Antigua Ocotepeque; del esplendor al ocaso

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2 de agosto de 2020
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12:56 am
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Antigua Ocotepeque; del esplendor al ocaso

Por: Rubén Darío Paz*

A escasos kilómetros de la frontera con El Salvador, cerca de la actual ciudad de Ocotepeque y sobre uno de los extremos del valle de Cececapa, se localiza la “Antigua Ocotepeque”, denominada así después de experimentar la tragedia que ocasionó las avenidas de lodo y agua, del río Marchala, un 7 de junio de 1934, hace 86 años.
En palabras del renombrado Antonio R. Vallejo en su ya célebre Anuario Estadístico de 1889”, sostiene “Ciudad cabecera del distrito de su nombre, está situada en extenso valle, a las márgenes del río Lempa, a dos millas de la montaña del Cayaguanca. El acucioso Vallejo continua“ Según los documentos que hemos consultado, Ocotepeque fue fundado antes de la conquista, pues el año de 1530 y 1536 que llegaron a aquellas comarcas el “conquistador don Pedro de Alvarado primero, y el adelantado don Francisco de Montejo , después, ya Ocotepetl, como entonces se llamaba, estaba poblado y sus moradores hablaban la lengua mexicana; como la aseguran en 1537 Gaspar Aeb, Pedro Chaba y Phelipe Chacoan, indios de Esquipulas y Diego Ramírez, de 70 años que se llamaron como testigos en una cuestión de tierras. (Se respeta el español utilizado de ese entonces).

En una carta del adelantado Montejo, dirigió al rey de España en 25 de agosto de 1539, entre otras cosas decía “ demás de los pueblos del adelantado me quito uno que llaman Ocotepetl y por otro nombre el asistente del adelantado Alvarado dio a un Juna García de Lemos, vecino de Guatemala, antes que a esta gobernación viniese siendo gobernador de Guatemala e dice la cédula que lo da de guerra , con tal que le traiga de paz, y donde a ocho meses que se lo encomendó , vino el Adelantado Alvarado a esta tierra…”

En los alrededores de la actual población de la Antigua Ocotepeque, siempre nos llamó la atención encontrar una serie de tiestos, en diferentes sitios, recuerdo algunos de formas diversas e incluso policromados, tan característicos de poblaciones mesoamericanas que alcanzaron un nivel importante de desarrollo y organización, aunque en la zona no se han hecho valoraciones de sitios arqueológicos con resultados que les respalden. El 12 de abril de 1843 se le dio el tituló de Villa y en el mes de julio de 1870 el de ciudad. Sin duda que el hecho de encontrarse en una ubicación geográfica privilegiada, que favorece el intercambio comercial con pueblos vecinos de El Salvador, le surtió muchos beneficios en su infraestructura.

Un casco urbano distinto al patrón español
Aunque no conocemos las ordenanzas de la fundación de la Ocotepeque, (hoy Antigua Ocotepeque), sí coincidimos que fue una floreciente población desde muy temprano en la historia de Honduras y se mencionan parte de sus actividades en varios informes coloniales, algunos de ellos se encuentran en el Archivo General de Guatemala y otros indexados el Archivo de Indias en Sevilla, España.

En el casco urbano actual, todo se define por una calle amplia del comercio, ahí vienen a coincidir otras de menor actividad, en uno de sus extremos casi en dirección norte, se localiza su iglesia. Aún se conservan los barrios iniciales, como; barrio San Andrés, barrio Concepción, barrio El Centro, barrio El Bosque y el más reciente el barrio Dr. Virgilio Rodezno.

