para superar la crisis deberán tener que apuntar a la solidaridad e igualdad, dejando a un lado todas las tendencias egoístas, discriminativas y muy localistas.
