LAS SIGLAS Y LA SOLIDARIDAD

ZV
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31 de julio de 2020
/
12:37 am
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LAS SIGLAS Y LA SOLIDARIDAD

IRA es lo que sienten estos pueblos cuando esas burocracias internacionales escondidas detrás de sus siglas, en vez de actuar, de mandar a las naciones angustiadas los insumos, en las cantidades suficientes, que se ocupan, de asistir estos países en su calamidad como Dios manda, en lo que gastan tiempo es difundiendo advertencias. Haciendo informes sobre lo obvio –ladrillos de papeles sobre papeles– se lucen esos burócratas bien pagados. Mientras tengan elaboración de informes en que entretenerse, no habrá recorte de la burocracia en esos elefantes multilaterales que, a lo sumo, han evidenciado un pobre desempeño reaccionando a la emergencia. “Latinoamérica, la región del mundo más afectada por la pandemia del coronavirus, no podrá reactivar su economía si no logra frenar los contagios, advirtieron la CEPAL y la OPS. Dos siglas unidas en la elaboración de otro informe. Un rosario de palabras –como para rezar novenarios– a falta de acciones concretas.

Parecidos esos tamagases a los menajes de preocupación de organismos mundiales y hemisféricos –cuando lo que urge es que actúen no que renieguen– como si la preocupación fuese bálsamo que mitigue el daño que se sufre o remedio para curar la endemoniada enfermedad. La secretaria ejecutiva de la CEPAL, como la directora de la OPS, subrayaron “que sin salud no hay economía que funcione”. “Los países deben evitar pensar que deben elegir entre reabrir las economías y proteger la salud y el bienestar de sus pueblos. Esto, de hecho, es una elección falsa”. Perfecto. Una conclusión oportuna y hasta aceptable. ¿Entonces, cuándo mandan los fármacos recién salidos de los laboratorios que funcionan para ralentizar los síntomas del coronavirus que han sido acaparados por los que se reparten con la cuchara grande? Si bien el rompimiento de Washington con el WHO –acusándola de mala gestión de la pandemia– le ha merecido la crítica de sus aliados, la salida de uno de los socios gigantes debió de provocar en la burocracia una revisión profunda de sus fallas. Ante el riesgo inminente de acaparamiento de los fármacos y de las vacunas, por parte de los gorrones, en detrimento de los pintorescos paisajes acabados, urge un replanteamiento coordinado a nivel internacional para evitar que ello suceda. Que no solo los ricos y afortunados tengan la posibilidad de adquirir los medicamentos –como le dijo en su misiva la embajadora hondureña al Secretario General de la ONU– sino, con igual derecho, los desafortunados. Otro artículo, este de Thomas J. Bollyky y Chad P. Bown, “La tragedia del nacionalismo en las vacunas”, publicado en el portal “Foreign Affairs”, explica lo que está ocurriendo y adelanta las complicaciones para que haya una distribución equitativa de la vacuna.

Comenzando que no todas serán igualmente efectivas, más bien algunas pueden acarrear consecuencias adversas. Para que ello no ocurra requerirá –explica– “del liderazgo efectivo de las naciones productoras de la vacuna e idealmente de los Estados Unidos”. Bien puede ser que la necesidad de ese tipo de cooperación sea donde la mula bota a Genaro. Delata la conducta que ya es evidente: “Es muy probable que los líderes de todo el mundo recurran a “enfoques miopes”, “primero mi país”, para gestionar su producción y distribución con resultados desastrosos”. “En ausencia de un compromiso internacional y exigible para distribuir las vacunas a nivel mundial de una manera equitativa y racional, los líderes priorizarán el cuidado de sus propias poblaciones en lugar de frenar la propagación de COVID-19 en otros lugares”. Recalca que ese acaparamiento no es nada nuevo. Sucedió cuando golpeó la peste porcina que mató unas 284 mil almas, y a los 7 meses sacaron una vacuna. Los países ricos compraron prácticamente toda la oferta disponible. “Cuando la OMS solicitó donaciones, Australia, Canadá y Estados Unidos, más otras 6 naciones, accedieron a compartir un 10% de su inventario con los países pobres, pero solamente después de asegurarse de abastecer su necesidad doméstica antes de soltar el remanente”. Así las cosas, a todas esas siglas que sirven de escudo a la falta de creatividad e ineptitud demostrada hasta ahora por la burocracia internacional frente a esta crisis –todavía tienen tiempo de reivindicar el poco prestigio que aún les queda– les proponemos una sola palabra, para que la agreguen al diccionario: SOLIDARIDAD.

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