Las descripciones que los pobladores de Ocotepeque le enviaron a Vallejo, dicen los siguiente. “Entre sus edificios públicos enumeramos el palacio municipal en construcción, de dos pisos, la iglesia parroquial también en construcción, un puente sobre el río Lempa de 150 varas de longitud, otros dos sobre el río Marchala y buenos lavanderos públicos. Sus habitantes se dedican al cultivo del añil en pequeña escala y a la ganadería. La tierra se vende a 100 pesos la manzana. Una milla al occidente de Ocotepeque se encuentra la quebrada llamada Agua Caliente de aguas termales. Sinuapa, Concepción y Santa Fe, corresponde a este Distrito”. De las valoraciones que le informan al padre Vallejo, al parecer el Palacio Municipal se perdió, el puente sobre el río Lempa era una “hamaca de madera” amplia, que funcionó por más de ochenta años y conectaba con lo que antes se conocía como Concepción del Jute. La iglesia sigue en pie y sin duda Vallejo, confundió construcción con reparación, la fachada es de 1887 y muestra elementos neoclásicos de ese entonces. Las aguas termales, aún siguen, solo que el caudal es mínimo y la caminada de acceso es respetable.

La tragedia del 34
A lo largo del siglo XX, las tragedias dejaron huellas imperecederas nuestro país, los fenómenos naturales, irrumpieron en la vida nacional con graves consecuencias. De dolorosos recuerdos son; Las lluvias que destruyeron el puente Mallol en (Tegucigalpa), iniciando el siglo XX, la tragedia del río Marchala (Ocotepeque- 1934), las inundaciones del 54 (costa norte), el huracán Fifí, (Choloma-1974), huracán Mitch (Tegucigalpa y Morolica (Choluteca-1998). Más una serie de tormentas tropicales, que a lo largo de la costa Atlántica han afectado a numerosas comunidades, tanto que algunas veces han modificado el relieve, por lo que sería oportuno incluso modificar algunos mapas, sobre todo en los lugares donde desembocan los ríos más caudalosos del país.

El río Marchala, afluente del Lempa
Cuando hemos visitado la Antigua Ocotepeque durante la estación seca y vemos el curso del río Marchala, pareciera una avenida de rocas insignificante e incapaz de haber generado las inundaciones que terminaron en tragedia. Los expertos coinciden que el año 34 en Honduras, las lluvias fueron torrenciales, aunque no existen registros fehacientes de cuantos días llovió, todos coinciden que se extendió por más de por ocho días seguidos, afectando el noroccidente del país.

El río Marchala, que discurre por una serie de empinadas montañas, formó una especie de dique, significa que represó el agua, una vez que irrumpió, la fuerza de sus aguas inundó al menos por dos metros de agua a la importante población de Ocotepeque. Los registros de ese entonces aducen que se trataba de una población de un poco más de 4,000 habitantes, y que, en las inundaciones de la mañana del 7 de junio del 34, murieron 486 personas. Aún en los periódicos de ese entonces consultados en la Hemeroteca Nacional, se logran ver las imágenes dantescas del impacto. Países vecinos y los Estados Unidos se hicieron presentes con ayuda humanitaria. Hasta hace menos de diez años, en los alrededores de la iglesia, se podían observar enormes rocas, dispersas que habían quedado como recuerdo imperecedero, lástima a un “líder” se le ocurrió recogerlas con maquinaria pesada, quizás hubiese sido un buen ejemplo para darse cuenta de la magnitud de la tragedia.

La iglesia de San Andrés
Al juzgar por la serie de elementos que están presentes en el interior de la iglesia, no cabe duda que sus reliquias son coloniales salvo excepciones, sus retablos y altares principales, aunque más recientes denotan mucha calidad, algunos por cierto han sido reparados sin seguir lineamientos de profesionales.

Entre la serie de imágenes que tendrán que restaurarse destacan en busto un Jesús de Nazaret, la virgen de La Candelaria y un Cristo Crucificado, que se utiliza en la procesión del Santo Entierro. Esta última es una pieza de exquisita calidad, que es necesario darle la seguridad correspondiente.

El retablo principal, es sencillo reparado en muchas ocasiones, perdiendo su valor histórico, no así su importante imagen de San Rafael, ataviado de flores y trajes coloridos.

