El vínculo familiar de la paloma aliblanca con la familia Montes Miranda.

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2 de agosto de 2020
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12:15 am
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El vínculo familiar de la paloma aliblanca con la familia Montes Miranda.

Anidando sobre la escoba a falta de heno para construir su nido.

Autor: Luis Alonso Gómez Oyuela
Email: [email protected]

DANLÍ, El Paraíso. La historia de hoy se origina de un reportaje publicado por este rotativo el 19 de febrero del 2019, bajo el título de: “Semejanza entre las conductas humanas y los animales”.

La historia de hoy, se origina en San Pedro Sula con la familia de Francisco Montes, quienes hacen una narrativa sobre la experiencia que vivió al tener como huésped a la Paloma Aliblanca.

“Cuando inicio la cuarentena en nuestro país, durante algunas semanas estuvieron entrando a nuestra casa unos gatos. Observé que ingresaban por la parte baja del portón durante altas horas de la noche. Todas las mañanas que salía al patio, siempre sentía un mal olor en el mismo lugar, cercano a una casa deshabitada. Diariamente limpiaba y removía la tierra para hacer desaparecer el mal olor.

Una mañana que me encontraba limpiando el área, escuché un aleteo, de pronto sentí algo cercano en mi cabeza, admito que me asuste y salí corriendo, pero no logré ver nada más que a un pajarito observándome desde la ventana de la casa deshabitada. Me acerqué nuevamente al área y noté que voló al borde del muro. Decidí protegerla de los gatos, por lo que decidí colocar una malla trenzada en la parte de abajo del portón de la casa.

Las palomas Aliblanca, se caracterizan por el color azul al borde del ojo.

Días después, mi esposa salió a la lavandería, notando que el pajarito estaba en el muro trasero; cuando ella entró al área de la lavandería, el ave voló hasta la reja y sobre la cabeza de mi esposa, ella grito asustada, salimos con mis hijos a ver que sucedía. Nos dio tanta risa ya que tuvo que salir corriendo de la lavandería. Desde ese día empezamos a notar más su presencia, y nos dimos cuenta de que todos los días pasaba en nuestra casa. Poco a poco fue tomando confianza.

Jerry, así la bautizó mi hija menor sin saber si era macho o hembra todavía. Se posaba en unos ventanales que tenemos en el segundo piso de nuestra casa. Empecé a salir con los días y a colocarle agua y comida. Poco a poco se fue acercando, siempre con cautela, en ocasiones dejaba escuchar y leve graznido cuando le servía la comida cercana a él.

Una mañana, domingo, mes de abril, salí a la terraza y Jerry voló a un tubo que estaba a mis espaldas. Se posó sobre mi cabeza. Le avisé a toda mi familia, salieron para ver a Jerry sobre mi cabeza, fue muy emotivo aquel momento.

Desde ese día Jerry empezó a volar sobre mi cabeza cada vez que salía al patio. Todas las mañanas se posaba en el techo, dejando escuchar los cantos típicos de estas aves. Una mañana, mientras hacíamos limpieza en el garaje, Jerry llegó caminando, se acomodó tranquilamente viendo el chorro de agua de la manguera, supongo. Abría y extendía las alas para que las gotas de agua cayeran sobre sus plumas. Batió las alas y alzo vuelo, ese día observamos los colores blancos que tiene en la orilla de las plumas y la cola.

Sobre el parabrisas anidó por mucho tiempo.

Durante 4 meses Jerry no faltó ningún tan solo día a visitarnos. En ocasiones dormía en el garaje y la lavandería. Todos los días alrededor de las 5:30 de la tarde se posaba sobre los cables eléctricos frente a nuestra casa. Jerry, en definitiva era una paloma, de la familia “Zenaida asiática”, más conocida como aliblanca. Se familiarizo tanto que entraba a la casa, volaba en el interior, caminaba en el piso y seguía a mi esposa y mis hijos cuando andaban descalzos para picotearles los dedos.

Hace un mes y medio inició la construcción de un nido encima de una escoba. Cada vez que salía de la casa, volaba hasta el nido, se acurrucaba para que lo acariciara. Cuando alguna otra persona de mi familia se acercaba, se mostraba agresivo, ocasionalmente posaba sobre la mano de mis hijos y lo “paseaban” alrededor de la casa.

A inicios de julio construyó otro nido sobre el parabrisas del carro, el cual dejé para evitar que su esfuerzo fuera en vano. Observé que volaba al jardín en busca de ramas secas, regresaba al carro para continuar con su faena.

Un lunes me levanté temprano para ir a trabajar; al igual que todas las mañanas, me estaba esperando en el nido del carro. Al regresar al mediodía mi esposa y mis hijos me preguntaron por Jerry pues no lo habían visto desde alrededor de las 9:30 de la mañana. Lo busqué alrededor de la casa sin fruto alguno. Esperamos hasta casi alrededor de las 3 de la tarde, entonces decidí salir a buscarlo alrededor de la colonia. Llegaron las 5 de la tarde sin noticias de Jerry. Sentimos un gran vacío; todos nos acostamos temprano ese día, con la esperanza de escucharlo y verlo nuevamente al día siguiente.

El martes 21, alrededor de las 5:00 de la mañana, mi esposa y yo nos ubicamos en el ventanal del segundo piso a esperar el regreso de Jerry. Pasaron las horas pero no llegó. Sentimos nostalgia por su ausencia. Mi hijo salió al rato y ya alrededor de las 7:30 de la mañana se diluyeron las esperanzas de volverlo a ver. Fue un día bastante triste para nuestra familia ya que después de verlo y compartir con él diariamente por 4 meses, no lo volvimos a ver.

Busque información en internet acerca de la paloma de alas blancas, de su reproducción y anidación. Consulté con algunos amigos agrónomos acerca de si era época que les tocaba migrar, pero me comentaron que esta época es más de anidación, ya que la migración inicia a finales de agosto e inicios de septiembre.

Esta etapa con los polluelos no la tuvo la familia Montes.
El vínculo de la Paloma Aliblanca, dejó huella en la familia Montes Miranda.
Relación familiar, entre Francisco Montes y la paloma.
Ángeles Miranda.
Francisco Montes hijo, también fue parte del núcleo familiar, junto a sus hermanas Alyssa y Tatiana.
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