Ajustes y prioridades del presupuesto nacional

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12 de agosto de 2020
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12:43 am
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Ajustes y prioridades del presupuesto nacional

Ajustes y prioridades del presupuesto nacional, Óscar Lanza Rosales
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Hay un comentario generalizado en los países de América Latina, “que es inaudito que ante el desastre sanitario, económico y social que está causando la pandemia, donde la mayor parte de la economía productiva se encuentra sin ingresos, los funcionarios y empleados públicos -no esenciales en la tragedia- sigan cobrando la totalidad de sus salarios”. Que todos nos estamos sacrificando, menos el gobierno que no produce nada.

Honduras no es la excepción, no importa que las empresas estén quebrando -principalmente las pequeñas- y que el 70%, que son los pobres y en su mayoría pertenecientes a la economía informal, no tengan qué comer el día de hoy, pero los altos funcionarios del gobierno, como el presidente del Banco Central, se sigan recetando sus trescientos mil lempiras mensuales, y todos los privilegios que concede ese banco a sus empleados.

¡Señores gobernantes, estamos viviendo una calamidad gravísima! Algo nunca visto. Todos los que vivimos en este país, vamos en el mismo barco, que se está hundiendo como el Titanic, y pedimos ¡auxilio! a nuestros gobernantes, que son en quienes descansamos, para que tomen las sabias decisiones, y que no naufraguemos.
Hasta en nuestros hogares, cuando se da una grave calamidad, reaccionamos, tomamos las medidas apropiadas, y nos ajustamos a las nuevas posibilidades económicas. Conozco a familias que han pasado por esta situación, y no les ha quedado más remedio que cambiar sus niveles de vida, de acuerdo a su nueva realidad.

Volviendo sobre los salarios de los altos funcionarios, Chile acaba de promulgar una reforma constitucional para reducir los sueldos y dietas de los funcionarios de gobierno -principalmente los altos- para ayudar a las familias que la están pasando mal, por la pandemia.

Y parece que Costa Rica va en la misma dirección.
Pero los gobiernos, no solo deben pensar en la reducción de los sueldos, sino que en diseñar una estrategia integral, que incluyan otras alternativas, tanto en ingresos como en el uso racional del presupuesto.
El gobierno debe descartar continuar financiando gastos corrientes con deuda. Lo que sí debe hacer es renegociarla en la suspensión del pago del servicio de la deuda mientras dure la pandemia. Transformar las deudas de corto plazo a mediano plazo y las de mediano a largo plazo.

El aparato público debe quedarse con lo esencial. Hay gente que sugiere el cierre del 50% de las embajadas, y al igual que Canadá e Israel, utilizar embajadores itinerantes, que cubran varios países a la vez. Cerrar las instituciones inoperantes y eliminar tanta comisión interventora, y dejar las responsabilidades en una sola persona.

Eliminar la Secretaría de Desarrollo Social y las 300 fundaciones nacionalistas, que han dilapidado más de 10 mil millones de lempiras en 8 años. Lo mismo las horas extras -con excepción del personal de salud- y las partidas confidenciales de los titulares del Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Renegociar con las agencias de vehículos, esa pesada carga de carros en alquiler, que sin usarlos en los tiempos de la pandemia, se ha continuado pagando la renta. Lo mismo debería suceder con los costos fijos a los generadores de energía: pagar lo justo.

Con los militares hay la queja del gran despilfarro de recursos; por ejemplo, con la Dirección de Aeronáutica Civil, con la gran burocracia de 800 empleados, que no hacen nada, que llegaron ahí como activistas políticos. La Fuerza Aérea, que antes fue una institución eficiente, ahora su personal pasa jugando futbolito o damero, porque no tienen repuestos para darle mantenimiento a los aviones, que todos están en tierra por desperfectos. Y también hay la queja, que los militares son los que hacen más uso de los fondos del tasón, en asuntos no esenciales.

Un gobierno responsable debería darnos el ejemplo en esta crítica situación, de ajustarse el cinturón, para ahorrar lo máximo en el gasto público y destinarlo a la atención de los sectores estratégicos como salud, educación, seguridad social, agua potable y apoyo a la recuperación económica, principalmente de las micro, pequeñas y medianas empresas, con exoneraciones tributarias, y préstamos a bajas tasas de interés, tanto de la banca de desarrollo como la privada, que debe renunciar en estos momentos de crisis a sus ganancias de tiempos normales.

Dicen los economistas, que con el COVID-19, todos estamos fregados, menos la banca privada, los generadores eléctricos y las empresas en telecomunicaciones, negocios en bonanzas, que no quieren sacrificar sus rentabilidades, a pesar que se está hundiendo el barco.

En estos momentos de crisis ¡la palabra clave es la solidaridad con nuestros semejantes!

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