En el lateral izquierdo de esta iglesia se conservan varios camarines, ahí destacan algunas imágenes de vestir o candelero, entre ellas José, María y El Niño, la Virgen de los Dolores, la Virgen de Fátima, San Francisco de Asís y a San Antonio del Monte. Vale destacar que algunas familias locales, aún siguen haciéndoles novenarios, sobre todo a estas dos últimas imágenes, rezos que casi siempre terminan en concurridos velorios, donde se comparten bebidas y comidas. La pila bautismal en el interior de la iglesia, es grande, bien elaborada, difícil de robar, si se compara con otras de los municipios cercanos. La fachada de la iglesia es de elegante factura, destacan dos torres campanarios y un conjunto de veinte columnas en el primer y segundo cuerpo. Sus atrios como el piso interior de loseta de barro, en buen estado.

La fiesta de San Andrés
Cada 17 de noviembre, se celebra la entrada del Patrón San Andrés, la imagen es acompañada por feligreses y se desplaza desde la aldea de San Andrés hasta la iglesia de Antigua Ocotepeque, acompañada con repique de campanas y pólvora abundante. Es una fiesta bastante concurrida, pues asisten feligreses de las aldeas y municipios vecinos. Por la noche se preparan fiestas bailables, la coronación de la reina de la feria y por supuesto el divertido rey feo. A lo largo de la calle del comercio se instala todo tipo de achinería e incluso en los alrededores del emblemático y centenario árbol de Ceiba.

La Semana Santa, se celebra con mucho fervor religioso, se realizan actos dramatizados. El Domingo de Ramos, los vecinos bendicen las palmas, y algunos campesinos elaboran cruces, y posteriormente las colocan en las esquinas de sus milpas, para que los huracanes y tormentas de mayo, no les afecte.

Es significativo que el día sábado de gloria, los campesinos llegan a la iglesia para “bendecir las semillas” de maíz y frijoles, para sus siembras posteriores. En las vegas del río Lempa, se producen cantidades importantes de cebollas, mismas que surten el mercado nacional e incluso se exportan a los países vecinos. Las fiestas de diciembre, también son concurridas, y numerosas familias vienen elaborando, delicados nacimientos, se práctica además “el Robo del Niño”, que no es más que algún feligrés, decide llevarse “el Niño Dios” a su casa, y entregarlo hasta el 6 de enero, por supuesto ofreciendo un convite a los concurrentes.

Si bien reconocemos que la Antigua Ocotepeque, predomina una población producto de un intricado mestizaje, y son frecuentes apellidos como: Jiménez, López, Paíz, Alonso, Corleto, Villeda, Morales, Pinto, Erazo, Nataren, Chinchilla, Jaco y Vásquez, entre otros.

Elementos Chortí
Los pueblos de tradición chortís se encuentran en el territorio que hoy corresponde a tres países, y debe entenderse como una distribución cultural, sin embargo el mayor énfasis lo tienen los pueblos de Guatemala, incluso el idioma Chortí, escasamente se escucha en comunidades aledañas a Ocotepeque y Copán Ruinas. El investigador Mejía, sostiene “que las fronteras culturales son distintas a las político-administrativas, pues son el resultado de procesos políticos, incluida la colonización. De ahí que “los chortís tienen una cobertura del trifinio, Guatemala, Honduras y El Salvador”.

Coincido con Mejía, cuando apunta “los chortís deben entenderse como una descendencia vinculatoria con los pueblos mayas de la región, en particular Copán, de ahí que ellos se consideren a sí mismos como “Grupo Indígena maya-Chortí”. Sus miembros se identifican por una serie de prácticas culturales cotidianas, lo mismo sucede con el nivel de organización que por muchos años han sostenido, tanto que el convenio 169 de la OIT, permitió que el Estado hondureño, les reconociera el derecho a más de 5,500 hectáreas, mismo que venían reclamando desde 1980. En la Antigua Ocotepeque, existe la organización y para ello cuenta con su propia Alcaldía o Consejo.

