Indicios racionales de esperanza

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13 de agosto de 2020
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12:40 am
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Indicios racionales de esperanza

Indicios racionales de esperanza, Por: Segisfredo Infante

Durante toda esta temporada he reiterado en mis artículos que nadie en el mundo ha estado ofreciendo esperanzas en relación con la posible cura concreta del nuevo virus pandémico que ha sitiado y flagelado a la humanidad. En primer lugar porque cada país se ha replegado hacia su propia circunstancia interna. Y en segundo lugar, por la ausencia de verdaderos liderazgos mundiales, comprometidos con el destino real de todos los pueblos del orbe. Aquellos liderazgos fuertes, en las esferas políticas, sociales y geopolíticas, desaparecieron en el siglo veinte. En ligamen con este segundo punto he venido insistiendo en los últimos quince años aproximados, sin pretender molestar a nadie.

Por supuesto que siempre hay excepciones de la regla, y hasta donde tengo información las iglesias cristianas (católicas, “protestantes” y evangélicas) han trabajado en dos direcciones: La primera con el refuerzo espiritual mediante rezos y oraciones en favor de los desamparados y de cualquier otra persona necesitada. El segundo momento simultáneo mediante la recolección de alimentos, y a veces de medicinas, para distribuir entre los segmentos poblacionales que más lo han requerido. Quizás solo lo hayan realizado algunas de las iglesias aludidas, no todas, integrándose sus voluntarios a esta noble y humanística labor, con el riesgo de contagiarse. Aparte de lo anterior los discursos, declaraciones y homilías del “Papa Francisco”, se han hecho sentir en estos momentos harto difíciles para la humanidad, no sólo en lo relacionado con el nuevo virus, sino en otros temas candentes que suceden en el mundo. Este nuevo “Papa” pareciera representar aquella tradición excepcional de los viejos liderazgos globales desaparecidos, entre ellos el de Juan Pablo Segundo (QEPD), un gran líder chapado a la antigua.

A la par de las expresiones de solidaridad de las iglesias occidentales, sabemos que varios médicos, científicos y laboratoristas de diversas partes del planeta, han venido trabajando en forma intensa, y silenciosa, para conseguir antivirales apropiados. Pero, por sobre todas las cosas, para elaborar la tan esperada vacuna. En estas últimas semanas se ha anunciado una vacuna concreta bajo el liderazgo colectivo de la doctora Sarah Catherine Gilbert, “vacunóloga” y profesora de la Universidad de Oxford, Inglaterra, con más de mil ensayos en seres humanos, incluyendo a sus hijos trillizos. Sabíamos de los avances en la vacuna desde aquella universidad británica. Pero ahora conocemos la información alentadora que podría aplicarse, tal vez, a partir del mes de septiembre. A menos que ciertos dirigentes de la “OMS” y algunas droguerías internacionales, se encarguen de alargar la solución e incluso de obstaculizar este progreso científico. La obstaculización burocrática y financiera, en el remoto caso de ocurrir, podría clasificarse como un crimen de lesa humanidad. Ojalá que todo salga bien. O muy bien.

La probable vacuna británica es un indicio racional de esperanza para la mayor parte de la humanidad. Gracias a Dios que tal cosa esperanzadora esté sucediendo en el “Mundo Occidental”, más abierto al prójimo que otros mundos. Esto significa, ni más ni menos, que el “Homo Sapiens” tendrá otra oportunidad de seguir viviendo, produciendo, pensando y amando, a pesar de los enemigos del pensamiento, de la producción, de la verdadera libertad y del amor. Más temprano que tarde podrá presentarse una nueva oportunidad para repensar edificantemente todas las cosas, incluyendo el submodelo económico y financiero global, dejando por fuera aquellos dogmatismos extremos y los rencores ideológicos y políticos estériles (a veces fingidos), que se han puesto de moda durante los últimos veinte años, sobre todo en las redes sociales.

En el caso de Honduras, a pesar de todos los pesares, también hay signos racionales de esperanza. Casi nunca salgo a la calle. Pero cuando lo hago por necesidades vitales trato de observar todo lo que se mueve alrededor. Y en fecha recientísima pude observar, por primera vez en Tegucigalpa, que casi todos los paisanos de ambos sexos (jóvenes, maduros y viejos) andan con mascarillas protectoras ya sea que caminen a pie o viajen en vehículos automotores. Durante un largo trayecto por Tegucigalpa y Comayagüela, apenas pude observar a cinco personas sin mascarillas, incluyendo a un guardia de seguridad ahí por los alrededores de la Corte Suprema de Justicia. Pareciera que por fin se enteraron del grave peligro que todos corremos.

Por otro lado, aun cuando nuestro terruño ha parecido encontrarse como aislado del mundo exterior, sabemos de buena fuente que algunos países como Israel y Estados Unidos han entregado donaciones específicas al gobierno y al Estado de Honduras. Donaciones en medicamentos y equipo médico. Tengo evidencias que la “Asociación Shalom” en Honduras, ha canalizado algunos de estos auxilios. Pareciera que también Canadá y Taiwán se han solidarizado. Pero sobre estos dos últimos países no poseo ninguna evidencia. También existe la posibilidad de inversiones extranjeras. ¡¡No perdamos la “esperanza”!!

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