Don Jaime

ZV
/
13 de agosto de 2020
/
12:41 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Don Jaime

Por: José Jorge Villeda Toledo

Es posible que su inteligencia lo haya llevado a una vehemencia que persistió toda su vida… ver a su país arropado en el desarrollo y a su ciudad natal como el timonel que condujera la nave. Su formación profesional lo empujaba a crear sueños tocables por su amor al terruño y a ideas que se abrían como un abanico de oportunidades. Y es que todo el camino estaba trazado por un sentimiento ancestral… su padre, había arribado a San Pedro Sula desde lejanas tierras en la primera mitad del siglo XX, don Yankel Rosenthal había resistido un ambiente alterado de la Rumania liberal y decidió en 1924, sin reparar en las consecuencias, ponerse las sandalias del peregrino y emigrar a otras tierras. Era la Rumania de las entre guerras… la primera de 1918 y la segunda que Hitler preparaba con su mano extendida. Pero don Yankel a los 16 años de edad pudo zafarse de una dictadura e ir a otras tierras, a otras dimensiones, allá donde el idealismo democrático le permitiera desbordar todo lo acumulado en su vida útil. Y así fue, del suroeste europeo llegó al litoral del centro de América, donde Honduras ya descollaba como el principal productor mundial de bananos. Y aquí se afincó, a pocos kilómetros donde bañaba el mar y donde San Pedro Sula lo esperaba para que desbordara todos sus sueños en mañanas de prosperidad y para que aquellos ayeres de su tierra natal quedaran prendidos en el olvido. La única herramienta que portaba comenzó a dar sus frutos y en poco tiempo el comercio le abrió sus puertas para que la legendaria Compañía Barret se constituyera en la principal distribuidora de las marcas de mayor prestigio en el mundo. Con Esther Oliva conformó su hogar… ella y sus dos hijos: Edwin y Jaime… con ellos a su lado sus fuerzas acrecentaron. Comenzó cazando cocodrilos para curtir sus pieles y exportarlas a Estados Unidos, pero él sabía que la educación era el pilar donde la familia podía cimentar un futuro promisorio y eso, don Jaime lo reiteraba cada vez que lo indagaban. Y es que aprendió de su padre que el estar en movimiento, arremolinaba el viento a su favor haciendo a un lado las veredas imposibles… esos desvíos que retrasan el trabajo y el progreso en la vida.

Don Jaime Rosenthal Oliva nos dejó un legado maravilloso… fue un forjador del desarrollo y la democracia, patriota y emprendedor, un hacedor inagotable de empresas y empleos. Ahora que Honduras necesita un estadista como presidente… don Jaime lo hubiera sido si la historia no se hubiera equivocado… ¡conoció tanto a nuestro país que nos hubiéramos ahorrado sangre, sudor y lágrimas! Cuando valoro su vida lo veo absorto ante un Merendón frondoso y verde viendo desde lo más alto a un poblado diferente a aquel que supo de su niñez y adolescencia… lo veo como era, reverente ante lo que admiraba y tenía orgullo… divisaba desde aquella montaña de bosques encumbrados su ciudad, tal como él la había ayudado a construir. Lo veo subir en sus últimos años de vida aquella cumbre que los sampedranos han venerado desde siempre porque les sirve como centinela de un bien guardado. Desde lo alto, aparecían de la nada todas sus obras, ya fueran hechas del material inimaginable como las concebidas de una creatividad sin límite. Pudo ver el campus del Massachusetts Institute of Techonology, una de las mejores universidades del mundo donde recibió su título de Ingeniero Civil y los centros de educación especializada donde su conocimiento se elevó al más alto nivel, esa preparación académica hizo desfilar ante sus ojos el comienzo de sus logros… la banca y los seguros sentaron la base para que surgiera el Grupo Continental, que su padre acobijó dando los primeros pasos de productividad… vio cocodrilos chapoteando para convertir sus pieles en carteras de lujo y un ganado tan fino que tenía que pastear con el decoro de su raza. Y aún de noche, subía la montaña para ver en su cielo estrellado los destellos de las telecomunicaciones como la televisión y el cable de última generación. Una cementera que le apostó a la modernización, una construcción que levantaba las paredes y una empacadora que producía la carne para un mercado necesitado… un agronegocio de donde el campesino subsistía y, entre las casi 40 empresas el deportivo, donde un Marathón lo relajaba de sus negocios. Pero su legado no tendría fin… concibió un mañana ilimitado en la educación familiar… hoy, la tercera generación sigue sus pasos con la precisión de una sabia enseñanza.

Y en la llenura de sus afectos y logros, su esposa doña Miriam Hidalgo de Rosenthal fue su inspiración y sus hijos Patricia, Jaime, Yani, Carlos y César los pilares donde se sostiene la base de su patrimonio: “Doy gracias a Dios por permitirme hacer lo que he hecho, pero sobre todo doy gracias a Dios por darme la familia que me dio, los padres que me dio, la esposa que me dio, los hijos que me dio, los nietos que me dio, los amigos que me dio y la patria que me dio”. ¡Este hermoso epílogo, es como el transitar apoteósico de una efeméride… pero también la de un emocionante tributo!

 

Más de Columnistas
Lo Más Visto