Un antiguo y olvidado cementerio
Localizado al extremo contrario de la iglesia, aún conserva una serie de mausoleos, de dos y tres plantas con elemento de estilo neoclásico, algunos bien logrado, que marcan el esplendor de la ciudad a finales del siglo XIX. Muchas de los mausoleos antiguos se caen en pedazos, pareciera que los cadáveres ahí enterrados ya no tienen descendientes. Lo que sí valdría la pena es al menos realizar un inventario de los bienes, que podrían rescatarse, eso pensando a futuro, pues la aldea podría promocionarse a nivel de turismo cultural.

Abundante tradición oral
Existen numerosas leyendas, mismas que vienen contándose de boca en boca a través de generaciones, La Llorona, El Cipitillo, El Cadejo en sus dos presentaciones; Blanco y Negro, la Carreta con Piedra, sin embargo retomar ese tema como elemento de investigación, sería de suma importancia.

Moros y cristianos: traspasan las fronteras
Debemos de entender que Moros y Cristianos están presentes en el imaginario de nuestros pueblos a lo largo de los países latinoamericanos, sin duda es una impronta producto de la coronación, pero que en américa se va enriquecer como producto cultural. Los primeros antecedentes de la celebración de la fiesta de Moros y Cristianos en América, las describe Bernal Díaz del Castillo, en un texto que describe, la recepción de Hernán Cortés que viene de vencer en una batalla a unos indígenas y es recibido por sus soldados con un baile de moros y cristianos (Díaz del Castillo). Se trata de un grupo de danzas que fueron introducidas por los evangelizadores tras la conquista de México. Su propósito principal era difundir nociones relacionadas con la nueva situación política y con la cosmovisión cristiana, en la que la lucha entre el bien y el mal es fundamental. Las llamadas danzas de moros y cristianos se representaban en España desde siglos atrás y según Eduardo Matos (2008) en ellas los contendientes son moros o individuos considerados paganos (Pilatos, por ejemplo), en tanto que los cristianos encarnan en figuras como Santiago, Carlomagno, los Pares de Francia, etc.

Las danzas de la conquista son aquellas representaciones que se adaptaron a partir de la empresa conquistadora iniciada en 1492, en la que los contendientes, de un lado y del otro, corresponden a figuras de individuos, reales o inventados, que participaron en la conquista o defensa de los diversos territorios sujetos a la corona española. Hoy en día ambos tipos se representan frecuentemente en las fiestas patronales de buena parte de los pueblos sin tener una relación temporal específica.

Valoró las reflexiones del investigador Julio Martínez, (2018), cuando señala “Aunque la celebración alude a una fiesta tradicionalmente española, la fiesta de “los Moros y Cristianos” se traslada a América como efecto de las necesidades culturales de los españoles conquistadores, quienes desean mantener viva su tradición, celebrar su triunfo y compartirlo con los “otros”. La fiesta es después utilizada como instrumento para la evangelización, un instrumento sumamente útil que logra su cometido y que aún hoy después de trescientos años sigue vigente en la memoria colectiva de muchos de los pueblos indígenas”.

Los festejos de Moros y Cristianos, que se llevan a cabo en la Antigua Ocotepeque, sin duda son una amplia muestra cultural de un largo proceso histórico, que debe valorarse en su contexto, indagar más sobre la fusión de elementos que se exhiben, alentar a que dicha actividad se fortalezca con la participación de los jóvenes. Ojalá las autoridades del departamento pudieran ver más allá de los palacios municipales, y se den cuenta que en nuestras manifestaciones culturales esta la esencia del país que somos.

Incorporar y gestionar a la Antigua Ocotepeque, a un proyecto de rescate y puesta en valor de sus bienes culturales, sería reconocerle su trascendencia para la vida de la región.

Mi agradecimiento a mi amigo Nelson David Molina, conocedor de la historia de su departamento.

*Rubén Darío Paz. Director de Gestión Cultural en el Centro Universitario Regional de Occidente- Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Docente investigador en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en Santa Rosa de Copán. Historiador, egresado del doctorado de Antropología Cultural en la Universidad de Salamanca, España. Ensayista y fotógrafo. Es miembro de Número de la Academia de Geografía e Historia. Correo [email protected] Teléfono (504) 89 02 70 49

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